Curarse en salud

Escribe Juan Carlos Argüello, jefe de Redacción de Misiones On Line 

La salud de la Presidenta trastocó el ritmo de la campaña y le puso interrogantes a un tiempo que trascurría sin demasiados sobresaltos. Por suerte, Cristina Fernández se recupera de la operación a la que fue sometida para extraerle un coágulo producto de un golpe en la cabeza. De todos modos, difícilmente se reincorpore a la actividad política antes de las elecciones del 27 de octubre.

 

 

La novedad sobre su salud desnudó las peores miserias de muchos aspirantes opositores a quienes les faltó poco para festejar. Aprovecharon el momento para caer sobre el «presidencialismo» y los guardianes de las instituciones republicanas pusieron en tela de juicio que Amado Boudou esté en condiciones de ejercer el rol para el que fue elegido democráticamente. Las denuncias en su contra son prueba suficiente para inhabilitarlo según las expresiones de los que quieren apurar el fin del kirchnerismo, quienes no miden con la misma vara a uno de sus referentes, como Mauricio Macri, procesado y a un paso del juicio oral por el espionaje y pinchaduras telefónicas.          

 

 

En la oposición, los dirigentes de hace dos o tres décadas se mimetizan en nuevos espacios o pretenden hacerse dueños de los votos

 

En el kirchnerismo también hubo un sacudón por la salud presidencial. A dos años de las elecciones presidenciales, la propia Jefa de Estado admite que no hay un candidato puesto para la sucesión y sin una conducción firme, los 700 días pueden desatar un vendaval interno que ponga en riesgo la continuidad en el poder.

 

 

Está claro que nadie puede ponerse todavía el traje de candidato, pero el gobernador Daniel Scioili pica en punta, mientras que dos o tres más de sus colegas mantienen la expectativa de meterse en la pelea en la recta final. Cristina hasta ahora no ha dado señales de que haya elegido a un heredero y no son pocos los que se animan a plantear una interna para 2015.

 

 

En contraste, el modelo goza por estas horas una muy buena salud. Lejos de las descripciones apocalípticas por los ruidos en la economía, hubo dos señales externas que sorprendieron por el contexto político.

 

 

El Banco Mundial facilitará U$S 3.000 millones durante los próximos tres años para programas sociales parecidos a planes que están en marcha, destinados a financiar el desarrollo de áreas clave en salud, educación y desarrollo rural. El acuerdo lo firmó el ministro de Economía, Hernán Lorenzino en la reunión anual de Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, lo que echa por tierra el “aislamiento”.

 

 

Al mismo tiempo, el vicepresidente para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, Hasan Tuluy elogió que la «Argentina ha tenido logros muy significativos en la disminución de la pobreza y la promoción de mayor equidad en los últimos años», al tiempo que destacó que «desde el Banco Mundial acompañamos las prioridades del Gobierno de Argentina y continuamos apoyando los esfuerzos por reducir la pobreza y generar mayores oportunidades para todo los argentinos».

 

 

Actualmente, Argentina cuenta con un programa diversificado de 31 proyectos de inversión por un total de US$ 6.200 millones, con énfasis en las áreas de salud, protección social, infraestructura y medio ambiente.

 

 

No sólo es un elogio pasajero. En uno de sus últimos documentos sobre la «prosperidad» en América Latina y El Caribe , el BM resalta las políticas públicas aplicadas en los últimos años y la caída de la pobreza y la desigualdad social.

 

 

Entonces, lejos de un fin de ciclo, comienzan a apreciarse sus resultados. Ya no puertas adentro y con índices puestos en duda, sino por uno de los organismos acostumbrados a imponer recetas y desacostumbrado a observar cómo sin ellas, el resultado es mucho mejor.

 

 

El Fondo Monetario pronostica un crecimiento de la economía del 3,5 por ciento en un contexto de caída global y por encima de Brasil o Venezuela. Y eso que no creen en el Indec.

 

 

Como siempre, los grandes medios, cómodos en la crítica feroz al Gobierno, dejaron pasar ambas situaciones. Uno de ellos, calificó como “curioso” que el Indec y el FMI coincidan en el pronóstico de inflación para este y el próximo año.

 

 

Por eso no sorprende demasiado que los tópicos de la campaña opositora hayan prácticamente desterrado las menciones a la pobreza o la desigualdad  y apuntan a problemas que corresponden a estadios superiores, como la inflación, la corrupción o la inseguridad. Pero en paralelo, el propio Gobierno comienza a atender demandas que hasta ahora estaban fuera de la agenda, como el acceso al crédito a la creciente clase media.

