“El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo”, por el presbítero Amaro Carlos René

La fuerte imagen agrícola de hoy nos ayuda a profundizar no sólo a qué se parece el Reino de los cielos. Aún más, es una invitación a revisar si estamos en parte configurando nuestra vida con el mismo. La línea general de la Escritura este Domingo gira en torno a la bondad de Dios, del Creador que ha sembrado la buena semilla, aquel que hace maravillas. En primer lugar, hay una pequeña diferencia entre la buena semilla y la mala semilla con respecto al trigo. Esto es porque la cizaña no deja de ser también una especie de trigo, pero agreste, salvaje y que no hace bien a nuestro cuerpo.

 

Es algo que exteriormente puede parecer lo mismo, pero internamente, sustancialmente, es lo opuesto. Cuando alguien nos ofrece un regalo envuelto, como está la semilla al plantarla, pensamos que será algo positivo. Y las personas que nos quieren nunca pondrían algo que pueda hacernos daño dentro. Sin embargo, alguien que no nos quiera y busque nuestro mal es capaz de envolver dulcemente el mayor de los venenos. Por eso se debe estar atento, ya que no sólo en el mundo, sino que en nuestro propio corazón portamos ambas semillas que crecen dependiendo de cual cuidamos y atendemos más. Incluso, se puede uno preguntar si en su vida imita a Dios sembrando buena semilla o prefiere ir sembrando cizaña entre los hermanos.

En algunos momentos somos muy rápidos para ver y arrancar la cizaña ajena, aunque bastante lentos con la propia. Sin embargo, existe otro gran peligro cuando el trigo y la cizaña crecen juntos. Y este es que no es fácil distinguir cual tallo corresponde al uno o al otro hasta la siega. Por eso, la cizaña interna es más fácil de eliminar porque podemos ver qué nos aleja o acerca a Dios. Y aun así por medio de la oración, confiando sobre todo en la misericordia y la gracia del Señor. Evitar mirar la cizaña ajena ayudará aún más a realizar esta tarea, además que no nos corresponde a nosotros el arrancarla. Esta tarea es sólo del Señor, «que escruta los corazones», puede ver y distinguir verdaderamente el trigo de la cizaña. Además, que sólo Él conoce bien los tiempos, siendo «clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal».

Cuando llega la hora de la siembra, una cosa ayuda a distinguir claramente el trigo de la cizaña. Mientras que el trigo de buena semilla cuando está rebosante se inclina, la cizaña se mantiene recta y erguida. Esta imagen ayuda a ver claramente los frutos de la buena semilla del Espíritu, que llevan a la humildad y a compartir los dones con los otros; frente a la cizaña que se presenta orgullosamente estirada. A ver esto, nos podemos preguntar ¿qué fruto tiene más peso en mí mismo? ¿Sé donarme como el trigo o me enorgullezco como la cizaña?

En el proceso de dejarnos transformar para ser trigo bueno, en el que Dios mismo va sanando nuestra propia cizaña, es fundamental reconocer nuestra debilidad. En ocasiones podemos ocultar nuestra pequeñez debajo de una pose de superhéroe, sintiendo miedo de mostrarnos tal y como somos. En esos momentos, además, podemos pedir a Dios no aquello que es verdaderamente necesario para nosotros, como ser un buen trigo en medio de tanta cizaña. Sino que puede surgir el deseo de tener el aparente éxito de la cizaña.

El único camino para ser trigo bueno, para germinar como tal y sembrarlo donándose en medio del mundo es seguir la voz del Espíritu. Y al sentir la gracia sanadora y renovadora del mismo, ser sanadores sanados en medio de un mundo lleno de heridas. En mi día a día, ¿soy capaz de vivir acogiendo mis debilidades y siendo dócil al Espíritu? ¿O acaso prefiero esconderme en las súplicas de aquello que no me conviene?

 

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas