Hace 140 años Corrientes era invadida por el Paraguay

El 13 de abril de 1865, las tropas del dictador Francisco Solano López invadieron el territorio nacional con dos ejércitos, degollando a los defensores rendidos y cañoneando indiscriminadamente a la ciudad de Corrientes. Así, la República Argentina se veía conminada a participar en una guerra fraticida que nunca buscó. [su_note note_color=»#cdcdcd»]Comenzaba así, sin siquiera una declaración de guerra, la participación argentina en la que luego se denominó la "Guerra de la Triple Alianza", que se extendió durante 5 años y significó la muerte de cientos de miles de combatientes paraguayos, argentinos[/su_note]Hace exactamente 140 años, un 13 de abril de 1865, jueves santo, las tropas del dictador paraguayo Francisco Solano López invadían Corrientes tras reducir a las escasas fuerzas defensoras y cañonear la ciudad.

Comenzaba así, sin siquiera una declaración de guerra, la participación argentina en la que luego se denominó la «Guerra de la Triple Alianza», que se extendió durante cinco años y significó la muerte de cientos de miles de combatientes paraguayos, argentinos, brasileños y uruguayos, y la ruina casi total y el despoblamiento de la vecina nación guaraní.

La cruenta invasión se produjo luego de que el presidente Bartolomé Mitre negara sucesivamente el permiso de cruzar por territorio argentino a tropas brasileñas y paraguayas, enfrentadas desde hacía casi un año en la zona del Matto Grosso, por viejas cuestiones limítrofes. Brasil deseaba atacar al Paraguay desde el sur, y las tropas paraguayas intentaban atacar Río Grande do Sul e intervenir en los enfrentamientos civiles del Uruguay, en donde el reino lusitano y los guaraníes apoyaban a los dos partidos («blancos» y «colorados») enfrentados en la república oriental.

La negativa de Mitre fue acatada por Brasil pero desestimada por López, quien decidió invadir Corrientes con dos ejércitos: uno que invadió la capital y otro que cruzó el Paraná por Candelaria (hoy territorio misionero) y avanzó -dividido en dos cuerpos- hacia Paso de los Libres y Uruguayana.

De esta forma, Argentina se veía involucrada en un conflicto ajeno a sus intereses, que sumió a Corrientes en un extenso período de muerte, terror y pesares inesperados.

La invasión se produjo en la mañana del 13 de abril, cuando el vigía de la cañonera argentina «25 de Mayo», que junto con la «Gualeguay» se hallaba atracada en el puerto correntino, dio el alerta al avistar a una escuadra compuesta por cinco vapores de guerra paraguayos, seguidos por otros barcos de transporte con unos 4.000 hombres a bordo.

La escuadra invasora, ante la vista de cientos de curiosos que se hallaban en la costa, navegó aguas abajo hasta la altura «de la columna fundacional» (hoy equivalente al puente interprovincial general Belgrano), donde viró y volvió aguas arriba, ya del lado correntino.

Se produjo un combate entre los vapores paraguayos y la cañonera «25 de Mayo», cuya exigua tripulación cayó en combate -incluido su comandante, teniente Calvo-. Los marinos rendidos fueron luego pasados a degüello en el mismo puerto capitalino.

La tripulación del «Gualeguay», atracada dos cuadras hacia el levante, se atrincheró en los pedregales de la costa y mantuvo un denso tiroteo con las naves enemigas, hasta que, superada en número y poder de fuego, se retiró al centro de la ciudad.

Los vapores invasores cañonearon indiscriminadamente la capital «con bala y metralla» (al decir del testigo presencial don Pedro Igarzábal), causando una cantidad nunca mensurada de víctimas civiles.

El gobernador de Corrientes, Manuel Ignacio Lagraña, puso en armas a la única compañía de la Guardia Nacional existente (unos ciento veinte hombres), a los que sumó los marinos sobrevivientes y a numerosos voluntarios. Al otro día, sin embargo, ante la llegada de los cuatro mil infantes guaraníes desde Paso de la Patria, debió retirarse hacia San Roque, en donde organizó la resistencia que se prolongaría hasta la reconquista, unos seis meses después.

Numerosos historiadores y testigos de la época pintaron detalladamente la situación ominosa por la que debió atravesar nuestra capital de allí en más, destacándose los relatos del nombrado Igarzábal, Gregorio y Juan Vicente Pampín, y las investigaciones de Manuel Florencio Mantilla, Hernán Félix Gómez y Wenceslao Domínguez.

Este último, en su ensayo histórico «La toma de Corrientes», pinta el ambiente que se vivía en la ciudad: «La menor sospecha era suficiente para el juicio sumarísimo si lo había, y el más leve motivo de patriotismo argentino era castigado con la pena de muerte. Sería largo detallar las condiciones de la tétrica ida en Corrientes; y además, es también bastante conocida» .

Tres correntinos traidores, sumados a las tropas invasoras, conformaron un triunvirato que ejerció la ficción de un gobierno manejado completamente por las tropas paraguayas. Ellos fueron Teodoro Gaúna, Víctor Silvero y Sinforoso Cáceres (estos dos últimos fueron fusilados tiempo después por orden del dictador López, un hombre que culminó su existencia en medio de la paranoia más atroz, como que hizo fusilar a todos sus hermanos y cuñadas y encarcelar a su propia madre).

Otro hecho bárbaro y sin sentido fue el secuestro de cinco señoras de la sociedad correntina, esposas de altos funcionarios provinciales, llevadas como cautivas a Asunción hasta el fin de la guerra. Fueron ellas Encarnación Atienza de Osuna, Victoria Bart de Ceballos, Carmen Ferré de Alsina (a quien se llevaron junto con su pequeña hija), Jacoba Plaza de Cabral y Toribia de los Santos de Sosa. El monumento al libertador Mitre, en la punta del parque homónimo, incluye un grupo escultóricos en sus memorias.

Cuenta el historiador Antonio Emilio Castello en su libro «Historia ilustrada de la provincia de Corrientes»: «La ciudad de Corrientes arrastró una miserable existencia sumida en el temor de las delaciones, de los atropellos y del cautiverio en las cárceles paraguayas. Un día los invasores llevaron a cabo una feroz matanza de indios chaqueños en las calles de Corrientes. Los pobres indígenas vendían desde hacía años leña y pasto, de casa en casa, y como algunos de ellos se negaron a recibir papel moneda paraguayo, fueron exterminados a sablazos y balazos en pleno día».

Sucesivas batallas terrestres y navales (Yatay, Uruguayana, Riachuelo, Puente de la Batería, del Ombú, etc.) fueron minando gravemente el poderío invasor, hasta que el dictador López ordenó la retirada a territorio propio. De los aproximadamente 30.000 hombres ocupantes, retornaron sólo unos 15.000, y de allí en más la guerra continuó en territorio paraguayo, hasta su culminación con la completa derrota paraguaya en 1870.

Ciento cuarenta años después, la histórica fecha pasa un tanto desapercibida y lejana en la memoria de los correntinos. Recordar aquella época bélica, a veces de oprobio, o de gloria y también de vergüenza, no viene mal en la actualidad. Para saber quiénes somos y de qué manera llegamos hasta aquí. (Por Alejandro Mauriño. Escritor, periodista). Momarandu.com

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