Comemos el Pan para “Eucaristizar la vida y Cristificar la fe”, por la Caridad

Comer a Cristo en la Eucaristía es una cristificación...Comer a una persona es recibirla, es creer en ella, es complementarse con toda su vida. Comer es amar. Esto nos reclama: “Ámense unos a otros como yo los he amado”.  Eucaristizar y cristificar la vida es posible, cuando vivo así el Sacramento del Amor:”

Considera lo que realizas”, “Imita lo que conmemoras”. “Y conforma tu vida con el Misterio de Cristo”. “Se lo que veas y recibe lo que sos”. ( S. Agustín. Ser 272).

Si vivimos así la Eucaristía, podemos estar abiertos a los demás, pues la caridad está en lo profundo del Misterio que celebramos.

Acercarse al Misterio de la fe en la Eucaristía, nos hacemos uno con Jesús y con  los hermanos,  y compromete más con los excluidos y necesitados… La Eucaristía exige un amor universal, en el que nadie quede excluido. Todos son invitados a participar de él.

Quien se acerca a la Eucaristía no puede quedar indiferente ante el clamor de los pobres. Si todavía no ves a Dios en la Eucaristía, es que no te has acercado suficientemente a tus hermanos. No hay oración, y compromiso de Caridad como la Eucaristía. Por este “Sacramento, se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los bienes espirituales. Se ofrece, en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos, para que a todos aproveche, ya que ha sido establecido para la salvación de todos”. (Santo Tomás o.c)

¿Cómo valoro y vivo la participación frecuente en la Eucaristía? ¿Que alcance tiene para mí una vida eucaristizada por el amor? ¿Me humaniza y compromete más la Eucaristía?

Por eso, la Eucaristía en el evangelio de Juan 6,51—58. es una experiencia de resurrección. En el Pan, Jesús nos da su propio cuerpo, entregado por nosotros, pero resucitado. Cuando comemos este Amor hecho Pan, nos damos cuenta de que es Jesús mismo el que sacia nuestra hambre de plenitud: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna” (Jn 6,54). Vida eterna no significa vida después de la muerte, sino vida plena ahora, Cuando recibo el Pan eucarístico, ya estoy tocando mi meta: el Amor de Dios. 

La Eucaristía nos alimenta con la vida que Jesús tiene ahora, en la que ya no cabe la muerte. La Presencia personal de Jesús en la Eucaristía es la forma de vivir con Él y de Él, y nos resucitará en el último día. Como Presencia de Cristo Resucitado, la Eucaristía es un adelanto sacramental de la vida eterna. Tendremos que pasar por la muerte biológica, pero, desde la fe, esta muerte es el paso a la Vida eterna.

“Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre”. El Pan es símbolo de todo lo que nos da vida, de todo lo que sacia. Jesús nos asegura que, en medio del desierto, la pobreza, el vacío, y sin sentido de la vida, nos alimentará con este Pan para poder continuar el camino. Jesús identifica el Pan que reparte con la Carne que entrega para la salvación del mundo, que corresponde al anhelo de amar y ser amados. Jesús, que en la cruz nos ama hasta el extremo, sacia nuestra necesidad de Dios con el Pan de Vida. Si aceptamos este alimento no sólo como comida material, sino en su significado sagrado, saciamos nuestra hambre de plenitud. Por eso, nos acercamos a Él como pobres, con la mano abierta para recibir el Pan de la vida y llenar con El, todos nuestros vacíos; comulgamos haciendo un acto de fe; recibiendo en silencio a Jesús. Comulga con Amor, y deja que esa Amor verdadero, transforme, sane ese amor que has vivido, están viviendo, y te restaure para ser en el diario vivir, templo y sagrario de Cristo Jesús. Pan de Vida. Jesús, te espera en cada Misa. 

Pbro. Amaro Carlos René

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