Un pueblo que vive de las pelotas

Se llama Quindy, y se encuentra a poco más de 150 kilómetros de la ciudad de Asunción, en Paraguay, sobre la ruta N° 1 que une la capital del vecino país con Encarnación.

Residen allí unas 25 mil personas, el 80 por ciento de las cuales subsiste mediante la fabricación artesanal de pelotas. Las hacen de fútbol, vóley y básquetbol, en todos los tamaños. Para que jueguen los chicos, pero también para que practiquen los profesionales. El 20 por ciento restante se dedica a la agricultura.

«El pueblo vive de esto, antes hubo dos pequeñas fábricas que ya no existen, la gente trabajó en esos lugares, aprendió a coser y después pusieron sus propios negocios. El trabajo es artesanal, la costura es a mano, no tenemos máquinas para eso» contó Alberto, uno de los pobladores que al costado de la ruta ofrece las redondas que él mismo fabricó a quienes transitan circunstancialmente por la pequeña localidad guaraní. Orgulloso, afirmó que «todo el Paraguay sabe que las pelotas se hacen en Quindy».

Pero tanto él como Jorge Rivero Melgarejo, quien es el presidente de la Asociación de Fabricantes de Pelotas, coincidieron en que en los últimos años la importación de pelotas de China, perjudicó la venta y muchas familias dejaron el rubro. Ambos expresaron sus esperanzas en que el nuevo gobierno en el Paraguay, defienda la industria nacional con aranceles más elevados para los productos del gigante asiático.

Don Melgarejo, como lo conocen sus vecinos, explicó que «la materia prima (cuero y cámaras), se compra en Brasil, y del resto se encargan los pobladores de Quindy. Las mayores cantidades de ventas se dan en las festividades de Reyes y día del niño».

Con resignación admitió que a pesar de que viven rodeados de pelotas, no salieron muchos buenos deportistas de ese lugar.

Los precios oscilan entre los 12 mil y 50 mil guaranies, (unos 10 a 40 pesos)

de acuerdo al tamaño.

Como los negocios son familiares, quienes se encargan de ofrecer el producto a los automovilistas y transeúntes, son los más jóvenes, y lo hacen de manera particular, mostrando sus habilidades, haciendo «jueguito», para llamar un poco más la atención de los posibles compradores, y muchas veces quienes pican la redonda por más veces consecutivas, reciben como premio la compra de su producto.

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