La adolescencia es una etapa de descubrimiento y transformación en la que los jóvenes se enfrentan al desafío de construir su identidad en un mundo cada vez más globalizado e interconectado. Las redes sociales han ampliado los límites de sus experiencias, ofreciendo oportunidades para conectarse con personas y realidades lejanas. Sin embargo, también traen consigo una exposición constante a ideales y estándares difíciles de alcanzar, que pueden impactar negativamente en su autoestima y salud mental. En este contexto digital, surge un desafío fundamental: fortalecer los vínculos de pertenencia en la vida presencial, donde los jóvenes puedan desarrollarse en un entorno real, seguro y empático, que les brinde apoyo y un sentido genuino de comunidad.
Acompañar a los adolescentes en este proceso requiere un enfoque integral que combine el apoyo emocional, el desarrollo de habilidades sociales y el fortalecimiento académico. En Misiones, diversas políticas y programas se han implementado con el propósito de brindar a los adolescentes espacios de escucha activa, oportunidades de participación y herramientas para enfrentar los desafíos propios de su etapa de vida.
Un ejemplo de estas iniciativas es el Protocolo de Atención Integral del Suicidio en el Ámbito Educativo, una herramienta que busca prevenir, detectar y acompañar a estudiantes que puedan estar atravesando situaciones de crisis emocional. Este protocolo no solo capacita a docentes y equipos de orientación escolar, sino que además fortalece las redes de contención, asegurando que cada estudiante en situación de vulnerabilidad tenga un espacio de escucha, apoyo y derivación en caso de ser necesario. Este enfoque preventivo es fundamental, ya que los adolescentes enfrentan múltiples desafíos que afectan su salud mental, y la respuesta educativa debe estar a la altura de esas demandas.
Las características de la adolescencia que describió Aberastury encuentran hoy nuevos matices y desafíos en el entorno digital. Las redes sociales no solo se han convertido en un espacio de expresión y exploración para los adolescentes, sino también en un terreno donde se intensifican muchas de las crisis y procesos propios de su etapa vital.
- Tendencia grupal: En la adolescencia, la búsqueda de pertenencia a un grupo es fundamental. Hoy en día, los adolescentes suelen encontrar en las redes sociales comunidades y grupos que les proporcionan ese sentido de identidad compartida. Los grupos de mensajes, foros en línea, y los desafíos virales les permiten sentirse parte de algo más grande. Sin embargo, esta pertenencia virtual puede a veces reemplazar los vínculos presenciales, dificultando el desarrollo de relaciones cercanas y de confianza en el mundo real.
- Necesidad de intelectualizar y fantasear: En esta etapa, los adolescentes se ven atraídos por temas y contenidos que estimulan su imaginación y que les permiten reflexionar sobre grandes ideas o construirse una imagen idealizada de sí mismos. Las redes sociales, especialmente aquellas como Instagram o TikTok, suelen convertirse en el lugar donde fantasean o proyectan una versión “ideal” de su vida y personalidad. Estas plataformas también les permiten explorar e intelectualizar temas como el activismo, el arte o la moda, aunque en algunos casos, esta exposición al ideal puede aumentar la presión sobre ellos para cumplir con estándares irreales.
- Crisis religiosa: La adolescencia es un momento de cuestionamiento y redefinición de las creencias. En redes sociales, los jóvenes suelen seguir o unirse a comunidades que exploran diversas filosofías de vida, espiritualidades alternativas o creencias políticas. Esto puede ayudarlos a expandir sus horizontes y reflexionar sobre sus propios valores, aunque a veces también los expone a información no siempre confiable o a comunidades que podrían ser polarizantes o extremas.
- Desubicación temporal: En esta etapa, los adolescentes pueden tener dificultades para entender las consecuencias a largo plazo de sus decisiones, y las redes sociales tienden a amplificar esta desubicación. La rapidez de los intercambios en redes y la satisfacción instantánea de los “likes” y comentarios refuerzan una cultura del “aquí y ahora”, haciendo que los adolescentes busquen la gratificación inmediata sin reflexionar sobre el impacto que sus publicaciones pueden tener en su futuro o en sus relaciones.
- Actitud social reivindicatoria y antisocial de diversa intensidad: La adolescencia también es una época de rebeldía y cuestionamiento de la autoridad. A través de las redes, los adolescentes pueden expresar posturas reivindicatorias, muchas veces relacionadas con temas de justicia social, cambio climático o derechos humanos. Sin embargo, también pueden experimentar formas de expresión antisocial, como el “hate” o el “trolling”, en un intento de canalizar sus frustraciones o marcar una posición en un entorno donde los límites no siempre son claros.
- Separación progresiva de los padres: Las redes sociales son, en muchos casos, un espacio privado donde los adolescentes establecen una vida que excluye la supervisión parental. Esta “separación digital” les permite construir su propia identidad y sentirse independientes, aunque en ocasiones puede llevar a que se alejen excesivamente de sus padres o incluso oculten aspectos de su vida en línea que podrían ser problemáticos.
- Fluctuaciones del humor: Las emociones intensas y variables de la adolescencia pueden ser amplificadas por las redes sociales. La constante exposición a vidas “perfectas” en plataformas como Instagram o TikTok puede generar sentimientos de inferioridad o ansiedad, mientras que la validación en forma de “likes” puede mejorar su ánimo de manera pasajera, creando una dependencia emocional. La falta de “likes” o comentarios negativos, por otro lado, pueden influir significativamente en su autoestima y humor, afectando su estabilidad emocional.
Acompañar a los adolescentes en la escuela secundaria hoy implica enfrentar desafíos únicos y complejos. La influencia de las redes sociales ha transformado la manera en que los jóvenes construyen su identidad, establecen relaciones y se enfrentan a los dilemas propios de su etapa. En este contexto, es crucial que la escuela no solo sea un espacio de aprendizaje académico, sino también un entorno seguro donde los estudiantes puedan explorar su identidad, desarrollar habilidades sociales y recibir apoyo emocional.
Uno de los principales desafíos para los equipos educativos es la necesidad de brindar a los adolescentes herramientas para navegar el mundo digital de manera saludable. Esto implica educarlos en el uso consciente de las redes sociales, ayudándolos a identificar fuentes confiables, a gestionar sus emociones frente a la exposición en línea, y a reconocer los efectos que las comparaciones y validaciones virtuales pueden tener sobre su autoestima. La implementación de programas preventivos, como el Protocolo de Atención Integral del Suicidio en el Ámbito Educativo, y la creación de espacios de escucha activa y contención en las escuelas son pasos clave en este acompañamiento.
Asimismo, la escuela debe facilitar el desarrollo de vínculos de pertenencia genuinos en la vida presencial. Fomentar actividades grupales, participación en proyectos escolares y oportunidades de liderazgo permite a los adolescentes construir redes de apoyo reales y sentir que pertenecen a una comunidad que los valora y respalda.
El desafío es entonces integrar estos aspectos en un enfoque educativo integral que considere tanto el desarrollo académico como el bienestar emocional. Las políticas y programas deben enfocarse en promover la construcción de un sentido de identidad y pertenencia saludable, fortalecer el vínculo entre estudiantes y educadores, y crear un ambiente donde los jóvenes puedan aprender a gestionar sus emociones, asumir sus propias decisiones y enfrentar los desafíos de su etapa vital con el acompañamiento adecuado. A medida que avanzamos en un mundo cada vez más digital, la responsabilidad de la escuela y de la sociedad en general es guiarlos para que encuentren un equilibrio entre su vida en línea y sus experiencias reales, fortaleciendo así su capacidad para enfrentar de manera resiliente los desafíos de la adolescencia.