El Apóstol Guillermo Decena expresó "Dios conoce el precio y la lucha detrás de seguirle, obedecerle y también de predicar Su nombre. El Padre valora de forma especial a aquellos que se sacrifican por sus anhelos. Pero creeme, valdrá la pena predicar y servir, hay recompensa!".
Cuando el apóstol Pablo le pide a Timoteo que predique a tiempo y fuera de tiempo, está pensado en dos cosas, primero en su inminente partida a la presencia de Dios y también en la recompensa que por fin recibiría, fruto de una vida de esfuerzo y sacrificio por predicar el mensaje del reino de Dios. Aquellas recompensas que nos esperan por hacer la voluntad de Dios y especialmente por predicar.
Dios sabe la fragilidad del ser humano y cómo ante la contrariedad de un mundo corrupto, fácilmente quiere volver atrás.
“Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. (…) porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día. (…) Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante; por tanto, los que me persiguen tropezarán, y no prevalecerán; serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán; tendrán perpetua confusión que jamás será olvidada” (Jeremías 20:7-11).
Esta es una crónica de todo predicador que, cansado por la incomprensión y la desobediencia de la gente, termina frustrado. Pero luego recapacita en la inmensa bondad de Dios, se fortalece y sigue hacia adelante.
Dios nos llama a cosas eternas y trascendentes. Jeremías pensaba que su trabajo era inútil, pero Dios mismo trata de explicarnos que predicar su palabra, nunca será inútil.
“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).
Dios trata de alentarnos para que trabajemos para su Reino con promesas y recompensas. Y esto aplica a la predicación de su palabra, porque para la recompensa hay que obedecer, cumpliendo sus leyes y la bendición tarde o temprano vendrá.
En este marco, el Apóstol Guillermo Decena detalló algunos puntos:
– Meditemos en el tema de recompensa en la vida cristiana.
¿Vale la pena amar y seguir al Señor Jesucristo?
“Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? (…) cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna” (Mateo 19:27-30).
Muchos son los cristianos que se han llegado a desanimar, creyendo que servir a Dios es en vano, como si no hubiera ninguna recompensa. Sin embargo, Dios no se avergüenza de decirnos que siempre hay recompensa para todos aquellos que edifican su Reino, y que la recompensa es superior a cualquier cosa que experimentamos en este mundo de luchas, de pecado y maldición. Habrá señales si predicas, no funcionarán los planes de atentar contra tu vida, y serás un instrumento de manifestaciones sobrenaturales.
Dios en la Biblia habla de muchísimas recompensas que debemos considerar para que el demonio no pueda debilitarnos.
“Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. (…) pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:16-18).
Todos recibiremos el fruto de nuestro trabajo y también la paga de toda maldad. Es por esto que el apóstol Pablo le recuerda que Dios juzgará a los vivos y a los muertos.
No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Porque muchas veces nos desanimamos si no vemos cosecha pronta, debemos entender que la palabra predicada, tarde o temprano, traerá victoria.
– Nuestras recompensas y galardones en el cielo.
«Dios es galardonador de los que le buscan» (Hebreos 11:6).
En el Cielo, cuando venga Jesús por segunda vez, todos los creyentes recibirán la corona de justicia, la corona de vida eterna, un lugar con Cristo, y la resurrección del cuerpo.
Esta bendición eterna, para todos los santos, no es resultado de sus buenas obras, sino que es un don de Dios, un Dios de Amor.
– Hay recompensa ahora, en esta vida también.
La Palabra de Dios nunca volverá vacía.
“Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55:11).
Los resultados de la proclamación de la palabra son bienestar, gozo, paz, comunión con Dios, su poder y su guía, la protección divina y la bendición de Dios.
– Distintos grados de recompensa en el cielo.
La vida eterna es un galardón, un regalo que no merecemos. Pero claro está, va a haber distintos grados de recompensa, y ésta depende de nuestra vida de creyente aquí en el mundo. Todos los creyentes verdaderos van al cielo, pero no todos recibirán la misma recompensa.
Algunos, como Lot, apenas son salvos. Han de ir, sin ningún fruto. La recompensa del Señor corresponderá a la fructificación en el reino de Cristo, a la fidelidad y obediencia del creyente.
– El ganador de almas resplandecerá como las estrellas.
“Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. (…) los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12:2-3).
Es mejor que cambiemos nuestra manera de pensar acerca de lo que realmente importa en la eternidad. Todo se trata de entender en el inmenso amor de Dios, que nos ama incondicionalmente y nos amó desde el monte del calvario y en cada gota de sangre.
Esto depende de su naturaleza, “porque Dios es amor”, no depende de lo que sintamos ni de nuestro estado; y a nosotros, entonces, no nos queda otro camino sino que, de todo corazón, con todas las fuerzas y con toda el alma amar y servir a Jesucristo, con todo lo que tenemos y con todo lo que somos, es la única vida que vale.
Que Dios te bendiga, te guarde de todo mal y tengas una semana de completa victoria!
Apóstol Guillermo Decena
Victory Church