Adiós Mauro, adiós héroe…

De tanto en tanto, la vida nos pone ante la curiosa situación de conocer personas maravillosas y llenas de luz; hoy quiero decir que conocer a Mauro Bacigalupi, fue una de ellas. Era el año 1992 y en la pileta del viejo Club Pirá Pytá ambos entrenábamos natación. Y puedo decir con orgullo que fui su amigo, y que lo admiraba.
Y cómo no admirar a un niño que fue un sobresaliente, dentro y fuera del agua. Un excepcional en lo deportivo y, sobre todo, en lo humano.
Cómo no reverenciar más tarde al hombre, del cual nadie puede dar sino loas y elogios, cómo no sentir afecto por un ser humano que nunca dudó en dar una mano a quien lo necesitaba, que vivió su vida honrando los valores que le fueron inculcados desde la cuna, valores de amistad, modestia, decencia, amabilidad, compañerismo y coraje.
Escribo esto porque quiero que sepan que quien nos dejó, no era una persona corriente, no era solo un «buen tipo»; era un ser humano notable, una gran persona de inconmensurable corazón, un profesional increíble, un gigante en el deporte… y aún cuanto más podría decir…
Quiero que todos sepan que no solo vivió de manera trascendente, también se despidió de este mundo de igual manera, con un acto de ilimitado arrojo…
Mauro nos dejó cumpliendo la función que le habían encomendado, salvando vidas de personas que quizás no conocía y entregando heroicamente la suya, por la de ellos.
Y sí, muchos podrán decir que eso «no fue inteligente», pero cómo pedirle inteligencia a la bravura, que «no tuvo dimensión del peligro», pero cómo pedirle a un tiburón que le tema al agua, que «no reguló su ímpetu», pero cómo pedirle a un toro indómito que lo haga, que «no pensó en él antes que en los demás»… bueno, quien quiera decir eso que lo diga, resulta obvio que no tuvo la suerte de conocerlo.
Es por eso Mauro que hoy, que ya no estás, duele y duele mucho, y no es un dolor común, porque como queda claro, no fuiste un hombre común…
Pero sé que este tremendo dolor que hoy padecemos, pronto mutará en otro sentimiento: orgullo. Orgullo de haber sido amigos, padres, hermanos, esposa o hijo de un hombre grande, de un hombre distinto, de una persona maravillosa, de esas personas demasiado perfectas para un mundo tan imperfecto, de un gran campeón de la vida, en fin… de Mauro Bacigalupi, de hoy y para siempre, al menos para quien escribe: el «Héroe del Paraná».

Eduardo Segovia Mattos

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