Argentina con riesgo de dengue

Para que un país se encuentre en riesgo de sufrir una epidemia de dengue se necesitan tres condiciones: que exista el vector que lo transmite (el mosquito Aedes aegypti), que exista virus circulando (personas infectadas) y que exista población susceptible de enfermarse. La Argentina cumple con las tres; por eso, un grupo de médicos e investigadores locales está sumamente inquieto por la posibilidad de que el próximo verano el país se enfrente con una epidemia explosiva de la enfermedad, que en Ecuador está alcanzando a un millón de personas y en Paraguay ya lleva 140.000 casos registrados (el número real puede ser 10 veces mayor). Según el doctor Mario Seijo, del hospital Muñiz, el último verano se denunciaron en Buenos Aires 545 pacientes de dengue, todos casos importados. Se calcula que pudo haber otros 1500 sospechosos; o sea, pacientes que presentaron un mínimo de síntomas, pero sin confirmación de laboratorio. Las provincias de Salta y Misiones, por su parte, sufrieron epidemias declaradas con varios cientos de casos autóctonos. Esta semana, en sendas reuniones -una, organizada por la fundación Mundo Sano, el Centro de Infectología, y la Academia de Medicina, y otra organizada por el Grupo de Estudio de Mosquitos, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA-, médicos y científicos intentaron anticipar, desde diversos puntos de vista, qué nos espera, para estudiar medidas de prevención. «Lo importante es determinar si la Argentina está o no en riesgo de tener un problema importante en los próximos meses. Y, en ese caso, cuál puede ser el impacto de esa situación y qué acciones convendría tomar», expuso el infectólogo Horacio López en una reunión con la prensa. ANTIGUO CLÁSICO El dengue clásico (o fiebre quebrantahuesos) es, como su nombre lo indica, un proceso febril que dura alrededor de una semana en que el paciente se siente morir por los dolores en las articulaciones. Los últimos registros de una epidemia en el país datan de 1926, cuando aproximadamente el 50% de la población presentó síntomas. De allí en más, los médicos dejaron de atender dengue y paulatinamente fueron olvidándolo. En 1965, la Argentina fue declarada libre de Aedes aegypti, el mosquito que lo transmite, pero la falta de constancia en la aplicación de programas de erradicación abrió las puertas a su regreso. Hoy, salvo en la Patagonia y la región de Cuyo, el mosquito está presente en todo el territorio del país. «Cuando en los años cincuenta se realizó la campaña continental-explicó el doctor Eric Martínez, director de investigaciones del Ministerio de Salud de Cuba-,la idea era erradicar el mosquito para desterrar también la fiebre amarilla. Con la reintroducción del Aedes aegypti alrededor de 1986, volvimos a estar en alerta de dengue y fiebre amarilla». Pero advierte el doctor Gustavo Kourí, presidente del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, tal vez lo más importante de todo esto es comprender que el dengue no es una gripe pasajera. «Porque -aclara- el paciente que tiene dengue común queda expuesto en el futuro a sufrir un episodio de dengue hemorrágico, si se reinfecta con una cepa diferente». Aunque la forma clásica tiene muy baja mortalidad, el dengue hemorrágico presenta dolor abdominal, vómitos incesantes y un descenso abrupto de las plaquetas (que intervienen la coagulación). «En ese momento crítico usted cae en shock, no tiene pulso ni presión arterial y si no recibe atención, muere», alerta el doctor Martínez. Internacionalmente se considera que con un índice mayor al 3% de los hogares infestados ya puede desencadenarse una epidemia.»En la ciudad de Buenos Aires, hay zonas con índices del 30%», afirma Nicolás Schweigmann, coordinador de la Jornada regional sobre mosquitos, que se realizó ayer en el aula magna de la Facultad de Ciencias Exactas. ACCIONES PUBLICAS Y PRIVADAS Para Schweigmann, dado que la fumigación tiene efectos limitados, la única manera de evitar la aparición de la enfermedad es erradicando el mosquito. Y para eso se requieren dos tipos de acciones: públicas y privadas. «El Aedes aegypti -explica- pone sus huevos y vive en los mismos lugares que nosotros. Los municipios deberían controlar en especial que no queden recipientes con agua en torno a los hospitales, por ejemplo, lugares en los que -de acuerdo con lo que venimos detectando desde hace cuatro años- hay grandes concentraciones de mosquitos. Pero cada uno de nosotros tiene que ocuparse de vigilar que en su casa, en su patio, en el baldío de al lado, no se junten objetos que pueden servir de reservorios de agua. Si no hay mosquitos, no hay dengue». «La semana última, en Ecuador, pude ver cómo mueren chicos que se habían infectado por primera vez hace cinco años. La Argentina tiene una oportunidad única -insiste Martínez-: ir por delante de la desgracia y evitar que la epidemia se produzca». Fuente: Diario LA NACION (Buenos Aires – Argentina) 15/09/2000

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