Columna | El antidepresivo del “Espíritu Santo”: fuerza, luz, amor, verdad, vida, compañía, libera de todo mal a quien se deja inhabitar por Él

El escándalo de la resurrección de Cristo y la vuelta por el Espíritu a la vida, no es soportable para el mundo actual. El antidepresivo del “Espíritu Santo”: fuerza, luz, amor, verdad, vida, compañía, libera de todo mal a quien se deja inhabitar por Él.

La condición para ello supone la humildad de corazón aceptando con verdadera confianza la buena noticia del Evangelio. La tristeza y el abatimiento por la despedida de Jesús de los suyos, no comporta un vacío porque el Espíritu de la Verdad inundará al seguidor de Cristo y así llevar a término el proyecto humanizador de Dios Padre a través de su Hijo Jesucristo.

El evangelio de este domingo Jn. 14,15—21. reaviva nuevamente dicha alegría, eliminando el miedo a la orfandad que podría producir la partida del Señor Jesús. Los suyos, con objeto de que ni la tristeza, ni la ausencia del resucitado, ni la partida de quien daba siempre la cara, y que a su vez “confiaba” (en parte) en los suyos que esperaban plenamente en que Él restituyera el poder temporal perdido, les promete un defensor, un consejero, para animarlos a cumplir sus mandamientos como forma de ser libres por el Espíritu de la Verdad.

La apertura a la acción del Espíritu Santo provoca en el individuo el amor a Cristo, y por ende el amor al Padre, y ambos harán morada en él. Es la circulación del amor, formando un verdadero círculo de amor: “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

La muerte y resurrección de Cristo más los dones del Espíritu Santo, todo ello expresión máxima del  amor de Dios, hacen que el cristiano que vive en medio de los acontecimientos del mundo (sufrimiento, injusticia, persecución) por su aceptación voluntaria de esos acontecimientos, den razón de su fe y unión existencial con Dios. Encuadrar este amor de Dios en la escena de la Última Cena dará mayor fuerza para la humanización del mundo.

Este proyecto humanizador del mundo comienza por conocer al Espíritu, abriéndose a su presencia y viviendo en sintonía con Él, (cf. Hechos  y Evangelio del día). La humanización es más que una doctrina o documento; es luz, fuerza, aliento amor venido del Padre que anima a ello.

La tenencia del Espíritu no implica propiedad personal de la verdad, sino testimonio presencial de Dios en el mundo en cada situación por nuestro ser de seguidores del Mesías a impulso de ese Dulce Huésped del Alma.

Que el Santo Espíritu nos de acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al terminar. Amén.

Pbro. Amaro Carlos René

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