En un contexto donde los cultivos tradicionales de la provincia de Misiones, como la yerba mate y el té, pasan por una crisis debido a los costos de producción elevados y bajos precios en mercados tanto internos como de exportación, la diversificación se presenta como una alternativa atractiva para los productores misioneros. En los últimos cinco años, Gabriel Jasiuk, exportador de frutas de Dos de Mayo, apostó por el novedoso cultivo de la fruta llamada Pitaya. Su intención era comprobar si esta fruta era apta para su producción en la provincia, y para 2025 pretende pasar de cuatro mil plantas a dieciocho mil.
Para Jasiuk, que se dedicaba a la comercialización de frutas traídas de fuera del país, esta primera parcela de producción de pitaya fue un experimento, que comenzó el año 2020 durante la pandemia. Al no poder viajar, el productor decidió aprovechar para explorar las posibilidades de cultivos no tradicionales en su chacra de 11 hectáreas ubicada en la localidad de 2 de Mayo. Pitaya
Al no tener referencias locales para iniciar el cultivo, Jasiuk se apoyó de la investigación en internet a través del buscador de Google y de videos en la plataforma Youtube, donde encontró experiencias de otros productores. Y así, con gajos recolectados de diferentes plantas, reciclando postes de un antiguo potrero y neumáticos de gomerías cercanas, empezó con una hectárea de plantación al costado de su casa, la cual actualmente produce un promedio de 40 frutos por planta en cada floración.
Aprendizaje y crecimiento, frutos de la experiencia
En medio de la pandemia de 2020, Gabriel Jaciuk y su esposa decidieron embarcarse en un proyecto agrícola innovador: la plantación de pitaya en Misiones. El productor, vio en la crisis sanitaria una oportunidad para diversificar sus actividades. «En pandemia no podíamos viajar más. Teníamos todo el tiempo porque podíamos salir por la chacra. Y bueno, decidimos con mi señora a plantar la pitaya», explicó Jaciuk.
Así, comenzaron a reciclar un viejo potrero, utilizando postes y neumáticos para establecer los tutores necesarios para las plantas. Con el paso del tiempo, Jaciuk no solo logró establecer una hectárea de pitaya, sino que también recibió apoyo del Ministerio del Agro y el INTA. «Estoy muy agradecido. Hoy me están asesorando, también me hacen entrega de bíoinsumos que les voy colocando y que les va bien a las plantas», comentó.
Este respaldo fue crucial para probar la viabilidad de la pitaya en la región, experimentando con tres variedades: roja por fuera y blanca por dentro, amarilla con pulpa blanca, y roja por fuera y por dentro. A medida que aprendían del cultivo, implementaron técnicas de polinización manual, ya que los pimpollos florecen únicamente por la noche, alcanzando la máxima fertilidad entre las 22 a 23 hs, no teniendo así la fertilización realizada por las abejas (esto en el caso de la primera variedad con la que experimentó).
En cuanto al uso de fertilizante e insecticidas, el colono enfatizó que busca una producción orgánica y amigable con el ambiente, a través del uso de repelentes naturales para combatir plagas, y los bioinsumos de la empresa Agrosustentable, que además de actuar como foliar, fortaleció la planta y minimizó los daños provocados por las heladas. “Hicimos las aplicaciones como se deben hacer, y bueno, los daños fueron cicatrizando rápidamente. Hoy tenemos un cladoide que está sano y va a producir” detalló Jaciuk.
El éxito inicial motivó a Jaciuk a planificar una futura expansión significativa, llevando su producción de 4.000 a 18.000 plantas por hectárea. «Es muy rentable, entonces estamos predispuestos a hacer las inversiones», aseguró. La estrategia incluye la instalación de postes de cemento, sistemas de riego basándose en técnicas asiáticas y la implementación de plantas autopolinizantes. Esta inversión, según el productor va ser de alrededor de 45 millones de pesos, con el fin de optimizar y apuntalar la producción de pitaya en su chacra.
Además, la planta requiere al menos 3.000 horas de luz solar al año, motivo por el cual la parcela debe estar ubicada donde pueda recibir sol todo el día, “hay que ver un lugar que la planta de la salida del sol a la entrada” explicó. También necesita abundante agua, pero con cuidados especiales durante las heladas. A su vez, al tener no tener raíces profundas, se deben realizar solo desmalezados superficiales con la utilización de la motoguadaña.
Una inversión prometedora
Gracias a su alta demanda y propiedades saludables requeridas por el mercado, la pitaya promete ser una inversión que vale la pena. Jaciuk reconoce que para el nuevo sistema que implementará la inversión puede parecer costosa, pero que sin duda a partir del tercer año ya se puede recuperar lo invertido.
Y para los pequeños productores que estén interesados en diversificar su producción, el entrevistado recomendó empezar por un cuarto de hectárea “Si un productor chico a mediano quiere plantar, yo le digo que empiece con un cuarto de hectárea y ahí a medida va creciendo, pero es rentable y tiene muy buena salida” afirmó Jaciuk.
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— misionesonline.net (@misionesonline) March 18, 2024