Era misionera la joven hallada calcinada dentro de un volquete en Rosario

María del Rosario Vera, oriunda de Oberá,  sabía que iban a matarla. «Si no vuelvo antes de las ocho vayan a hacer la denuncia», le escribió a su ex cuñada un día antes de aparecer incinerada y con una soga al cuello en un contenedor cerca de su casa. El mismo día dejó a sus cuatro hijos con el padre —estaba separada—, le dio los documentos, las tarjetas de Ansés y una mochilita con ropa, y le pidió que los cuidara mucho si ella no volvía.

La joven de 23 años había contado que estaba «amenazada de muerte» por un policía con el que salía, de quien había subido fotos a su Facebook. Así llegó el fiscal de Homicidios Florentino Malaponte hasta un efectivo del Comando Radioeléctrico que ayer fue acusado de instigar el crimen de la chica, al parecer ejecutado por un transero del barrio de Felipe Moré y Amenábar que está prófugo y con pedido de captura. «El la acusaba de haberse quedado con droga de la que se había apoderado ilegalmente en un procedimiento policial», explicó el fiscal.

 

Estrangulada

 

Ese motivo ligado al mundo narco expuso ayer Malaponte al explicar el cruento ataque a Vera, entre las 0 y las 11 del pasado jueves. Según la autopsia, la joven fue estrangulada con una gruesa soga con dos piedras en los extremos que le quedó atada al cuello. Luego fue envuelta en una manta o frazada roja y, a la vista del mismo barrio que escuchó sus últimos gritos, fue llevada en una carretilla a un volquete de Felipe Moré y Gaboto —a cien metros de su casa— donde le prendieron fuego.

 

Un vecino sintió olor a quemado cerca de las 11, otra vecina alrededor de las 12.30. En el cuerpo se hallaron restos de semen que serán sometidos a un análisis genético y no se descarta que la imputación al policía pueda ampliarse a una autoría material.

 

Cuando una hermana y una sobrina reconocieron el cuerpo las primeras sospechas apuntaron al ex de Vera, que estaba en prisión domiciliaria con una pulsera electrónica. Pero luego familiares de la chica revelaron mensajes de texto que daban cuenta de un trasfondo más denso, ligado a la venta de drogas en el barrio, que condujo al policía Andrés Nicolás M., de 30 años.

 

Al saber que lo buscaban el uniformado se presentó en Asuntos Internos y quedó preso. La jueza Hebe Marcogliese le dictó ayer la prisión preventiva por el plazo legal de dos años. Si bien la pesquisa es incipiente —falta explorar registros telefónicos y otras medidas— la jueza halló elementos que lo ligan al caso.

 

El efectivo fue acusado como instigador de un homicidio calificado por el vínculo de pareja, que prevé prisión perpetua (no se planteó para el caso una hipótesis de violencia de género).

 

El policía declaró en varios momentos de la audiencia (ver aparte). En un relato acelerado, que debió pausar para el registro de audio, dijo que lo confunden con otra persona. Admitió que conocía a la chica y que le había pasado fotos suyas, aunque presentó una coartada de lo que hizo en los horarios cercanos del crimen y negó una relación sentimental.

 

Amenazada

 

María del Rosario Vera era la menor de diez hermanos oriundos de la ciudad misionera de Oberá. Uno contó a este diario que tuvo problemas de adicción pero se había recuperado. Desempleada, criaba a sus cuatro hijos con 4 mil pesos de un plan social y colaboraba en un merendero del Movimiento Evita. Le hubiera gustado vivir cerca de su madre en el Fonavi de Seguí y Rouillón pero la plata de un subsidio le alcanzó para una casita humilde en Amenábar y Felipe Moré, casi junto a la vía.

 

Sus familiares la vieron por última vez el miércoles 3 de enero, cuando pasó a visitar a su mamá, se bañó y al retirarse, sobre las 15, sólo comentó que iba a estar sola en su casa porque dejaría a los chicos con el papá. Comentó además que luego se iría a cuidar a su pareja, un policía al que conocía como «Martín» y estaba internado en un sanatorio.

