Por Diego René Martín
Mientras en buena parte del país el sistema público de salud apenas sobrevive, en Misiones se da una excepción. Una anomalía positiva. En esta provincia, el modelo sanitario logró algo que parece improbable en la Argentina de hoy: que la gente prefiera el hospital público antes que una clínica privada. No por necesidad. Por calidad.
El Hospital Escuela Ramón Madariaga, epicentro de ese fenómeno, es más que un edificio moderno. Es el reflejo de una política sostenida —y poco frecuente— de inversión estratégica, que pone al recurso humano en el mismo nivel de importancia que a la tecnología. Esa combinación, según explicó el propio director ejecutivo Darío Trela, es la que convirtió al Parque de la Salud en un modelo que empieza a ser mirado con atención desde otras provincias.
En tiempos donde la salud privada se ve obligada a ajustar costos y cobrar insumos básicos para atravesar la tormenta, el Estado misionero decidió garantizar el acceso a una medicina digna y de calidad. Y lo hace con hechos, no con discursos.
Una inversión que rompe el molde
El reciente anuncio de la incorporación de un equipo PET/CT —clave para detectar cáncer de forma temprana— es solo el último ejemplo de una política que prioriza. No hay aparato como ese en todo el sector privado de la región. Cuesta millones. No se amortiza con pacientes. Pero se justifican cada centavo si se entiende que la salud pública no es un gasto: es una inversión.
El laboratorio de alta complejidad, las cirugías robóticas con el robot Da Vinci, las residencias médicas que hoy atraen hasta profesionales extranjeros… todo forma parte de una estructura que, lejos de improvisar, planifica. Eso es política sanitaria estratégica.
Que esto ocurra en Misiones no es casualidad. Es el resultado de años de continuidad. Una gestión que eligió construir desde lo estructural y no desde lo simbólico. Que puso recursos donde otros solo pusieron eslóganes.
Sí, los turnos faltan. Sí, hay colapso en la demanda. Pero también es cierto que ese colapso se explica, en parte, porque la gente elige el sistema público. Porque confía en él. Porque sabe que en el sistema público de salud hay tecnología que ni siquiera pueden pagar quienes tienen prepaga. Y eso, guste o no, no es común.
Cuando el Estado se hace cargo
En un país donde la palabra “Estado” muchas veces se asocia a ineficiencia, clientelismo o gasto improductivo, el caso de la salud pública en Misiones marca una excepción saludable. Es el ejemplo concreto de que el Estado, si se ordena, si planifica, si invierte en serio, puede. Y cuando puede, debe.
Este tipo de logros no suelen salir en los grandes medios nacionales. No generan rating. No cierran con el guion del país que no funciona. Pero existen. Y deberían replicarse.
Que los impuestos sirvan para algo. Que el recurso humano sea valorado. Que el conocimiento se quede en la provincia. Que el que no tiene prepaga tenga acceso a lo mismo que el que sí la tiene. Esa es la verdadera equidad. Y en este rincón del país, con mucho trabajo y esfuerzo, se está cumpliendo.