El legendario deportista misionero Eric Barney repasó su vida y carrera en el programa de streaming “Fórmula Tuerca”, transmitido por Misiones Online, incluyendo sus comienzos en atletismo, su paso por las Olimpiadas de México, y su carrera como ingeniero.
El deportista misionero Eric Barney, oriundo de Oberá, tiene una historia marcada por una variedad de pasiones y, sobre todo, perseverancia. En el programa de streaming “Fórmula Tuerca”, transmitido por Misiones Online, hizo un repaso desde su infancia en la chacra en Misiones, hasta su participación en los Juegos Olímpicos de México ’68.
Una de las principales máximas sostenidas por Barney desde un principio es que cualquiera puede ser un deportista de élite como él. “El asunto es la voluntad y la decisión de hacer las cosas. Es tener tenacidad, constancia, esfuerzo, y buena motivación”, afirmó.
Nacido en 1941, Barney creció en una familia de origen escandinavo que se asentó en Oberá. “Mi abuelo fue aventurero como mi padre, marinero de todos los mares con esos veleros de cuatro mástiles sin motor, sin nada. Vagando por todo el mundo, llegó a Alaska a buscar oro”, contó.
El apodo de su abuelo fue el origen de su ahora famoso apellido. “Se llamaba Bernard, pero todo el mundo le decía Barney en lugar de Bernardo. Por eso, cuando él volvió a Argentina, decidió que ya no era más Andersen, sino que era otra persona”, recordó.
Su padre llegó a la Argentina a finales de la década de 1920, buscando tierras donde asentarse. “Había un hotel en Buenos Aires donde todos los marineros paraban, y ahí se podía investigar que Misiones era uno de los pocos lugares donde podías conseguir tierra y que había otros paisanos viviendo, escandinavos, en la zona de Oberá. Y así llegó el viejo, como todos los gringos, y poco a poco fue comprando sus chacras, haciendo sus plantaciones”, afirmó.
Desde pequeño, Eric mostró interés por el deporte. “En la chacra, cuando estaba solo, se ve que con esa fuerza que uno tiene, esas ganas de hacer cosas, me hice mi propia corredera. Tenía tacuaras secándose y usaba las tacuaras para saltar. Hice un saltómetro y así hice mis primeros tres metros”, manifestó.
Su formación académica y deportiva se desarrolló en diversos colegios. “La primaria la hicimos primero en la escuela Fontana, en el monte, que quedaba a cuatro kilómetros de casa de la chacra. Había que cruzar un monte y un arroyo. Muchas veces mi hermano y yo nunca llegábamos a la escuela. Nos pasábamos pescando y comiendo pitanga, taraticú y otras cosas”, dijo.
Posteriormente, ingresó al Roque González, donde experimentó una educación rigurosa. “El Roque fue muy importante, porque en la colonia nuestros viejos no podían cuidarnos a todos los chicos. Era como un encierro. Y en el Roque, si bien fue difícil porque era una disciplina muy estricta, nos enderezaban”, indicó.
Más tarde, se trasladó a Buenos Aires para estudiar en el colegio inglés Belgrano Day School. “Era un colegio que también nos contactó con otro mundo, otra educación, con el inglés. Empecé a estudiar y fui aprendiendo, y hacíamos mucho atletismo”, afirmó.
En 1965, junto con su hermano Ian, ganó el Campeonato Sudamericano en Brasil. “Los dos ganamos el torneo. Ian en jabalina y yo creo que había hecho 4’24», no recuerdo bien la marca. Pero él ganó el día anterior y, cuando me tocó, justo llovía. Todas las pistas estaban embarradas y usé los zapatos de Ian, porque los zapatos de jabalina tienen clavos para producir el golpe del tiro. Gracias a esos zapatos pude yo participar en ese gorreo y ganar y hacer mi marca sudamericana. Al día siguiente era nuestro cumpleaños”, recordó.
El punto culminante de su carrera fue su participación en los Juegos Olímpicos de 1968, realizados en México. “Yo tenía dos garrochas, una blandita, que era para entrar en calor, y una muy dura, que nunca la había usado, porque las garrochas se eligen según tu peso. Fue la única vez que pude usar esa garrocha gruesa, que era después de que terminaron los torneos y volvía a Buenos Aires. Nunca la pude doblar”, confesó.
Recuerda también la matanza de Tlatelolco, que ocurrió días antes de la competencia. “Yo iba a salir esa mañana con una mexicana amiga. Me vino a buscar a las seis de la mañana y estaba prohibido salir de la Villa Olímpica. Gracias a Dios que no fui, porque ahí mataron como sesenta o setenta personas en la plaza”, dijo.
Sobre la competencia en sí, relata el esfuerzo físico que implicó. “Nosotros estuvimos compitiendo cinco horas en ese calor. Hoy digo, que tengo ya más de 80 años, cómo pude hacer en esas condiciones los 4.90, y con esa garrocha. Era la adrenalina, el esfuerzo, no sé qué es lo que pasa”, afirmó.
El destino le jugó una mala pasada en su último intento. “Yo crucé los 4.90 pero enganché la mano en la caída. Era el tercer salto y no me pude clasificar. Aunque si me hubiera clasificado al día siguiente, yo ya estaba destrozado”, manifestó.
Poco después, un golpe personal lo marcó: la muerte de su hermano Ian en un accidente automovilístico. “No todos tienen un hermano mellizo. A veces la gente dice que yo soy un genio y todo eso, pero yo tuve un hermano que era un verdadero genio. Era pintor, poeta, tenía todas las condiciones”, dijo.
Luego de este suceso, Eric decidió irse a Estados Unidos. “Para mí Berkeley fue una meca, una educación”, comentó. Allí trabajó como ingeniero y siguió entrenando. “Yo iba a trabajar en una empresa en Estados Unidos, en San Francisco. Cruzaba todos los días el Bay Bridge como ingeniero y cuando volvía saltaba para el club de Athens, de la universidad de Berkeley”, recordó.
Finalmente, regresó a Argentina con la intención de aportar al desarrollo energético de la provincia. “Volví a Misiones y empecé a trabajar en la universidad, en la facultad de ingeniería”, afirmó. Entre 1990 y 1994 fue decano y promovió proyectos de energías renovables. “Ahora que está todo parado y no hay evolución. Los siete proyectos hidráulicos que hicimos están todos abandonados”.
Sin embargo, todavía mantiene su optimismo con respecto al futuro de esta tecnología e incluso tiene planes para aportar a ella. “Todos los fierros que tenía la facultad los fui trayendo a la chacra. Mi sueño es hacer un centro demostrativo”, adelantó.
Barney considera que fue gracias al deporte que pudo desenvolverse en varias áreas. “Hace poco pude leer que los que hacen 16 o 20 horas semanales de entrenamiento producen hormonas que otros no tienen. Esas hormonas le permiten un esfuerzo sobrehumano, y es lo que me pasó a mí. Yo pude recibirme en seis años y medio. Yo no era un genio, no era uno de esos que se la sabe toda. Y siempre pienso que me pude recibir en ese tiempo gracias a que yo hacía el deporte”, concluyó.
👉 Mantenete informado siempre, estés donde estés.
Seguinos en nuestro canal de Whatsapp 📲 https://t.co/whakJNoXxh pic.twitter.com/MCb1BvpOLZ
— misionesonline.net (@misionesonline) March 18, 2024