El expresidente uruguayo José Mujica enfrenta la etapa final de su vida en su chacra, tras la metástasis de un cáncer al hígado. Con 90 años, pidió respeto a su tranquilidad y se despidió de los uruguayos en una emotiva entrevista.
El exmandatario uruguayo José Mujica transita sus últimos días en la chacra de Rincón del Cerro, su refugio a las afueras de Montevideo. A los 90 años, y luego de que su cáncer de esófago avanzara hasta el hígado, Mujica decidió suspender cualquier tratamiento y centrarse en vivir con dignidad el tiempo que le queda. En una entrevista con el semanario Búsqueda, el histórico líder de la izquierda expresó entre lágrimas: “Déjenme tranquilo. Ya terminó mi ciclo. Estoy condenado, hermano”.
Mujica había sido diagnosticado en abril con un tumor de esófago, lo que lo llevó a someterse a 32 sesiones de radioterapia y varias intervenciones médicas. Sin embargo, la enfermedad avanzó y su médica personal, Raquel Pannone, confirmó que el expresidente no se someterá a más tratamientos, explicando que las opciones son limitadas y que él mismo rechazó la idea por sus efectos secundarios. “Que me pichicateen y, cuando me toque, me muero. Así de simple”, manifestó Mujica con su característica franqueza.
A pesar de su delicado estado de salud, sus actividades cotidianas apenas han cambiado. Cada día, Mujica sigue recorriendo su predio en tractor y cuidando los girasoles que crecen en su chacra. Pannone destacó que, mientras tenga fuerzas, continuará con estas tareas que forman parte de su vida cotidiana. “Él va a hacer lo que tenga ganas de hacer”, señaló la médica, al insistir en la importancia de respetar su voluntad y privacidad en esta etapa.
Desde el Movimiento de Participación Popular, su sector político, también pidieron que se respete el deseo del expresidente de mantenerse alejado de los reflectores. “Es momento de centrarnos en el ser humano de 90 años que está enfermo, no en el dirigente que todos admiramos”, remarcó Pannone.
En su última aparición pública, Mujica dejó entrever que no habrá más entrevistas ni despedidas. Para él, el “guerrero” tiene derecho a su descanso, y ese descanso lo quiere vivir en el lugar que tanto ama.
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