Massa y Milei acapararon la atención y dejaron a Bullrich mirando desde afuera en un debate bilardista

Los candidatos de LLA y UP se eligieron mutuamente como rivales en el debate más visto desde que se inició esta práctica y eso los favoreció. Bullrich confirmó su insolvencia en materia de economía y no logró captar la atención en ningún momento. Schiaretti no dio la pelea grande y aprovechó la tribuna para hablarle a su pago chico, pecado que también cometió Bregman que se concentró en el votante de izquierda, aunque eso no la privó de hacer gala de su histrionismo.

El primero de los debates de candidatos presidenciales no dejó más sorpresas que un nivel de audiencia (más de 40 puntos de rating) que resultó inusitadamente alto y que va en contra del supuesto clima de apatía que generan las elecciones. No faltaron analistas que interpretaron esto como síntoma de un alto nivel de incertidumbre generalizado que hace que los votantes busquen elementos que los ayuden a definir su voto.

Entre los expositores primó una estrategia conservadora, fue casi un homenaje a los planteos tácticos del gran Carlos Salvador Bilardo. Ninguno se animó a patear el tablero, a atacar de frente, a intentar sacar de eje a sus rivales, se impuso el instinto de conservar lo propio.

Eso favoreció a los dos candidatos que fueron los más votados en las PASO y que lideran en todas las encuestas: Javier Milei y Sergio Massa, quienes además se eligieron con rivales durante todo el debate. Constantemente se buscaron y se contestaron, dejando afuera a los demás, especialmente a Patricia Bullrich que durante distintos momentos intentaba polemizar con los dos al mismo tiempo sin que ninguno le prestara mucha atención.

Eso les bastó a los candidatos de La Libertad Avanza y Unión por la Patria para afirmarse en el centro de la escena política, espacio que ninguno de los demás expositores logró siquiera disputarles.

Massa llegó como el candidato más expuesto a las críticas, porque es la cara visible de un Gobierno nacional que dista de la perfección, pero además porque viene golpeado por una serie de denuncias y escándalos (la numeróloga de Batakis, las tarjetas de Chocolate y las vacaciones de Insaurralde). Pero logró salir airoso, en buena medida gracias a la falta de intensidad de sus opositores que no consiguieron incomodarlo.

Sí logró instalar algunas de sus propuestas, se lo vio muy sólido a la hora de hablar de economía y de expresar su propuesta de gobierno de unidad, concepto que viene a atender una demanda de una parte muy grande de la sociedad que está harta de los enfrentamientos entre políticos.

Milei mostró una versión edulcorada de sí mismo. Con un tono pausado pero firme y expresión moderada se limitó a mencionar algunos de los ejes de su campaña, pero evitó los asuntos que generan más polémica, como la dolarización.

Como es habitual en los candidatos que lideran las encuestas, el libertario se limitó a no cometer errores y a conservar lo propio. Eso le bastó para hacer su negocio, llegó como el de mayor intención de voto y salió del debate en la misma condición.

Para Bullrich fue una oportunidad perdida. La estrategia conservadora se justificaba para Milei y Massa, porque les alcanza con lo que tienen para ir al balotaje, pero la candidata de JxC necesitaba un golpe de escena que moviera la aguja a su favor.

No solamente que no lo consiguió, sino que volvió a mostrarse como una persona insolvente en materia de economía y con limitaciones para hablar de otras cuestiones. Más allá de sus conocidas consignas en materia de seguridad, volvió a dejar dudas respecto a su capacidad para conducir un país.

Juan Schiaretti se mostró como un dirigente sobrio y solvente, pero aprovechó la tribuna del debate como plataforma para defender su gestión en Córdoba antes que para proyectarse como presidenciable. Sabedor de que sus chances de cara al 22 de octubre son bajas, prefirió reforzar su imagen en su pago chico, donde se jugará su destino político.

Lo de Miriam Bregman fue parecido. Antes que hablarle al público en general, se valió de la exposición del debate para dirigirse al votante de izquierda y sumar protagonismo en ese espacio siempre prolífico en internas.

Esa limitación no le impidió ser la de mejor performance histriónica. En todas sus intervenciones se mostró solvente, suelta y se movió con gracia en el terreno de la chicana: “Javier Milei no es un león, es un gatito mimoso del poder económico”, soltó para beneplácito de la tribuna troska.

 

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