“Hoy es viernes”, por Hugo Passalacqua

Cuando el diputado provincial Hugo Passalacqua tenía 19 años escribió este cuento, que más tarde sería publicado en el libro "Antes del Viaje", premiado con la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. Este cuento, "Hoy es viernes", hace referencia a esta fecha, el Viernes Santo, y lo volvemos a compartir en las vísperas de Pascuas.

HOY ES VIERNES

Hoy es viernes, y todos ellos son entre sí diferentes, importantes, únicos. El aquí y ahora del de hoy no son los mismos que los de dos semanas atrás, como tampoco un viernes vivido por Aníbal es semejante a otro vivido por Antíoco III.

Pero no sólo en el aspecto individual son distintos; para cierta doctrina religiosa el viernes por la noche es sagrado y debemos respetarlo. Además todos los días tienen un matiz especial, como por ejemplo el viernes que, para mí, es ocre y triste, y aunque no acierte a explicarme el motivo, sé que siento melancolía y dolor, amor y pasión, pero un extraño goce si consigo soportarlo. Espero yo en este viernes lograr esto último que teorizo en mi mente.

Estoy promediando un viernes más; otro que debo computar para tener así la cronología exacta de mi existencia, para luego sumarlos y que me den meses y más tarde años. Ningún ser humano escapa a esta contabilidad absurda, que es un modo de ordenar todos nuestros momentos, como si se pudiese así ubicar las vivencias en un lugar del tiempo. Ya he pasado los treinta años y no recuerdo qué hice con los días que he vivido; tal vez sea porque hoy es viernes que no deseo recordar. Pero es en vano, éste lo será no sólo por mí, sino por muchísima gente; al menos ésa es mi meta.

Hoy por la mañana he sufrido como nunca; fue horrible. Pero eso prefiero ni pensarlo, ya se ocuparán otros de hacerlo.

Es extraordinario cómo pasan los días; se suceden unos a otros sin que uno pueda hacer nada por detenerlos o acelerarlos. El de hoy deseo con toda mi alma que ya termine: mal horizonte veo al atardecer. Es el día más importante de mi vida y no sé si tendré el coraje de hacer lo que debo hacer. Creo que estoy temblando.

Lástima no saber la hora, supongo que serán las dos. ¡Qué espléndido sol recorre el cielo! Bueno, en realidad en primavera siempre es hermoso; hasta cuando llueve, aunque desde aquí no lo podamos ver. Suerte que no hace mucho calor; pero de todos modos no quiero salir a la calle, no quiero caminar por esta ciudad. Tengo miedo, me siento mal, física y espiritualmente débil, pero debo continuar haciendo pensamientos tontos para evadirme de lo que me espera, a pesar de que nada nos espera, sino que somos nosotros los que vamos a su encuentro. En definitiva hago lo mismo que hacemos todos los hombres ante la existencia que nos envuelve y ahoga: evadirnos. ¿El compromiso? Solo algunos. Pero debo hacer un esfuerzo y salir a la calle, debo comprometerme con ellos. Se han puesto en mí muchas esperanzas; demasiadas quizás para un simple mortal. En fin…, la suerte está echada.

Camino ya por estas calles de suburbio hacia el lugar indicado por ellos. ¿Por qué lo hago así, lentamente? ¡Qué tonto e hipócrita soy! ¿Pretendo acaso llegar más tarde a mi cita? Hablo de compromiso y sólo demuestro cobardía. Pero no, no es cobardía; es que sólo soy un humano tratando de hacer lo inhumano. Por eso ayudo, por eso huyo.

En esta ciudad, con sol o sin él, a la hora de la siesta nunca hay mucha gente en la calle o mirando por las ventanas, pero hoy hay muchas más que de costumbre. ¡Con qué caras extrañas me miran! Parece que quisieran decirme algo. ¡Bah!, imaginación; como buen capricorniano que soy siempre estoy creando misterio donde no lo hay. Además no creo que toda esta gente tenga sospechas siquiera acerca de los que me propongo lograr esta tarde, si bien muchos de ellos ya me conocen y me tildan: unos de estafador y loco, otros de bueno y piadoso. ¿Quién entiende a las personas? Mientras unos te aman otros te desprecian. Creo que nunca entenderán.

¡Pero si aquel es Pedro, viejo amigo!… Ya lo sabía, sólo me mira de soslayo y no se atreve ni a saludarme. Veo que no soy el único que tiene miedo.

