Milei y los suyos festejaron como propia la victoria de Donald Trump en Estados Unidos y desde el Gobierno nacional alientan lecturas entusiastas para el futuro del país, dadas las coincidencias ideológicas entre ambas figuras de la nueva derecha mundial. Pero por fuera de los círculos libertarios, los análisis de impacto local del triunfo republicano son bastante menos optimistas.
El presidente electo del país del norte y el argentino en ejercicio se parecen mucho en las formas, pero casi nada en el contenido.
Ambos libran una batalla cultural contra el progresismo en todas sus formas. Se oponen rabiosamente a lo que despectivamente llaman la “agenda woke”, que incluye al feminismo, a la ecología (particularmente al cambio climático) y al reconocimiento de derechos a las minorías y a las diversidades sexuales.
Ofrecen una representación dualista del mundo, como si se tratara de una película de Marvel con héroes y villanos. Así como los populistas de izquierda encuentran a sus enemigos del pueblo entre los representantes del poder económico empresarial (las corporaciones, diría un kirchnerista) y de “las potencias extranjeras”, estos populistas de derecha los encuentran entre las élites relacionadas al aparato estatal, ese difuso colectivo que Milei denomina “la casta”.
También coinciden en una marcada inclinación hacia la agresividad y los malos modales, recursos que han demostrado efectividad para canalizar la indignación de grupos cada vez más grandes de personas.
Los grandes teóricos de los comportamientos humanos descubrieron hace bastante tiempo que el voto es un acto más emocional que racional y resultados electorales en distintos lugares del globo sugieren que la rabia y la indignación son las emociones que están ganando en las urnas.
Incluso en países en los que la situación económica y las condiciones de vida no justifican altos niveles de ira. Parte de la explicación seguramente está en las expectativas incumplidas por los gobiernos, pero otra parte hay que buscarla en las dinámicas comunicacionales endogámicas y en el sesgo de confirmación que impusieron los algoritmos de las redes sociales, que se alimentan de la bronca y la reproducen.
A partir de estas coincidencias, Milei pretende convertirse en el aliado principal de Estados Unidos en Latinoamérica, lo que implicaría repetir la fórmula de alineamiento automático de los tiempos menemistas. Las relaciones carnales volverán a marcar el pulso de la agenda diplomática nacional.
Las expectativas positivas más concretas están puestas en la renegociación pendiente con el FMI. Desde el Gobierno nacional esperan que Trump mueva algunos hilos que para que Argentina reciba un trato amigable, ya que Estados Unidos es el país con mayor peso en el directorio del organismo de crédito, con 17% de los votos.
El objetivo de máxima es conseguir fondos frescos para acelerar la salida del cepo y despejar el horizonte de vencimientos comprometedores.
Pero además de afinidades políticas, en las decisiones del FMI también inciden aspectos técnicos que podrían conspirar contras las pretensiones del Gobierno argentino. Por ejemplo, el organismo cuestiona la política de gastar dólares de las reservas para intervenir en el mercado cambiario, algo que ya hizo Luis Caputo como presidente del Central con Macri y lo está repitiendo ahora como ministro de Economía de Milei.
Desde el punto de vista del Gobierno nacional, tampoco habrá interés en avanzar en una renegociación que implique resignar libertad para intervenir en el mercado cambiario, puesto que el dólar atrasado es elemento fundamental en la política antiinflacionaria.
Pero así como las relaciones carnales con Trump podrían ser útiles con el FMI, también podrían representar una amenaza en la tensa relación con China que el Presidente debió recomponer después de haber cometido una serie de declaraciones agresivas, tan imprudentes como innecesarias.
Trump se propone reducir la creciente influencia del gigante asiático en Latinoamérica y es esperable que exija a sus aliados un alineamiento estricto a esa consigna, lo que obligaría al Gobierno a un ejercicio de equilibrio muy arriesgado por la dependencia al swap chino y por las inversiones en desarrollo, como las represas del sur.
No tan parecidos
Las similitudes entre Trump y Milei se agotan cuando se analiza el contenido de sus propuestas. El magnate estadounidense es nacionalista, proteccionista, pregona un estado fuerte y no reniega del gasto público si la situación lo amerita. Mientras que el argentino es un liberal conservador de derecha a la vieja usanza argentina: es globalista, cree en la apertura absoluta de la economía, asumió con la misión de destruir al Estado y lo espanta el déficit fiscal.
Desde este punto de vista, el presidente electo está más cerca de la cosmovisión de Guillermo Moreno que del manual libertario.
Entre las proyecciones que hacen los analistas de acuerdo a lo que Trump anticipó de su programa de gobierno figuran un incremento en los aranceles a las importaciones, un incremento del gasto público y el endeudamiento y una probable suba de las tasas de interés.
El resultado sería una economía mundial menos integrada, con un dólar más fuerte y con mayor interés por invertir dentro de Estados Unidos que en países emergentes.
