“Jesús, desde esta parábola nos invita a descubrir la bondad de Dios y su proyecto de Reino”, por el presbítero Amaro René Carlos

El camino de Dios o sus planes son distintos de los nuestros porque Dios es trascendente no lo podemos manipular. Los criterios de Dios se realizan en plenitud. No obstante, cuando ingresamos en la lógica del Evangelio descubrimos que estamos llamados a ser perfectos como el Padre que está en los cielos es perfecto (cf. Mt 5, 48).

La parábola de los obreros de la viña nos invita a descubrir a Dios que está presente en la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. La viña es una referencia al pueblo de Dios. Para quienes poseen una viña, el fruto de la vid, las uvas, y con ellas el buen vino, es la meta de todo el trabajo y esfuerzo de sus propietarios y trabajadores. La imagen del Reino de los cielos o Reino de Dios a partir de esta parábola nos introduce en el misterio de Dios. La viña o el campo de trabajo es el lugar donde Dios nos convoca como pueblo para establecer una Alianza con cada uno de nosotros.

El propietario del campo es quien sale a buscar obreros para su viña. La parábola hace referencia en la iniciativa del señor, que no deja de llamar a su viña y dispone de sus bienes a su beneplácito. Las horas de trabajo parecen estar establecidas por contrataciones llevadas a cabo incansablemente por un intervalo de tres horas. A los primeros a las seis de la mañana, a otros a las nueve, más tarde a las doce del mediodía y a las tres de la tarde. A los últimos los contrata a las cinco, cuando solo falta una hora para terminar la jornada. El propietario ha convenido con todos los trabajadores «un denario» (correspondía al pago de un jornal de trabajo).  Sin embargo, lo más importante es que nadie quede sin trabajo y sin su salario conveniente.

Si hacemos una transposición del dueño de la viña a Dios, vemos que todos los que trabajan en este campo son siervos y están al servicio del propietario que es Dios. Es el mismo Dios que convoca a cada uno y nos hace partícipes de su vida, ya que quiere que todos formen parte del plantel de su obra. Es interesante ver el tiempo en el que se realiza la convocatoria. Ninguno acude a la misma hora. La paga es la misma.

¿No nos resulta llamativa esta llamada a distinta hora? ¿Alguno de nosotros se ha puesto a pensar el día y la hora en el que el Señor nos llamó a trabajar en su viña? Es evidente que cada uno de nosotros ha recibido una vocación particular en un momento determinado de su existencia. Los que nos hemos sido llamado desde las primeras horas (algunos somos cristianos desde nuestra infancia) tenemos la ventaja de haber conocido antes al Señor, por eso no debemos de quejarnos al ver recompensados a los de la última hora como nosotros.

Dios invita a trabajar en su viña para permanecer con Él en su «campo de trabajo» que es el mundo. No quiere que nadie se pierda, sino que, al contrario, que todos se salven y encuentren el camino de la salvación. Incluso a aquellos que consideramos que ya no tienen salvación o que han perdido la fe, siempre existe la posibilidad de acercarse a Dios, pues, como decía el Papa Francisco: «Decimos que debemos buscar a Dios, pero cuando nosotros vamos Él nos estaba esperando, Él ya está. El Señor nos primera, nos está esperando. Pecas, y te está esperando para perdonarte. Él nos espera para acogernos, darnos su amor y así va creciendo la fe».

En definitiva, esta parábola nos permite reflexionar en un rasgo desconcertante de Dios. Para Jesús, la bondad de Dios supera los límites propios de nuestra justicia. Su bondad es indeterminada y no se ajusta a la medida de los cálculos humanos.

Además...

ULTIMAS NOTICIAS

Columnas