Científicos argentinos elaboraron un atlas de la emisión de gases de efecto invernadero, precursores del ozono y otros contaminantes del aire provenientes del sector energético y del transporte.
Año tras año la contaminación ambiental crece en el mundo. Y en la Argentina también se han incrementado lenta, pero sostenidamente desde los años 90, potenciado por los sectores de la agricultura y la energía que condujeron a tener más Gases de Efecto Invernadero (GEI).
«Si bien la Argentina no llega a representar el 1% de las emisiones de gases de efecto invernadero dentro del grupo de países, cuando se analiza el aporte per cápita ese número trepa a 10 toneladas de dióxido de carbono equivalente, que es más que lo que contamina un mexicano, un italiano o un brasileño», explicaron a Infobae a fin de 2017 desde Climate Transparency, una entidad que agrupa científicos, universidades y ONGs de todo el mundo.
Así, a nivel mundial, nuestro país se ubica en la posición 28 de una lista de 220 países, de acuerdo con el volumen de emisiones atmosféricas contaminantes (dióxido de carbono, óxidos de nitrógeno y otros gases), derivadas del sector energético.
Eso significa que aporta un 0,6% de la cifra global y el 17% de todo Sudamérica. Así lo revela el detallado inventario de emisiones atmosféricas contaminantes (correspondientes al 2014) elaborado por científicos del CONICET, de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
El informe también indica que China emite 50 veces más en su conjunto que Argentina, aunque en emisiones per cápita el gigante asiático apenas nos supera en un 60% (7,4 versus 4,7 toneladas/año). En tanto, Estados Unidos emite 27 veces más que Argentina y alcanza las 17,5 toneladas per cápita por año.
El Observatorio de Mauna Loa, administrado por el gobierno de los Estados Unidos y ubicado en Hawai, alertó que el stock de las emisiones de dióxido de carbono acumuladas en la atmósfera es ahora un 30% mayor al vigente en 1959 y han trepado en abril último a 411 ppm, o sea, el valor más alto registrado a la fecha.
Hay que recordar que 450 ppm es un valor sumamente crítico que no debe ser superado si queremos que la temperatura mundial no aumente más de 2 grados centígrados y de una manera peligrosa para el desarrollo de la vida en el planeta.
«Es importante contar con datos estadísticos confiables para diseñar políticas públicas», afirmó el director del estudio, el doctor Enrique Puliafito, investigador independiente del CONICET y director del Grupo de Estudios Atmosféricos y Ambientales en el Centro de Estudios para el Desarrollo Sustentable (CEDS) que depende de la Facultad Regional Mendoza de la UTN.
Siguiendo protocolos internacionales, el inventario se armó a partir de un relevamiento por sectores de la actividad energética a partir de datos públicos. «Con esta información, se pueden calcular las emisiones producidas usando coeficientes que relacionan el tipo de combustible usado (gas natural, gasoil y otros), el tipo de instalación, la tecnología, la antigüedad y otros factores», explicó Puliafito, que trabajó con David Allende y María Florencia Ruggeri, de la UTN; y Paula Castesana, de la UTN y de la UNSAM en la elaboración del inventario.
Tal como describe la revista científica «Heliyon», el atlas elaborado por Puliafito y sus colegas muestra que el sector de transporte es la mayor fuente de contaminación: contribuye con el 56% de las emisiones. En el caso particular de gases de efecto invernadero, produce 58 millones de toneladas de equivalentes de dióxido de carbono o CO2eq (40%), originado sobre todo por autos, camiones y colectivos (88%). Lo siguen la generación de electricidad (28%), el sector residencial y comercial (22%) y la producción de cemento y refinerías de petróleo (10%).
La vivienda impacta en promedio con el 29% de las emisiones, de las cuales el 39% son gases de efecto invernadero, el 37% son contaminantes de la calidad del aire y el 10% son precursores del ozono. Sin embargo, los promedios ocultan muchas diferencias. Así, una vivienda del noroeste del país consume 8 gigajoules (GJ) de energía per cápita o 32 GJ por vivienda; en cambio, una de la Patagonia consume 38 GJ per cápita o 130 GJ por vivienda. «Para que se aprecie este valor, una heladera con freezer funcionando todo el año consume aproximadamente 0,2 GJ, lo mismo que 4 lámparas de bajo consumo durante 8 horas por día durante todo un año», señaló Puliafito, también director del CEDS.
De acuerdo con el especialista, su grupo ya está trabajando en la posibilidad de usar estos mapas para ayudar a anticipar la calidad del aire, en forma análoga a los pronósticos meteorológicos.
«Podrían prevenir a la población de eventos de contaminación severos que pudieran afectar la salud, tales como erupciones volcánicas, incendios o emisiones excesivas asociadas a situaciones meteorológicas adversas», afirmó Puliafito quien fue integrante de cuatro proyectos del «Laboratorio Atmosférico para la Ciencia y Aplicaciones» (ATLAS) del Space Shuttle de la NASA entre 1989-1994.
Con información de la Agencia CyTA-Instituto Leloir
(Fuente: Infobae)