Escalofriante testimonio: «Antes de seguir así, que mi ex me mate»

El escalofriante testimonio de Patricia, una mujer que no soporta más la violencia de su ex marido. «Esto no es vida», lamentó. Contó que debió hacerse tatuajes para tapar las cicatrices provocadas por los golpes. La situación se complicó luego de que tuvieran que mudarse de Olavarría a Quilmes para tratar al hijo de ambos, que sufre síndrome de Goldenhar.

Las consecuencias de la violencia de género han superado todo tipo de barreras y una de ellas es que logró traspasar el pensamiento del agresor hacia la víctima, que en muchos casos cree que ya no tiene salida. La situación de Patricia puede estar incluida en ese grupo. Los últimos años fueron una pesadilla para esta mujer de 32 años y con dos hijos a cargo, que hoy afirma tener en claro «que es mejor dejar que mi ex me mate, antes que seguir sobreviviendo, porque esto no es vida». La víctima sostiene que «se cumplió todo lo que él dijo: me quedé sin casa, sin trabajo, me volví una completa ermitaña».

La vida de Patricia cambió apenas diez días después de contraer matrimonio con el acusado, identificado como Raúl S. Según relató la víctima, ellos tomaron la decisión de formalizar su relación para que el hijo de ella, que hoy tiene 7 años, pudiera operarse. Nicolás padece síndrome de Goldenhar, una enfermedad poco frecuente que le provocó a este niño la pérdida de la visión en el ojo izquierdo y de la audición en el oído izquierdo, parálisis facial del mismo lado y malformación craneal, entre otras cosas.

El primer episodio de violencia física fue «cuando Nicolás estaba internado, se enojó por la ropa que me iba a poner». A partir de ahí todo se convirtió en una pesadilla. Los cuatro vivían en Olavarría pero por la internación del menor se habían trasladado a Quilmes, mientras el chico se trataba en el hospital Garrahan. Patricia, mientras, trabajaba para el Ministerio de Salud en el hospital Iriarte de esa localidad bonaerense. «Él me llevaba y me iba a buscar. Se quedaba con mi sueldo», agregó la víctima.

Después de que consiguiera separarse, los hostigamientos fueron aumentando y la vida laboral de Patricia comenzó a complicarse. Debió cambiar de oficina en el mismo hospital y de horario para que el agresor, que reincidió en los hechos de violencia, no la encontrara. Y luego decidió abandonar Quilmes para mudarse a otra localidad que no dio a conocer para resguardar su seguridad. Si bien «trabajé un año y medio para el ministerio, hace pocos meses me comunicaron que me dejaron sin empleo por abandono de cargo y nadie me da una solución. Me dejaron de pagar y sólo recibí un llamado con la noticia».

En medio de esta pesadilla laboral, Patricia sufrió los castigos del agresor, a quien acusa de «viajar 500 kilómetros sólo para pegarme; corta la luz de mi casa cuando sabe que Nico tiene aparatos conectados; entra por la ventana con un encendedor y un aerosol; me golpea en la calle… Una Navidad estuvimos los tres encerrados por miedo a que apareciera». Además, relató que «mi hijo mayor está entrenando artes marciales para defenderse y yo me tuve que hacer tatuajes para tapar mis cicatrices de los golpes». «Sólo quiero algo que me demuestre que él no tenía razón», cerró Patricia, quien pide casi a los gritos tener paz.

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