 

El viernes, al día siguiente del crimen, una hermana de la joven recibió mensajes de la ex cuñada de Rosario, quien le envió capturas de una charla que había mantenido con ella el miércoles 3. En esos mensajes, la víctima le contaba que «tenía varias amenazas de muerte por parte de Martín y que si no volvía antes de las 20 fueran a hacer la denuncia», citó el fiscal en la audiencia de ayer; trámite presenciado por una hermana y una sobrina de Vera, a un costado de la sala, y un policía amigo del acusado que se sentó en el otro extremo, mientras unas 30 personas con carteles esperaban el desenlace frente a Tribunales sobre Moreno.

 

Cosas raras

 

El celular al que Rosario envió esos mensajes será peritado porque fue entregado en la Fiscalía de Homicidios por su ex cuñada. Esta contó que, según la chica asesinada, Martín la acusaba de haber causado un accidente por el que estaba internado.

 

A esto se fueron agregando datos que se agruparon como en un rompecabezas. Una sobrina que sabía de la relación contó que el policía trabajaría en la comisaría 19ª y andaba en «cosas raras». Una hermana de la víctima recordó que una vez había ido «desesperada» a la casa de su madre contando que Martín se había quedado con droga secuestrada en un allanamiento y necesitaba un lugar para guardarla. Su madre se opuso a recibirla y ella «siguió buscando un lugar».

 

Si bien la chica era reservada y no contaba muchas cosas —sus familiares creen ahora que era «paraprotegerlos— había subido a su Facebook diez fotos de “Martín” que constan como prueba en el legajo. En algunas posa uniformado, en otras con un hijo. Las fotos no estaban etiquetadas ni ligadas a otra cuenta.

Cuando el fiscal pidió a la Policía Federal y a la sección Personal de la Jefatura rosarina que identificaran al sospechoso, surgió que se trataba de Andrés Nicolás M. El fiscal cree que usaba el nombre falso de “Martín” para tratar a la víctima y que inventó la historia del accidente como una forma de “hacerla caer en un error”.

Para entender el contexto de su muerte la familia también acercó a Fiscalía una captura de pantalla del Facebook de la chica. El 27 de diciembre pasado aparece en su cuenta esta publicación: “¿Quieren guerra? Guerra van a tener. Ahora se viene la mafia. Los Monos se van a encargar. La banda de la 19, amigo”. Luego se enteraron de que al dejar a los chicos con el padre, la tarde del miércoles, le había pedido que los cuidara bien si ella no volvía. Y conocieron los tres mensajes que la víctima envió más tarde a su ex cuñada.

El primero decía: “Cintia, avisale al Pitu (su ex) que si no llego para las ocho que llame a la policía porque vinieron los soldados de Martín y piensan que yo lo mandé a chocar para quedarme con sus cosas y su plata”. El siguiente: “Tengo ganas de irme pero no quiero que piense que lo abandoné porque él me ayudó con los chicos. Que el Pitu se quede tranquilo. Pero que esté atento porque me voy sola y tengo miedo de que me sigan y me hagan algo. Me llevo un soldado de él porque no tengo plata para moverme”. El último: “Ya me dieron el parte médico. Ahora voy a su casa a buscarle ropas y cosas”.

Prófugo

Al cuadro que dio forma a la hipótesis fiscal se sumó un anónimo al 911 que, para Malaponte, es clave. Un vecino contó que vio a un tal “Huguito” S. cuando llevaba el cuerpo en un carro hasta el volquete y le prendía fuego. “Es un violento del barrio, transero. Todos le tienen miedo”. Este hombre vive a 30 metros de la casa de Vera. Lo buscaron con tres allanamientos pero desapareció y tiene pedido de captura.

Si bien M. no se llama Martín, no trabaja en la seccional 19ª (está asignado a esa zona como miembro del Comando) y tampoco estuvo internado en las últimas semanas, para el fiscal “el nombre, el lugar de trabajo y el accidente” enunciados en su vínculo con la chica “son falsos”.

La teoría de Malaponte es que M. le ordenó el crimen a Huguito. Desde su punto de vista esto coincide con los mensajes enviados por la chica, donde da cuenta de que está con un soldado. “Ella sabía lo que le iba a pasar. Todo ocurrió ese día. Esta situación de violencia vinculada con drogas la llevó a la muerte”.

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