Picazo: “A Angélica la mataron como un perro al que no querían”

a mañana del 27 de septiembre de 2012, Angélica Ramírez, de 14 años, apareció asesinada a golpes en un descampado a la vera de la calle Pionero Kuhn, en Puerto Rico. Más de dos años después, el Tribunal Penal 1 de Posadas condenó a Francisco Bourscheid, de 52 años, a prisión perpetua. La huella de su zapatilla en la tierra roja de la escena del crimen fue la clave de la investigación para cerrar un caso motivado por la violencia de género y que el racismo trato de encubrir.
La fiscal Liliana Picazo despliega un mapa en su despacho. Lo mira de lejos y explica a Infojus Noticias cómo fue la investigación con la que lograron condenar a Bourscheid. Hace poco menos de un par de semanas que terminó el juicio y todavía recuerda palabra por palabra su alegato. “Yo no escribo, conozco la prueba de punta a punta porque me involucro en la investigación, me paro y hablo”, dice Picazo que está convencida de algo: “A esta nena la mataron como a un perro que no querían”.

 

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Para explicar el hecho, Picazo usa los mapas y las fotos que usó en el debate oral para probarlo. Agarra un papel de su escritorio y para graficar la zona dibuja un camino que se bifurca en dos. En esa bifurcación –encrucijada le llama ella– la tarde noche del 26 de septiembre de 2012 Francisco Bourscheid estacionó con su camioneta roja con la que habitualmente hacía el reparto de pan. El dirá que fue para tomar unos mates con un acompañante ocasional al que había levantado para acercar a su casa. La justicia que estaba esperando a Angélica para matarla.

“La estaba esperando”

Nelson Ramírez dice que Bourscheid la tenía “encaramelada” a su hija. “La endulzaba con plata, le decía que si se portaba bien con él le iba a festejar los 15 años”. Para Nelson el Panadero la mató por celos. “Ella se fue a un pueblo con su noviecito como dos semanas y él la perdió de vista, cuando volvió la estaba esperando”, contó Nelson.
Bourscheid sabía que en el barrio de viviendas sociales al que se llega por una picada terrosa vivía la chica. La conocía desde que ella tenía 12 años –aunque él le haya dicho a la justicia que nunca la había visto– y según declararon testigos él le había prometido pagar su fiesta de quince. Bourscheid sabía también que a eso de las 20, Angélica salía de su casa camino al centro. Sí o sí debía pasar por la encrucijada donde estacionó su camioneta. “Por eso –dice la fiscal– la esperó ahí por más de 40 minutos”.

 

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“Él se pone en la encrucijada, estacionado en un lugar que obstruía parcialmente el tránsito a un horario de mucha circulación”, cuenta Picazo y eso será clave: “A todos los que pasaban les molestaba la camioneta, muchos lo conocían, Puerto Rico es chico y a él lo tenían por su trabajo, el “Panadero” le decían, pero él solo era repartidor”.
Tres amigas pasaron por el lugar. Una de ellas vive a unos 20 kilómetros de Puerto Rico y trabaja en un supermercado. Enseguida reconoció la camioneta. Bourscheid era el encargado de llevar el pan. “Al otro día reciben el pan, y cuando ella va a cobrarle le ve en el brazo unas lastimaduras que le sugirieron rasguños”, cuenta Picazo y aclara que esa mañana la noticia del hallazgo del cuerpo de Angélica había explotado en los medios de la zona. El dato clave: el cadáver estaba en un descampado a pocos metros de donde habían visto la camioneta. “Ella llama a las a amigas y les recuerda la situación y comenta que lo vio y que tenía el brazo lastimado, también se lo cuenta a un amigo que es policía”, relató la fiscal.

La prueba del delito

Con ese indicio, la policía de Misiones fue a ver a Bourscheid. “Le preguntan si efectivamente estuvo en ese lugar. Él dice que sí, que estaba ahí porque tenía que ir a ver a su hermano, que vive por la zona”, cuenta Picazo y enseguida aclara: “Pudimos comprobar en la investigación que estaban peleados”. La policía vio lo mismo que la mujer del supermercado: las lastimaduras en los brazos del Panadero eran notables.
La justicia emitió la orden de allanamiento para la casa de Bourscheid. Con dos testigos de la zona, los peritos y la policía entraron al lugar. “Filmamos todo para tener la prueba de que se hacían las cosas como corresponde”, contó Picazo.
Debajo de una silla, un par de zapatillas. El perito la tomó y la dio vuelta: la tierra roja en lo surcos le llamó la atención. Más aún cuando notó que el dibujo de la suela coincidía con el que había visto en la escena del crimen. “Cuando el perito declara –contó Picazo– dice que cuando vio la suela su cabeza viajó a la huella del lugar del hecho, ‘acá estamos ante algo grande’, pensó”. Y las pruebas de laboratorio le dieron la razón: una muestra de sangre hallada entre la tierra del calzado reveló que era de Angélica.

