Análisis semanal: Con los dos grandes frentes nacionales al borde de la fractura, la renovación amplía su base sumando independientes  

Quienes esperaban algo parecido a una nueva normalidad cuando el coronavirus dejara las tapas de los diarios deben sentirse bastante defraudados por estos días. Los tanques de Putin sacudieron a un orden mundial que luce más desordenado que nunca, casi tanto como el Gobierno nacional que extraña los tiempos en los que el peronismo se alineaba sin chistar detrás del portador de la lapicera.

Pero Argentina es un país tan acostumbrado a los barquinazos que aquello que hace poco tiempo hubiera resultado descabellado se normaliza con asombrosa rapidez. El movimiento político que hacía del verticalismo y la vocación de poder dos de sus características fundamentales, hoy lleva adelante un gobierno fracturado, en el que las jerarquías no quedan claras.

En un juego que resulta peligroso para todos los argentinos, funcionarios del ala kirchnerista del Frente de Todos practican la oposición al gobierno que ellos mismos integran. Eso sí, de renunciar al sueldo y a los privilegios de sus cargos, ni hablar.

Muestra de ello –una más- la dio el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, que salió a responsabilizar al ministro de Economía, Martín Guzmán, por los explosivos índices inflacionarios de los primeros meses de 2022. Tenía argumentos para dejar mejor parado al Gobierno, después de todo el presidente Alberto Fernández recibió un país con una dinámica inflacionaria caliente, después vino el coronavirus y sobre el pucho la guerra en Ucrania.

Podría haber mencionado que por estos factores la inflación volvió a ser un problema en casi todo el mundo, incluso en Estados Unidos. No dijo nada de eso, como si se tratara de un analista de los que habitan regularmente las pantallas de TN y LN+,  prefirió hablar de la falta de líneas de política económica que redujeran la volatilidad, recordó que controlar el alza de los precios “es tarea de la macroeconomía, del diseño del ministerio de Economía” y se guardó para el final un pronóstico tranquilizador: “esto se va a poner feo”.

La unidad del peronismo, que hasta hace poco era defendida desde ese variopinto espacio como un baluarte para salvar al país del mal mayor que supondría la vuelta al poder de Cambiemos, ahora ya no resulta tan importante. Lo expresó con claridad el diputado Máximo Kirchner, hábil en el arte de mantenerse a flote con un pie en cada canoa, esta semana cuando se cuestionó de qué servía la unidad del peronismo si no garantizaba mejores condiciones de vida para los trabajadores.

Cristina fue un poco más sutil y le recomendó al presidente que ella mismo había nominado vía Twitter, la lectura del libro “Diario de una temporada en el quinto piso”, que relata las desavenencias del gobierno encabezado por Raúl Alfonsín, historia que terminó –como todos sabemos- con un presidente renunciando a su cargo seis meses antes de que terminara su mandato.

Desde las filas del albertismo –todavía embrionario- también relativizan el valor de la unidad. Como en esos equipos de fútbol en los que las internas son inocultables, el discurso que se intenta imponer es que para ganar no hace falta que todos los integrantes del plantel sean amigos.

El único que parece interesado en volver a pegar los pedazos de la alianza rota es el socio minoritario Sergio Massa, pero ya dejó entrever a sus allegados que la tarea le está resultando demasiado cansadora y solitaria.

 

Oposición disgregada

La unidad tampoco es un atributo que pueda ostentar la oposición. La falta de un liderazgo claro hizo que dentro de Juntos por el Cambio haya muchos que se juzgan con posibilidades de competir por la presidencia el año próximo.

Mauricio Macri volvió a declararse listo para salir a jugar su “segundo tiempo” y después de participar del mundial de Bridge viajó a Estados Unidos para fotografiarse con su amigo y también expresidente, Donald Trump.


Despojado ya del traje de desarrollista moderado que le había confeccionado a medida el gurú del marketing político Jaime Durán Barba, el exmandatario responsable por haber endeudado al país con el mayor préstamo de la historia del FMI volvió a su “estado puro” (como lo definió el presidente de la UCR, Gerardo Morales): un liberal ortodoxo bastante más cercano al menemismo que a los radicales que eligió como trampolín para llegar a la presidencia en 2015.

El reposicionamiento de Macri responde en buena medida al importante crecimiento del partido  libertario que divide aguas en la centro derecha del espectro ideológico vernáculo, pero también plantea serios interrogantes a la izquierda del dial político.

