La Mesa de Sommeliers | Las Misiones Jesuíticas y su influencia en los comienzos de la industria vitivinícola nacional

La licenciada y profesora en Historia, Ingrid Wieldman, se refirió a la presencia del vino Carlón en las mesas durante los largos siglos de dominio español, debido a la prohibición de cultivar viñedos locales por parte de las autoridades monárquicas.

En diálogo con el programa Mesa de Sommeliers transmitido vía streaming por Misiones Online, la licenciada y profesora en Historia Ingrid Weidman destacó que para 1810 el vino que se consumía en la región era conocido como «Carlón», una variedad importada directamente desde España debido a la prohibición de cultivar viñedos en territorio americano. Esta restricción era impuesta por el gobierno español desde el siglo XV, se debía a la intención de evitar que las colonias se volvieran autosuficientes y dependieran económicamente de la metrópoli.

La licenciada expuso sobre el papel que jugaba La Casa de Contratación de Indias, una institución encargada del control comercial de Europa con las tierras de América. La prohibición de cultivar viñedos significaba que el vino debía ser importado, y el Carlón se convirtió en una bebida común en hogares y fondas del Virreinato. Este vino estaba fortificado con mosto dulce desde su salida de los puertos del viejo mundo y tenía un contenido alcohólico de 15 %.

Asimismo, aclaró que las clases privilegiadas compuestas por españoles y criollos, para satisfacción de sus gustos tenían acceso a vinos de mejor calidad procedentes de La Rioja, una región con una tradición vitivinícola que se remonta a la época romana.

En la conversación la profesora sostuvo que, a pesar de las prohibiciones, la vid comenzó a cultivarse en América gracias a la Compañía de Jesús, quienes desarrollaban sus misiones y reducciones. “En Córdoba tenían estancias espectaculares, en la estancia de Jesús María comenzaron los cultivos de uva. Si bien no fundaron reducciones más al sur, pero llegaron hasta Mendoza con la idea de bueno, siempre de evangelizar a los huarpe, a los tehuelches que estaban allí, que además el control de la ruta entre Chile y Buenos Aires, fundaron una residencia y tenían como unas 70 hectáreas de cultivo de vid”.

Aunque oficialmente el vino producido era para consumo propio y para la Eucaristía, también se comercializaba, “cosa que fomentaba la autosuficiencia de las reducciones, uno de los motivos de su posterior expulsión”, dejó entrever la profesora.

Además, comparó la producción vinícola con otros productos manufacturados como las aceitunas. “Daban bien las aceitunas también en la zona de Perú, pero las traían de España y llegaban al puerto de Cartagena. De ahí había que bajarlas a Lima y de Lima a Buenos Aires”. Este recorrido que debían realizar los productos deslindó espacios para el desarrollo del contrabando.

Durante el siglo XVII con la llegada de los Borbones y el Tratado de Libre Comercio, hubo una cierta flexibilización productos de las reformas llevadas adelante por esta dinastía. “Entonces apareció el puerto de Buenos Aires, que pasó a ser uno de los puertos más importantes”, sostuvo la historiadora.

Sin embargo, no dejó de lado que “traían productos manufacturados que no eran de buena calidad y eran de alto costo, entre ellos los vinos, ropas, armas, todo eso era obligado de España” y que fue recién después de la independencia que se pudo desarrollar una viticultura más libre.

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