 

Bourscheid quedó imputado por “homicidio agravado por ensañamiento y alevosía”.

 

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Decían que se la tragó la tierra: él era la tierra”. En el marco de la hipótesis de la fiscal que fue avalada en la sentencia por los jueces, Bourscheid cargó a la chica en su camioneta y la llevó al descampado. Ahí la mató a golpes en la cabeza con un tronco de pino.
El horario de la muerte se estima que fue alrededor de las 21. “Bourscheid insistía fervientemente en demostrar que a esa hora estaba en otro lugar”, explicó la fiscal que se valió de las fotografías de la escena del crimen para desestimar las primeras versiones que hablaban de que la chica había muerto dos horas antes del hallazgo del cuerpo. A la fiscal no le cerraba.
“El cadáver habla”, dice y explica que se puso a mirar detenidamente las fotos del cadáver: “Al cuerpo lo encuentran 6.45. La mano muestra en apariencia rigor mortis, las piernas estaban juntas y al darla vueltas se separaron. Es decir que el rigor mortis –que empieza en el mentón y va bajando lentamente hacia las extremidades inferiores– no había llegado a las piernas. Habían pasado unas 8 horas, es decir que Angélica había muerto cerca de las 21. Una reautopsia confirmó el dato”, explicó Picazo.
En la primera autopsia también se dijo que el cuerpo tenía más de diez marcas de quemaduras de cigarrillo y que había sido abusada sexualmente. La fiscal explicó que los análisis de laboratorio demostraron que las marcas no eran quemaduras sino picaduras de unas hormigas coloradas misioneras.
También en el laboratorio se confirmó que las uñas de la chica no tenían restos de ADN: “Las marcas que parecías rasguños eran por la Santa Rita, una planta con espinos que hay en zona”. También se descartó con la investigación el abuso sexual.
Con los indicios de tiempo, lugar y modo la fiscal dice que tenía todo para condenar al Panadero. “Testigos la ven a ella por última vez en esa encrucijada y a él, a esa misma hora, también lo ven ahí”, contó Picazo.

 

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Puerto Rico es una localidad ubicada a unos 130 kilómetros de Posadas. Fundada a fines de 1919, fue creciendo en población a partir de los colonos polacos y alemanes que fueron desplazando a los guaraníes de las tierras. “Se fundó una estructura social dividida, que ellos mismos llaman de gringos y criollos”, cuenta la fiscal y agregó: “Los gringos son los que dominan la escena de poder en ese lugar”.
Todo este entramado social hizo que el crimen de una chica pobre de Puerto Rico tuviera sus bemoles. Lo que parecía simple en la investigación, en el juicio se complicó: “Vino mucha gente a mentir”, explicó la fiscal y señaló a los testigos que quisieron sembrar hipótesis alternativas que dejaban fuera del escenario a Bourscheid. “Se puso en duda la legitimidad del allanamiento y se dijo que se plantó el ADN en la zapatilla”, explicó la fiscal. “La filmación demuestra la limpieza procesal del allanamiento”, dijo Picazo que no duda en afirmar: “La comunidad marchaba por Angélica hasta que aparece imputado un blanco, un gringo”. Para reforzar su idea, la fiscal recordó las palabras del perito durante el debate oral: “Cuando vi la suela de la zapatilla y la pericia demostró que había sangre de la víctima, sentí una gran satisfacción y alivio, porque tengo hijos de esa edad, y después una gran tristeza, porque el pueblo no lo entendió”, contó.

 

“En el pueblo quisieron tapar todo, pero yo no me quedé quieto y la justicia tampoco”, reflexionó Nelson Rodríguez que espera viajar el 8 de diciembre a Posadas para conocer los fundamentos del fallo que condenó al asesino de su hija a prisión perpetua.

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