Historias de Misiones | El Parque Japonés, donde bailaban los posadeños: tenía cuatro pistas apodadas según las clases sociales, se incendió y ambientó historias de aparecidas

El lugar brilló desde los años 40 hasta mediados de los 60. Estaba separado del Anfiteatro Manuel Antonio Ramírez por una calle y quedaba exactamente en Sargento Cabral y Roque González. Tenía cuatro pistas bailables, apodadas discriminatoriamente de acuerdo a las clases sociales que las frecuentaban. Hay anécdotas de aparecidas. En 1956 un incendio destruyó el lugar.

Antes y ahora. La toma de arriba es desde el Parque Japonés hacia el Anfiteatro. Y la de abajo es a la inversa: desde la explanada del Anfiteatro.

Había sido una residencia de los hermanos Barthe, luego los Yamaguchi la trasformaron y le dieron fama. El periodista César Sánchez Bonifato, con su memoria y habilidad descriptiva, publicó que “Era la residencia sobre el río, de los poderosos hermanos vasco-franceses Juan, Emilio y Domingo Barthe. Llegaron a poseer varios negocios, barcos fluviales, astilleros, hoteles y campos en la Argentina, Brasil y Paraguay. En la década de 1940, los japoneses Yamaguchi, que administraban el Café Tokyo (Donde hoy está el restaurant La Querencia), centro social del Posadas de entonces, se quedaron con el lugar, construyeron cuatro pistas bailables sobre las barrancas del Paraná y la llamaron Parque Japonés”, relató “Fuma” en el grupo de Facebook Posadas del Ayer.

El ingreso al Parque japonés (Arriba) y una de sus vistas más características (Abajo)

 

Fulvia Bordón, también sumó más información en ese mismo sitio de la red social: “El Parque Japonés, construido en los 40, fue destruido por un incendio alrededor de 1956. La edificación era propiedad de la familia Yamaguchi”.

 

El Parque Japonés y sus pistas

En tanto que Corina Otazu de Fiorino, detalló coincidiendo con muchos testimonios de aquella época, que había cuatro pistas para bailar, y que habían sido apodadas discriminativamente por el ingenio popular: La pista Puloil (un polvo limpiador) era la que frecuentaban las empleadas domésticas; la pista Saldos y Retazos, era la de las empleadas de las numerosas tiendas de entonces; a la pista Palmolive bajaban los integrantes de la clase “media”; y finalmente a la pista Caté, asistían los que se consideraban de la clase “alta”, describió Otazú de Fiorino en el grupo Posadas del Ayer.

La imagen incluye la escalera de acceso al Anfiteatro y en primer plano una de las cuatro pistas bailables del Parque Japonés

 

También escribieron que el Parque Japonés fue el lugar de encuentro de las clases y sectores sociales al momento de la música y el baile populares en Posadas. Era un “templo del esparcimiento», impulsado por Kiyhosi Yamaguchi y sus familiares.

José Antonio Bertrán testimonió que “Don Kiyoshi fue el impulsor de la Asociación Japonesa, colaboró protagónicamente con la inmigración japonesa en el Paraguay (Itapúa), y junto a sus hermanos emprendieron el Bar Tokio y el Parque Japonés. Tuvieron el mérito de detectar la importante demanda de lugares de esparcimiento para las distintas clases y sectores sociales de nuestra ciudad y la región”.

Arriba: Los Yamaguchi en las instalaciones del Parque. Abajo: Don Kiyhosi Yamaguchi

 

La aparecida del Parque Japonés

El relato es del escritor Jorge Lavalle. Lo publicó en su libro “Releyendo mitos”, publicado por la Editorial Universitaria.

Los muchachos se sentaron en una mesa en la plaza Nueve de Julio, sobre la calle Bolívar, desde enfrente vino el mozo a preguntarles que se iban a servir y los cuatro pidieron cerveza. El bar Tokio se iba animado, ya la gente salía a divertirse ese sábado de primavera que estaba un poco más fresco, aliviando el calor que habían tenido todo el día en la ciudad de Posadas. Miraban pasar los autos y saludaban a los conocidos, así pasaron más de una hora y varias botellas.

-¿Qué vamos a hacer ahora? – preguntó Carlos, con el vaso en la mano.

-En el Parque Japonés hay baile, podemos ir allá- le contestó Ricardo.

-Si puede ser, aparte, no hay otra cosa – acotó Mariano que estaba algo apático.

