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Francisco criticó a «los mercaderes de carne humana» que esclavizan a inmigrantes

El papa Francisco pidió hoy acabar con «los mercaderes de carne humana que quieren esclavizar a los inmigrantes y refugiados», en alusión al Día Internacional del Inmigrante, celebrado ayer.

Durante el discurso que precede al tradicional Ángelus que celebra cada domingo, Bergoglio agradeció a «todos aquellos que trabajan con los inmigrantes para defenderlos de los que el Beato Scalabrini denominó `mercaderes de carne humana`», según un cable de Efe. 

«En estos momentos pensamos en tantos refugiados, en su sufrimiento, su vida, sin trabajo y sin documentos», recordó el pontífice para, después, pedir a la gente que abarrotó como cada domingo la plaza de San Pedro, dirigir una oración hacia estas personas que «viven situaciones graves y difíciles».

A ellos, a las personas que padecen esta situación, el papa instó a dar constancia de «los valores de sus culturas de origen» y «a vivir en paz en los países que les acogen».

Además, el sumo pontífice saludó desde la ventana a varias comunidades étnicas romanas que acudieron a escuchar sus palabras.

El papa tiene prevista para la tarde de hoy (a las 12 hora argentina) una visita a la parroquia romana del Sagrado Corazón de Jesús, donde mantendrá un encuentro con algunos inmigrantes y refugiados en la capital italiana.

Después de estas palabras, el pontífice argentino procedió a explicar el evangelio de hoy, que recuerda el encuentro entre Jesús y Juan Bautista en el río Jordán, y que da inicio al tiempo litúrgico «ordinario», posterior a la Navidad.

«En el Nuevo Testamento, el término `cordero` se utiliza siempre para referirse a Jesús. Esta imagen del cordero podría sorprender ya que no se trata de un animal fuerte y robusto que carga sobre sus espaldas con un enorme peso», indicó el papa.

Entonces explicó que el cordero es una criatura débil y frágil, símbolo de la obediencia, la docilidad y el amor que lleva a su propio sacrifico.

Así pues, Francisco invitó a las personas que le escuchaban a continuar con el ejemplo del «Cordero de Dios», «cambiar la maldad por la inocencia, la fuerza por el amor, la soberbia por la humildad o el prestigio por el servicio».

«Ser discípulos del Cordero significa no vivir como una ciudad asediada, sino como una ciudad sobre el monte, acogedora, abierta y solidaria», subrayó.

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