Nos miramos todos los días. En el espejo, en una foto, en el reflejo de una vidriera. Y
aunque a veces le demos poca importancia, lo cierto es que lo que vemos influye —y
mucho— en lo que pensamos de nosotros mismos.
La imagen personal es mucho más que estética. Es energía, es presencia, es cómo nos
sentimos con lo que proyectamos. Cuidarnos por fuera pareciera superficial: sin
embargo es un acto de respeto hacia lo que somos y una forma de reforzar el vínculo
con nuestra identidad.
Cuando elegimos vestirnos con intención, cuando nos arreglamos aun sin una “ocasión
especial”, cuando invertimos tiempo en nuestro bienestar físico, algo se acomoda
también por dentro. Nos decimos, sin palabras: “Sos importante”. Y ese mensaje,
repetido, se convierte en creencia.
La forma en que nos vemos está íntimamente relacionada con la manera en que nos
hablamos. Si descuidamos nuestro aspecto, solemos acompañarlo de un diálogo interno
crítico, exigente, desvalorizador. En cambio, cuando elegimos vernos bien, también
empezamos a hablarnos mejor. A tratarnos con más amabilidad. A creernos capaces.
Y eso impacta directamente en nuestra autoestima y en la confianza con la que nos
movemos en el mundo. Porque hay mucha diferencia entre encarar un desafío
sintiéndonos inseguros que hacerlo sintiendo que irradiamos seguridad, coherencia y
autenticidad.
La imagen es una parte, claro. Y puede ser el primer paso visible de un proceso más
profundo. Un anclaje diario que nos recuerde quién queremos ser, cómo queremos vivir,
qué actitud elegimos frente a la vida.
¿Querés lograr objetivos? Empezá por cómo te ves. Por cómo te hablás. Por cómo te
cuidás. Porque cuando te tratás con amor y respeto, el mundo también empieza a verte
así. Y vos… empezás a creértelo.
¿Qué tan amablemente te estás mirando hoy? Si crees que por el momento precisás un
acompañamiento, estoy preparada para hacerlo, pedí posibilidad, pedí coaching.
Ester Inglese
Coach Ontológico Profesional
Ig ester.inglese / wsp 3751 660207