Para Juntos por el Cambio, pero más puntualmente para el PRO, el despegue en las encuestas de figuras como los economistas José Luis Espert y Javier Milei resulta preocupante, porque introduce una novedad que desde el desvanecimiento de la UCeDé no estaba en el panorama político nacional: una opción electoral a la derecha del lugar que vino a ocupar el frente que tiene entre sus fundadores a Mauricio Macri.

Esto afecta a Juntos por el Cambio en dos sentidos: por un lado les resta potenciales votantes, de hecho las encuestas muestran que la mayoría de los que hoy se inclinarían por votar a Milei o a Espert, habían votado a JxC en alguna elección anterior.

Por otro lado, aumenta las tensiones siempre presentes en la alianza de amplio espectro que une a la UCR, el PRO y la Coalición Cívica. Los halcones, con Macri y Patricia Bullrich a la cabeza, extreman sus posiciones con ganas de subirse al crecimiento libertario; los radicales salen a marcar diferencias buscando ganar el voto más moderado, mientras el líder de la palomera del PRO y el presidenciable que mejor mide, el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, trata de hacer equilibrio y reza para que la interna no se lo termine llevando puesto.

Aunque en el FdT algunos se ilusionen con la posibilidad de que el auge libertario termine dividiendo a la oposición para beneficio del oficialismo, detrás del crecimiento de figuras como Milei se esconde un dato que revela un problema de fondo para las aspiraciones no solo del kirchnerismo sino para toda la centro izquierda: cada vez son más los jóvenes convencidos de que el enemigo a destruir es el comunismo, el keynesianismo, el populismo o cualquier otro slogan que remita a la izquierda y que la “verdadera” opción revolucionaria es el liberalismo en su expresión más pura. Las jóvenes cambiaron las remeras del Che Guevara por las pelucas de Milei.

No es solo una percepción, lo revelan encuestas que muestran al movimiento libertario liderando la intención de voto entre los menores de 22 años en distintas zonas de Ciudad de Buenos Aires y Córdoba Capital y ganando terreno en las demás ciudades grandes.

 

Mal, pero no tanto

Decir que la economía está en crisis en Argentina es decir poco porque a esta altura la crisis, de mayor o menor gravedad, es el estado natural de la economía nacional. Sin embargo el contexto muestra algunos aspectos positivos a partir los cuales podría cimentarse un proceso de crecimiento que, aún en el mejor de los casos, no estaría exento de complicaciones y sufrimiento.

La inflación en Argentina, que algunos consultores estiman que habría sido de hasta 6% en marzo, es una calamidad y nada indica que eso pueda revertirse pronto. De hecho, la última edición del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) ubicó a las proyecciones de inflación anual de 2022 por encima de los 59 puntos, 4 puntos más que lo que habían pronosticado las mismas fuentes el mes pasado.

Pero no se trata de un fenómeno exclusivamente local. Después del gasto público extraordinario que prácticamente todos los países hicieron para enfrentar la pandemia, la inflación volvió a ser un problema de escala planetaria. En 2021 los precios en Estados Unidos aumentaron 7% -la más alta en casi 40 años- y a febrero de este año la inflación interanual fue de 7,9%.

La guerra en Ucrania disparó los precios de alimentos y energía, lo que elevó todavía más las proyecciones de inflación en todo el mundo.

Eso afecta directamente a Argentina porque junto con la enorme cantidad de elementos que compra de otros países –insumos, materias primas, combustibles- también importa inflación.

El caso de Argentina es particularmente delicado porque esa inflación importada se monta sobre la local. Si el país ya tenía serias dificultades para bajar de los 50 puntos de inflación anual en un mundo no inflacionario, difícilmente pueda hacerle en el contexto actual.

Nada suma a este panorama de por sí complicado el ruido político de la interna en el frente gobernante. Poco podrán hacer el presidente y su ministro de Economía por reducir la incertidumbre si el secretario de Comercio Interior pronostica que “esto se va a poner feo” y luego sigue en su cargo como si nada hubiera pasado.

Pese al clima de derrota que intentan instalar desde dentro del Gobierno, algunos datos estadísticos abren alguna luz de esperanza.

El crecimiento constante en términos reales de la recaudación le permitirá al Estado aumentar las partidas destinadas a atender la crisis social que enfrentan los sectores más vulnerables sin comprometer las metas de gasto público acordadas con el FMI.

Algunas medidas en ese sentido ya se anunciaron como el bono para los jubilados que ganan la mínima o mejoras en los planes sociales y la tarjeta Alimentar.

En el plano del comercio exterior, la suba en los precios internacionales de los granos, el ingreso de los dólares de la cosecha y la revalorización de las monedas de los países limítrofes, particularmente la brasileña, abre buenas expectativas.

