El lunes se realiza la tradicional peregrinación a Loreto

Una vez más, y celebrando el 45° aniversario, el Instituto Montoya quiere honrar la memoria del padre Antonio Ruiz de Montoya, sobre quien monseñor Jorge Kemerer expresara en su discurso en 1960, al inaugurar esta casa de estudios: «El nombre de hombre tan benemérito ostentará desde hoy el Instituto del Profesorado. Con su nombre se honra el Instituto, y no cabe duda de que la obra positiva que realizará el Instituto justificará nombre de tanto brillo». La peregrinación del lunes culminará con una misa a las 15:30 en Loreto.

Hoy como entonces…
Hoy peregrinamos como entonces… a Loreto. Peregrinamos a un «lugar» que ha marcado la historia de nuestra tierra. Queremos recuperar la historia de los que nos precedieron en la fe. Queremos hacer memoria de una presencia de fe que se continúa en nosotros.

Queremos recordar, traer de nuevo al corazón, que Loreto es un santuario para nuestro pueblo creyente de Misiones. La historia de nuestra tierra está marcada por este peregrinar en esperanza de encontrar un «santuario» donde se puede vivir en paz y justicia. Así lo hizo Antonio Ruiz de Montoya cuando la esclavitud y la violencia amenazaban de muerte las reducciones del Guairá. Hace siglos comenzó el primer santuario para nuestros padres en la fe en aquellos pueblos de San Ignacio y Loreto. Ante la amenaza de muerte se pusieron en camino, en esperanza de encontrar un lugar donde poder vivir en paz y justicia.

Su peregrinar tuvo mucho de éxodo, como el de Israel, como el de la Iglesia. Más que «hazaña» fue un éxodo doloroso pero liberador, hecho en esperanza. Y así llegaron a estas tierras y las conocieron como «santuario» donde uno se puede detener y acampar por saberse protegido. Y percibieron que esa protección debía continuar bajo la custodia de la Virgen María y san Ignacio. Construyeron las Reducciones que hoy están en ruinas pero, sobre todo, construyeron un santuario que aún continúa de pie.

Cuando hablamos del «santuario de Loreto» no pensamos tanto en un templo o una edificación religiosa sino en un lugar donde encontramos a Dios y la presencia de María. La historia nos cuenta que los diversos pueblos de la época de las reducciones visitaban Loreto, se convocaban en este lugar. ¿Por qué? Porque era el centro de una espiritualidad que los unía, que los consagraba como pueblo de Dios, que los mantenía vivos como hijos de Dios y hermanos entre ellos. Después de ellos, a través de los siglos, otros creyentes siguieron sintiendo el llamado a peregrinar, acudir, convocarse, reunirse en este lugar buscando la gracia de la mano de María de Loreto.

Por eso hoy hacemos memoria de Loreto como «centro de espiritualidad». Lo sigue siendo, y queremos ser fieles a esta historia que nos constituye como pueblo de Dios. Renunciar a ello sería negar nuestras raíces, nuestra identidad, la gracia que Dios derramó aquí no sólo para los hombres y mujeres de entonces sino también que ahora quiere derramar para nosotros.

Es importante tener presente que cuando hablamos de «gracia» nos referimos no tanto a esos dones que son particulares para mi vida sino, más allá de ellos, al don que es para todos.

Hoy no estamos llamados a peregrinar buscando otras tierras donde vivir en paz y justicia sino que el llamado es a edificar el santuario en esta misma tierra en que vivimos. Nuestros padres pusieron el fundamento en esperanza. Nosotros estamos llamados a seguir edificándolo.

(Aporte del padre Hugo Maidana, coordinador Trayecto Institucional— Instituto Montoya)

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