¡Aah, otra vez ese dolor agudo e insoportable en la cabeza! ¿Hasta cuándo me martirizará? Aunque me cuesta un poco levantarla, alcanzo a ver esta rara ciudad, con sus paredes claras y sus casas bajas. Cada tanto pasa un señor con apuro, casi corriendo. Muchos hombres transcurren así su existencia en la tierra; trabajan, subsisten, se ganan la vida hasta que la muerte le gane a ellos. Con ahogado grito suplican libertad y redención, y aunque no lo suficientemente conscientes de su finitud, están angustiados. La vida es una carga muy pesada para soportarla solos. ¿Les será útil mi ayuda?

Entretanto prosigo mi camino; ya estoy llegando a la taberna del barrio. ¡Cuánta gente dentro que pretende asfixiar su conciencia con el vino! Dan pena, no caen en la cuenta de que la solución a los problemas estan exactamente dentro de ellos mismos.

Más adelante veo un grupo de soldados con sus armas hirientes y sus apuestos uniformes; esto los vuelve a todos ellos idénticos unos a otros, ¿y la identidad? Pero ellos son sólo un símbolo, también otros son pecadores del no ser. Dentro de unas horas, cuando haya cumplido mi cometido espero que despierten; ése es mi objetivo, y pese a saber que les costará mucho también sé que un día lo lograrán. ¡Deben lograrlo!

Mientras tanto yo continúo pensando para no pensar; pero estoy peor, los argumentos se me están agotando y el dolor que se apodera de mí me desgarra los tejidos del cuerpo y del alma. En vano trato ahora de arrojar de mi mente lo que es mi inexorable destino. Lo más terrible es que podría terminar ya con esta situación, pero no debo. Sufriré y sufrirán, lo sé, pero me consuela saber que al menos algunos obtendrán de esto cierta utilidad. Quien me da aún más dolor es mi madre; pero ella es una mujer heroica y desde el primer momento lo comprendió todo. Hace muchos días que no la veo, pero hoy viernes sí lo haré. ¿Podrá mirarme a los ojos? ¿Verá en ellos mi pasión? La quiero mucho, como a todos. No quiero que sufran también ellos.

Estoy llorando y las lágrimas me enturbian la vista. ¡Basta ya! El cuerpo me pesa cada vez más y no puedo mantener erguida la cabeza. Una fría transpiración me recorre el cuerpo y me cuesta caminar, siento como si fuera yo un desgarbado Atlas que sostiene al mundo entero sobre sus espaldas. Me encuentro desecho; hace ya tiempo que lo estoy, y ahora más que nunca. Pero la misión es demasiado importante como para flaquear. ¡Yo sé que puedo hacerlo, debo hacerlo…, debo llegar!

Ya sólo puedo mirar mis pies, estos pies que han soportado tantas y tan largas caminatas. Debajo de ellos: la tierra, la sucia y necesaria tierra con infinitas piedras en su superficie holladas por mis pies al andar. Ellos las aplastan, las hunden, las van dejando atrás; todo queda atrás. ¡Qué cruel es no poder volver! No tengo más alternativa que cerrar los ojos o mirarlas y ver cómo sufren bajo mi peso; ellas también tienen conciencia, yo lo sé, aunque me es imposible explicarlo. Es espantoso sufrir, y más si es por otros, por necesario que esto sea. Más y más piedras, trato de no pisarlas pero es imposible; es imposible no sufrir.

Veo, por las sombras, que son como obstáculos inasibles, que la multitud se agolpa a mí alrededor. ¿Qué gritan? Ya no los oigo. Ellos tampoco supieron escuchar. Todo se me confunde, se me hace difícil coordinar. Más sombras, ¿más hombres? Con sus cuerpos me forman un túnel a la eternidad; temen conocerla, por eso sufren.

La demoníaca presión que siento sobre mis hombros es insoportable. El sendero por el que voy a tropezones es cada vez más sinuoso y empinado. Quiero…, tengo que subir esa colina. ¡Uf, estas piedras, mis piedras, que me hacen caer! Debo levantarme, erguirme con orgullo. ¡No…, puedo más! Mis fuerzas se agotan; pobres mis rodillas. ¡Tengo que salvarlos, libertarlos! ¡No resisto más este martirio! ¡Quiero gritar que tengan piedad!
¡Padre, quiero vivir!

“Tomaron pues a Jesús, y cargándole la cruz, salió hacia el lugar llamado Gólgota, donde lo crucificaron.” San Juan 19:17

Hugo Mario Passalacqua es licenciado en Comunicación Social y docente de la UNaM. Fue gobernador de Misiones, actualmente ejerce como diputado provincial y es candidato a gobernador de Misiones por la Renovación.

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