Además, los datos del INDEC muestran que la industria tuvo en febrero un avance interanual de 8,7% y la construcción 8,6%.

La primera revisión en el marco del acuerdo firmado con el FMI, prevista para marzo, está bien encaminada, lo que habilitará el desembolso de los primeros 4.100 millones de dólares.

En lo referente al déficit fiscal primario, la meta para el primer trimestre fue establecida en 222.300 millones de pesos, equivalentes a 0,3% del PIB. A febrero pasado el desequilibrio primario acumulaba 92.982 millones de pesos (0,1% del PIB), lo que deja al Gobierno un margen de déficit de  129.000 millones solo para marzo, según el análisis que hizo la consultora PxQ, de Emanuel Álvarez Agis.

Otro aspecto central del acuerdo, el financiamiento monetario al Tesoro, también muestra una situación controlada: con datos al 23 de marzo, el Banco Central acumula adelantos transitorios al Tesoro por 122.000 millones de pesos con lo cual se mantiene por debajo de la meta de 236.800 millones de pesos.

 

Caras nuevas en Misiones

Con los dos principales frentes políticos de alcance nacional enfrascados en intrigas palaciegas que tienen como único objetivo llegar al poder, aunque sin ideas muy claras respecto a qué hacer con él, no solamente crecen los libertarios, también lo hacen los espacios provinciales que puedan apoyarse en buenas gestiones de gobernadores e intendentes.

El caso de la renovación en Misiones resulta paradigmático. Mientras la crisis arrastra a prácticamente todos los dirigentes que tienen la responsabilidad de llevar adelante una gestión, el gobernador Oscar Herrera Ahuad y el intendente posadeño Leonardo “Lalo” Stelatto sostienen sus imágenes positivas superiores al 70% en las mediciones periódicas que hace la consultora CB.

Con leves variaciones mensuales, ambos se mantienen entre los tres primeros lugares de sus respectivos rankings nacionales (de gobernadores e intendentes) desde que iniciaron sus mandatos.

Más allá de lecturas cortoplacistas, la estrategia electoral de “boleta corta” que adoptó Misiones cuando los demás espacios de la provincia se hacían lugar a codazos para protegerse bajo el paraguas de algún frente nacional, demostró ser la adecuada para un espacio que se propone mantener el interés de Misiones por encima del interés político de los partidos de Buenos Aires.

Ese perfil provincialista e independiente de los mandatos emanados de los armados de la cuestionada política nacional animó a independientes a acercarse a la renovación y al Gobierno a sumar a la gestión pública, incluso en lugares de jerarquía, a ciudadanos que llegan sin una historia de militancia proselitista, pero sí con el respaldo de una trayectoria reconocida en algún ámbito y la voluntad de trabajar en defensa de los intereses de la provincia.

Así se sumaron reconocidas figuras del deporte, la cultura, del ámbito profesional y empresarios. Las más recientes incorporaciones fueron las del músico Gervasio Malagrida al frente del ministerio de Cambio Climático; Fernando Santacruz, docente universitario, presidente de la fundación Usina de Ideas y creador del programa “Vecino Sustentable” como titular de la recién creada subsecretaría de Economía Circular y la conductora de radio y TV Belén Hernández como secretaria de Cultura de la Municipalidad de Posadas.

Los dos primeros, incluso, estuvieron en la vereda de enfrente de la renovación en algún momento de su trayectoria, pero hoy reconocen que los cambios reales se producen desde adentro y ensuciando los pies en el barro, con compromiso.

Desde el Gobierno señalaron que las nuevas incorporaciones son parte de una convocatoria amplia y generosa del Frente Renovador a todos los ciudadanos misioneros que se sientan atraídos por la vocación de trabajar en favor de esta provincia y mejorar el futuro, sin rivalidades, en concordia. “Es una gran apertura de seguir convocando actores de la sociedad que no necesariamente deben estar alineados”.

Muchos ya están pensando en las intendencias de 2023 y ven que les resultará difícil llegar como parte de alguna de las boletas de los devaluados espacios nacionales, especialmente teniendo en cuenta que siempre que se eligen cargos ejecutivos, la renovación arrasa en las urnas.

Juntos por el Cambio en Misiones también sufre por el crecimiento de los libertarios que le quitan votos. El radicalismo con sus permanentes internas, sus peleas que se hacen públicas y su falta de vocación para gobernar queda cada vez más expuesto.  Por ello, el armado de Cambiemos se hace cada vez más inestable e insostenible en el tiempo. La gente percibe que se juntan para las elecciones y después se pelean sin parar.

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