El coraje de una madre que viajó a Siria para rescatar a su hija de 19 años, de las tropas del Estado Islámico

Esta es la historia de una madre que viajó por su cuenta a Raqa, el nido del Estado Islámico en Siria, donde los barbudos degüellan a los infieles, para traer a su hija yihadista de vuelta a casa.

Se llama Monique y es holandesa, de Maastricht, en el corazón de Europa. Su hija, Aisha, de 19 años, se convirtió al islam y escapó a Siria por amor, para casarse con un guerrillero del Estado Islámico (ISIS) que había conocido por internet. Pero al cabo de unos meses llamó a su madre y le pidió que la sacara de ese infierno. Su amado la había repudiado y la había casado con otro yihadista. Monique no lo dudó. Se fue a Siria, cruzó un país en guerra, se plantó en Raqa y, no se sabe todavía cómo, logró llevarse a Aisha.

Madre e hija están ahora en Turquía, retenidas en la frontera siria, mientras esperan que las autoridades holandesas expidan un pasaporte a la joven, explicaba ayer a este diario Francoise Landerloo, la abogada de Aisha, por teléfono desde Maastricht.

“Nuestra prioridad ahora es subir a Aisha en un avión de vuelta a Maastricht. Luego veremos qué ocurre en Holanda. Quizás sea vista como una víctima. Sólo tiene 19 años y ha sido muy ingenua. No fue a Siria a hacer la yihad sino por un hombre”, argumenta Landerloo, que representa a una docena de yihadistas holandeses. Aisha es la única mujer y también la única que ha logrado regresar con vida de Siria. La mayoría de clientes de Landerloo, de hecho, son de origen marroquí. Muchos fueron detenidos incluso antes de poder viajar a Siria para unirse a la yihad.

La historia de Aisha tiene un guión parecido al de decenas de jóvenes europeos que se han dejado deslumbrar por el mensaje radical del Estado Islámico, sentados ante un ordenador y mientras sus familias veían con angustia cómo sus hijos se transformaban sin poder hacer nada.

Aisha es el nombre de conversa, pero el verdadero -que la familia no quiere desvelar- es holandés. Hija de padres divorciados, la joven vivía con su madre y su hermana en Maastricht. “Es una chica con mucho talento, toca el piano de maravilla. Estaba en el conservatorio y enseñaba a niños”, explica la abogada.

Una adolescente corriente, al menos en apariencia. Hasta que se enamoró de Omar Yilmaz, un joven holandés de origen turco que se había alistado en el Estado Islámico. “Aisha lo vio por televisión y se quedó prendada. No paró hasta que lo conoció, a través de Internet. Y empezaron una relación a distancia”, relata la abogada. “Lo veía como una especie de Robin Hood”, ha explicado la madre a la cadena de televisión holandesa NPO.

En enero, la joven ya se había puesto el niqab (velo integral) y pretendía viajar a Siria para casarse con su novio. Pero las autoridades holandesas, que le seguían la pista, le negaron el pasaporte al considerarla un elemento peligroso, cuya radicalización súbita indicaba que quería salir del país para unirse a la yihad. Fue entonces cuando Aisha contrató a Landerloo, conocida como la abogada de los yihadistas.

La familia trató inútilmente de quitarle de la cabeza su obsesión. “¿Qué quiere hacer en Siria, un país en guerra, una chica holandesa como tú? ¿No ves que aquí tienes una vida buena?”, le decía su madre. No sirvió de nada. Y no podían hacer nada. “Es mayor de edad y no puedes encerrarla para siempre en casa”, afirma la abogada.

Aisha no esperó a tener el pasaporte. En febrero, sólo con el carnet de identidad, se fugó a Turquía. De allí, como tantos yihadistas europeos, se coló en Siria.

Ya en territorio del Estado Islámico, se casó con su Yilmaz, que fue soldado del ejército holandés y ahora emplea en la yihad sus conocimientos militares (en los videos yihadistas aparece como francotirador). Landerloo, como la familia, mantuvo el contacto con ella durante aún unos meses. Pero en mayo Aisha dejó de responder al teléfono y a los correos electrónicos.

Desesperada, la madre removió cielo y tierra. En octubre, viajó a Turquía para localizar a su hija. En vano. Hasta que hace unas semanas recibió una llamada de Aisha. “Le dijo que estaba en Raqa y le pidió que por favor la sacara de allí. Parece que Yilmaz, tras unos meses de matrimonio, la entregó como esposa a otro yihadista”, relata la abogada.

“Monique pidió ayuda a las autoridades holandesas, pero dijeron que no podían hacer nada. Que era una misión demasiado peligrosa y no podían arriesgar las vidas de sus soldados. También le aconsejaron que no fuera”, dice Landerloo.

Pero la madre desoyó todas las advertencias. Se fue a Turquía y de allí, como había hecho su hija unos meses antes, entró en Siria rumbo a Raqa, donde el Estado Islámico ha decapitado ya a cinco rehenes occidentales y a decenas de shiítas, kurdos, o enemigos.

“Desconocemos aún cómo Monique ha podido llevarse a Aisha de allí. La familia sólo sabe que ambas están en Turquía, desde donde han llamado para pedir ayuda con el pasaporte”, añade la abogada.

A su vuelta, Aisha deberá responder muchas preguntas. Las autoridades holandesas querrán saber si realmente sólo fue a Siria por amor, como asegura su abogada, o si empuñó las armas en algún momento o participó en alguna de las brutalidades del Estado Islámico. La familia no quiere desvelar su nombre ni demasiados detalles sobre Aisha, porque confía en que algún día pueda pasar la página y comenzar desde cero.

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