 

 

La pobreza y el desempleo, dramas centrales cuando se gestó el nuevo modelo no son hoy problemas estructurales, aunque todavía quedan núcleos duros y deudas pendientes en cuanto a la desigualdad.

 

 

Por eso, el discurso político ha variado y los dirigentes que ya tuvieron un paso por los 90 u 80 -e incluso más atrás en el tiempo- se reciclan y deben, necesariamente, mutar su discurso. Ahora es la vuelta de los partidos, la seguridad o la inflación. Ya no la pobreza o la comida, como era hasta hace no mucho tiempo, cuando una bolsa de comida se canjeaba muchas veces por un voto.

 

 

En Misiones, los protagonistas centrales de las tres últimas décadas siguen intactos. Y quienes están en la oposición actúan como si no tuvieran ese pasado.

 

 

El radicalismo habla de inflación como si no hubiese sido uno de los males previos a la caída de Raúl Alfonsín o de economía como si De la Rúa hubiese sido un gran timonel de tormentas. Peor aún, obvian mencionar los intereses concentrados que generan subas de precios o corridas bancarias, a los que sí intentó oponerse el viejo caudillo.

 

 

En el peronismo disidente militan hoy quienes fueron los responsables en los 90, con nefastas consecuencias sociales, la pérdida del patrimonio provincial y una pesada herencia de endeudamiento. El ex gobernador Ramón Puerta es, junto a su mano derecha Humberto Schiavonni, el aliado local de Mauricio Macri, pero en su campaña obvia recordar su gestión, especialmente en la segunda mitad de la última década del siglo XX.

 

 

Ricardo Barrios Arrechea se entusiasma con un renacimiento del radicalismo, del que se considera autor intelectual y ya presenta a Gustavo González como el abanderado para 2015.

 

 

Sin embargo, su intromisión en la campaña, de la que se puso a la cabeza, abrió no pocos frentes internos. El candidato a diputado nacional Luis Pastori siente que su protagonismo queda relegado y advierte que la anticipada postulación del joven González como aspirante de 2015 mueve el foco de la disputa electoral actual. En el círculo del contador no dan por cerrado que él mismo quiera repetir la candidatura a gobernador en dos años si los resultados de dentro de tres domingos le son muy favorables. 

 

 

Pero lo que más sorprende a los correligionarios es el doble discurso que asumió Cacho ante propios  y extraños. Ante los medios, cuestiona severamente al Gobierno provincial y hasta se desliza acusaciones a funcionarios. Por lo bajo, en cambio, fueron varias las invitaciones recibidas por dirigentes e intendentes del ala radical en la Renovación para “volver al partido”.

 

 

“No se entiende, por un lado nos acusa a todos de corruptos y por el otro lado quiere que volvamos al partido. O somos buenos dirigentes o el es tan corrupto como dice que somos”, ironizó un conocido dirigente renovador que declinó una invitación a cenar con los “viejos amigos”.

 

 

El reciclado no es patrimonio del radicalismo, sino que en el viejo peronismo también hay referentes que ahora se mimetizan con el PRO o con la “renovación” de Sergio Massa. Pero aunque cambien los nombres, sus ideas se mantienen intactas y no han variado demasiado en las últimas dos o tres décadas.

 

 

En la Renovación hay tranquilidad y optimismo después del tirón de orejas de junio y la recuperación en agosto. Saben que si crecen un poco de cara al 27, volverán a superar el piso del 40 por ciento de los votos y las encuestas coinciden en un amesetamiento de los rivales, entre los cuales solo el radicalismo está cómodo por la certeza de entrar al Congreso nacional.

 

 

El lunes, la mesa de conducción de la Renovación se juntó para dar una señal de unidad. Con un discurso unificado, el mensaje fue redoblar los esfuerzos para que “el pasado no vuelva”. El encuentro sirvió para despejar dudas de supuestos quiebres y fortalecer la gestión como mejor bandera de campaña.

 

 

“En estos tiempos politizados, hay muchos que plantean críticas y constantes oposiciones. El no constante”, aseguró el gobernador Maurice Closs el viernes en Leandro N Alem. “Uno se sorprende cómo se llevan votos, porque el voto al no es al pasado, al retroceso, nosotros podemos equivocarnos, pero vamos en acción”, retrucó. “Cuando uno mira el voto en los parlamentos de quienes están representando al viejo y centenario partido radical, y digo que representan, porque lo mejor del radicalismo, como lo mejor del peronismo están dentro de  la Renovación, votaron todo que no”, destacó el mandatario, al pedir, a la hora de las urnas, un voto positivo para seguir “concretando los sueños de los misioneros”.

 

 

@JuanCArguello

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