-¿Y a vos que te pasa?- dijo Víctor mirándolo extrañado.

-No me pasa nada, es que Laura viajó a Buenos Aires y estoy un poco triste.

-Ahora es cuando tenés que aprovechar para ponerte alegre- le dijo Víctor y todos lanzaron la carcajada.

-Bueno al Parque Japonés entonces- animó Carlos y todos se pararon y caminaron hasta el auto de Ricardo que estaba estacionado sobre la calle Colón apuntando al norte, directamente al rumbo que se habían fijado.

Siguieron la calle hasta el final, donde se podía ver a la gente haciendo fila para sacar la entrada. Ya la música poblaba el aire y la banda se escuchaba desde la calle animando y apurando a los que todavía esperaban afuera. Ellos entraron y se fueron a la pista “Caté”, que siempre era el primer intento, si no pasaba nada se podía buscar en la “Palmolive” o la de “Saldos y retazos” y en ultimo caso en la “Puloil”, pero tratando de que nadie los viera.

Todos salieron a bailar, pero Víctor al rato dejó a la dama con la promesa de que más tarde seguirían bailando, andaba cavilando mirando toda la gente y saludando a los conocidos, se tomó otro trago y enfiló para el lado donde había dejado a la dama. De pronto como aparecida de la nada una mujer hermosa de vestido blanco se topó de frente con él casi chocándolo.

-Disculpe no la había visto- dijo él avergonzado.

-No, es culpa mía que estaba distraída, hace tanto que no salgo a bailar que ya perdí la costumbre.

-Vamos a bailar entonces, no vaya a ser que se olvide como era. ¿Cómo es su nombre?

-Carmen- contestó y comenzó a caminar hacia la pista.

Salieron contoneándose al ritmo de un tango que comenzaba a ejecutar la orquesta, siguieron un buen rato moviéndose al compás de la música hasta que ella le pidió para tomar algo. Se sentaron en una de las mesas y él se levantó para ir a comprar el trago, al hacerlo sintió una ráfaga de viento que hizo temblar a su compañera. Entonces él se quitó el saco y lo puso sobre sus hombros alcanzando a ver su reloj cuando lo hacía, estaban por dar las doce en punto.

Cuando regresó con la cerveza no logró encontrarla, la buscó durante una hora hasta convencerse que se había ido. Los demás lo estaban esperando en una mesa, menos Mariano, que siguiendo su consejo se seguía divirtiendo. Lo esperaron un rato hasta que decidieron que era mejor dejarlo que se arreglara solo, y salieron otra vez con rumbo al centro.

-¿Así que se llevó tu saco? Mirá vos la muchacha.

-Te digo que era hermosa, la chica más linda que vi, no me importa tanto el saco- contestó Víctor al comentario luego de haberles relatado la historia en el auto.

-¿Tenías algo en los bolsillos?- preguntó Ricardo sin dejar de manejar.

Recién en ese momento él se dio cuenta de que su billetera con los documentos y algo de dinero habían quedado en el bolsillo interno, iba a ser difícil de recuperar, ni siquiera sabía el apellido de la chica desconocida. El lunes fue hasta la redacción del diario El Territorio y pidió que publicaran un aviso ofreciendo recompensa a quien devolviera los documentos extraviados ese sábado. No tuvo respuesta inmediata y nadie parecía haber visto a la chica que había estado con él, o no podían recordarla exactamente como para reconocerla.

Grande fue su sorpresa cuando a los pocos días de publicado el aviso llegó un hombre que se presentó con su saco en una mano y la billetera en la otra. Él lo hizo pasar y luego de agradecerle y recompensarle por haberle devuelto sus documentos y el dinero, le preguntó dónde lo había encontrado.

-Yo soy sereno del Cementerio y encontré el saco sobre la tumba de una tal Carmen Areco, que murió hace como 20 años.- fue la respuesta del hombre antes de despedirse, dejándolo con la certeza de que ya nunca la volvería a encontrar.

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Hoy estaría frente al Parque Paraguayo, frente al Anfiteatro y a pocos metros de la Costanera y del Paraná. Sus pistas cobijaron a damas y caballeros de distintos perfumes y alcurnias, en un clasismo social hoy vetusto y en desuso. Escenario del inicio de miles de romances, pasiones y matrimonios, hoy solo forma queda en la memoria de muchos y en pocas fotos. Son Historias de Misiones, que vale la pena reforzar su cuidado.

 

Fotos y testimonios: Grupo de Facebook Posadas del Ayer

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