Más de 2.766.323 uruguayos fueron habilitados por la Corte Electoral para votar este domingo en las elecciones internas con las que los partidos políticos definirán a sus representantes de cara a los comicios generales de octubre.
En el Frente Amplio (FA) la fórmula fue declarada desde el inicio. Será Orsi-Cosse o Cosse-Orsi, pero serán ellos dos, insisten desde la coalición progresista como si el orden de los factores no alterara el producto. Pero lo hace.
Mientras por meses las encuestas pusieron al exintendente de Canelones, Yamandú Orsi, arriba de la intendenta en licencia de Montevideo, Carolina Cosse, la última encuesta de Cifra –que sumó una corrección sobre la participación electoral- no pudo sacar esa contienda del escenario de empate técnico.
La atención esta noche estará puesta en ese resultado final. Desde el Partido Nacional entienden que una campaña de Delgado rivalizando con Cosse será más beneficiosa que con Orsi, quien ha protegido su imagen de moderado. Los empresarios también estarán atentos, el canario les da certeza mientras que a la precandidata la sitúan al lado de los sindicatos.
El establishment del Partido Colorado (PC), en tanto, se prepara para un desenlace impensado tres meses atrás: Andrés Ojeda, el precandidato novel, se impondría por sobre tres dirigentes con gestión en el actual gobierno de coalición: Robert Silva (Codicen), Gabriel Gurméndez (Antel) y Tabaré Viera (Turismo).
Voces en la tradicional fuerza política se apresuraron a recordar que es el comité el que elige al candidato a presidente, casi apoyando el dedo sobre el botón de emergencia. Pero emplear esa herramienta no se condice con los tiempos que corren. Quien gana será el candidato, reaccionaron públicamente los actores de la contienda.
La larga, extensa, campaña electoral –que tuvo a sus primeros nombres el año pasado y dejó a algunos en el camino- desencajó con las tradiciones políticas uruguayas por el tono.
Una verdad a voces, en la que coinciden blancos, colorados y frenteamplistas, es que la política del Uruguay es por oposición a la política de Argentina. Aunque ahora sea más exacto usar el pretérito imperfecto “era”.
Las súplicas para evitar la grieta –ese término que en política refiere a la dicotomía que dominó por más de una década la vida en la otra orilla del Río de La Plata– más que una voz alerta fueron un preaviso.
Rápidamente la campaña electoral fue tomando un tono poco uruguayo. Opaco. Crudo. En marzo, los expresidentes José Mujica, Luis Alberto Herrera y Julio María Sanguinetti trataron, en vano, de salvaguardar la vieja institucionalidad con pedidos de evitar campañas sucias.
Pero la argentinización no estaba solo en las formas. Se sucedieron, luego, los escándalos: la campaña sucia contra Orsi con una denuncia falsa de abuso sexual y la filtración de los chats del expresidente del directorio del Partido Nacional Pablo Iturralde con el exsenador Gustavo Penadés sobre presiones a fiscales.
De un lado se habló de lawfare, sugiriendo una situación similar a la que denunció la expresidenta argentina Cristina Kirchner, y del otro se señaló un esquema de carpetazos a la prensa vinculados con la izquierda para perjudicar al oficialismo.
Los márgenes del juego político, ese de reglas históricamente claras, comienzan a difuminarse. Lo hace al inicio de un largo camino que falta recorrer para llegar a octubre. Sería sabio que el fragor electoral no los borre del todo.
Fuente: Ámbito