Crisis en la natalidad mundial: las estadísticas atraviesan mínimos históricos y estas serían las consecuencias en el futuro

La tasa de natalidad a nivel mundial experimenta un descenso sostenido, lo que plantea desafíos para las sociedades futuras. Con proyecciones que indican una población cada vez más envejecida, surgen preguntas sobre las implicaciones económicas, sociales y culturales de este fenómeno.

En 1950, las mujeres tenían en promedio cinco hijos, mientras que hoy la cifra se reduce a poco más de dos. El Instituto de Métricas y Evaluaciones de Salud (IHME) de la Universidad de Washington advierte que casi todos los países podrían ver una disminución de su población antes de fin de siglo debido a la baja natalidad.

En Japón, por ejemplo, la población podría reducirse a la mitad para 2100. Stein Emil Vollset, autor del estudio del IHME, explica que factores como la urbanización y la postergación de la maternidad influyen en la caída de la tasa de fertilidad.

A medida que el índice de nacimientos continúa su descenso, se espera que el número de personas mayores de 80 años iguale al de nacimientos para finales de este siglo.

La economista Karen Guzzo, de la Universidad de Carolina del Norte, destaca que la globalización y los cambios en el mercado laboral han alterado los caminos tradicionales hacia la adultez, influyendo en las decisiones de tener hijos. Estos cambios se reflejan en sociedades más urbanas y con una movilidad económica limitada, donde los jóvenes retrasan la formación de familias.

Rafael Rofman, del CIPPEC, señala que la caída de la natalidad presenta tanto desafíos como oportunidades. En países como Argentina, el envejecimiento de la población podría ser aprovechado mediante una inversión en educación y desarrollo de habilidades para los jóvenes, aunque advierte sobre las serias consecuencias de no hacerlo.

Aunque las políticas natalistas han intentado revertir la tendencia, sus resultados han sido limitados. Sarah Hayford, de la Universidad Estatal de Ohio, considera que los cambios económicos y sociales tienen un impacto mayor en las tasas de natalidad que las prioridades individuales.

La caída de la natalidad redefine la estructura social y económica de los países, afectando el mercado laboral, los sistemas de salud y las pensiones. A medida que la población activa disminuye, el avance tecnológico podría mitigar la necesidad de mano de obra, aunque sectores como el cuidado de ancianos seguirán demandando trabajadores. La especialista Guzzo advierte que será necesario repensar esquemas de trabajo y financiamiento de pensiones en un mundo con menos niños y más adultos mayores.

 

Las consecuencias de cara al futuro

La caída de las tasas de natalidad ya transforma en silencio la estructura social y económica de los países. De cara a las próximas décadas, los efectos serán más pronunciados. El impacto se sentirá en el mercado laboral, en los sistemas de salud, los esquemas de pensiones y, cabe decirlo también, en la vida diaria de las ciudades.

En primera instancia, la reducción de la fuerza laboral será la consecuencia más evidente del envejecimiento poblacional. “En 2100, más de la mitad de los nacimientos se producirán en África subsahariana, frente al 29% actual. Esto implica que una mayor proporción de niños nacerá en regiones con sistemas de salud menos desarrollados y oportunidades laborales limitadas”, explicó Vollset. A eso le suma el impacto del cambio climático, que afectará con mayor severidad a las regiones africanas y acenturará las desigualdades.

El bono demográfico ya quedó atrás en los países más ricos. En 1950 había 14 adultos mayores por cada 100 personas en edad activa; ahora son 34 y llegará a 58 en 2100. Argentina sigue un patrón similar: la tasa de dependencia bajará hasta 44 en 2035, pero después sufrirá un aumento meteórico hasta alcanzar 90 a finales de siglo. Es decir, para encarar el siglo XXII, Argentina tendrá a casi toda su población inactiva en el plano laboral.

El envejecimiento alterará los esquemas de sostenibilidad económica. “A medida que crece la población dependiente, el peso sobre los activos aumenta. Si no ajustamos nuestras políticas económicas y sociales, las generaciones futuras enfrentarán una carga difícil de manejar”, señaló Rofman.

Si bien habrá menos mano de obra disponible, también es probable que la demanda sea menor. El avance de la inteligencia artificial, la automatización de roles y funciones, transformarán el mercado de trabajo. “Es difícil predecir cómo se desarrollarán estas dinámicas porque muchas industrias no necesitarán tantos trabajadores como antes. Sin embargo, los sectores vinculados al cuidado, como el de niños, enfermos y adultos mayores, seguirán siendo intensivos en mano de obra”, sostuvo Guzzo.

Los sectores de cuidado enfrentan un problema estructural. En sociedades como China y Japón, donde ya hay una alta proporción de ancianos, la demanda de cuidadores desborda la oferta disponible. El trabajo, al igual que en casi todo el mundo, no está bien valorado ni remunerado, lo que genera una escasez crónica de trabajadores.

“Necesitaremos repensar cómo financiamos las pensiones, las necesidades de salud y los esquemas de trabajo en un mundo con menos niños y más adultos mayores. Será un desafío enorme que requerirá tanto innovación como solidaridad”, advirtió la especialista.

Las cartas parecen echadas. Más que intentar revertir una tendencia que parece irreversible, la apuesta radica en adelantarse a los problemas del futuro, abordar los desafíos que se avecinan en el mercado laboral, en los sistemas de salud y pensiones, en las nuevas dinámicas sociales y económicas, para que el envejecimiento, ese mundo con cada vez menos niños, nos tome preparados.

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