Aunque todavía habrá que ver con qué velocidad y con cuánta profundidad puede el electo presidente estadounidense avanzar en el programa que propone, el tipo de economía que quiere Trump para Estados Unidos suele resultar desfavorable para países como Argentina.
Principalmente porque cuando el dólar se fortalece, los precios internacionales de las materias primas bajan, lo que afecta directamente a países que tienen una oferta exportadora primarizada.
Otro efecto derivado de las políticas proteccionistas que pretende impulsar Trump, es que Estados Unidos se convierte en un destino más atractivo para inversiones tanto en la economía real como en la financiera, lo que dificulta atraer inversiones hacia países emergentes, que presentan niveles de riesgo más elevados.
Una protesta que fortalece a Milei
La patria sindical protagonizó otro episodio de destrato a la gente y le dio al Presidente un nuevo argumento para avanzar en privatizaciones y desregulaciones.
El conflicto inició cuando el Gobierno anunció que habilitaría el ingreso de otras empresas para operar la carga y descarga de equipajes y otros servicios que presta de manera monopólica la firma estatal Intercargo en Ezeiza y Aeroparque. En respuesta, el gremio que nuclea a los trabajadores de esa convocó a “reuniones informativas”, eufemismo para un paro salvaje que dejó a cientos de personas varadas en aeropuertos.
Como cada vez que una protesta implica tomar como rehenes a personas que nada tienen que ver con el asunto, el paro de Intercargo fue sujeto de condena social, degradó un poco más la reputación de los sindicatos y dejó la mesa servida a Milei que gracias a una rápida y enérgica reacción pudo capitalizar el conflicto a su favor.
Para el Presidente fue pura ganancia. El piquete aéreo no solo legitimó la decisión inicial de desregular el sector, sino que además le dio al libertario la oportunidad de exhibir firmeza y hasta de ponerse la ropa de héroe que llega para liberar a los rehenes.
La yerba y una crisis de mercado
El sector yerbatero atraviesa este año otra de las crisis cíclicas por sobreproducción de materia prima, con el agravante que para los productores y tareferos implicó la desregulación.
Los precios de la hoja verde se desplomaron y los productores exigen respuestas a la política. El Gobierno nacional no demuestra ningún interés en la materia y los reclamos se concentran entonces en su par provincial.
Pero el problema de fondo no es político sino de mercado: la producción va más rápido que la demanda y cuando ello ocurre, lo mucho o poco que pueda hacerse desde el Estado no dejará de ser un paliativo que no solucionará el problema de fondo.
La sobreoferta se manifestó con fuerza este año porque el tiempo fue propicio para la brotación de las plantaciones, la cosecha gruesa superó por más de 30% a la del año pasado y fue la más grande de la que se tenga registro. Pero el consumo no acompañó, especialmente en la primera mitad del año cuando la recesión golpeó más fuerte.
Hoy los galpones están llenos y el panorama para las próximas cosechas no es alentador, porque hay miles de hectáreas de plantaciones de alto rendimiento que todavía no llegaron a su mayor nivel de producción, lo que indica que la capacidad productiva se incrementará todavía más.
Bajo imperio de un Gobierno nacional que pregona la desregulación y el libre mercado, gobierno al que votó la mayoría de los productores, no tiene mucho sentido buscar una solución que apunte a regular la oferta a efectos de equilibrarla con la demanda.
Encontrar la salida del laberinto obliga entonces a procurar alternativas para aumentar las ventas, lo que solo podrá lograrse ganando nuevos mercados. Exportar más es la única solución al problema de fondo.
El problema con las soluciones de fondo es que demoran mucho más tiempo del que disponen los afectados más urgentes. En el caso concreto de la yerba mate, la combinación de sobreoferta con desregulación trae aparejado un efecto que ya se experimentó durante los 90 y que este año se manifestó como nunca: la concentración del negocio.
Lisandro Rodríguez, docente de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM) e investigador del CONICET, explicó que la reciente desregulación del sector yerbatero orquestada por el Gobierno de Javier Milei intensificó la brecha de ganancia entre los pequeños productores y los industriales, en favor de estos últimos. De esta manera, en pocos meses se incrementó cinco puntos, mientras que el mismo proceso en la década del 90 llevó años.
“La brecha es la diferencia en el percibimiento de la renta yerbatera y del ingreso. En el último mes dio una diferencia de 17 puntos a favor de las grandes industrias. O sea, 17 veces más ganaba ese sector vinculado a las grandes industrias que un pequeño productor. Al inicio del año esa relación era de 13 a 1, y ahora ya es de 17 a 1”, alertó.
En el marco de la Fiesta Nacional de la Yerba Mate, el gobernador Hugo Passalacqua, expresó su preocupación por esta cuestión y destacó “el compromiso permanente e incansable de Misiones por alcanzar un precio justo y honrar la historia de la yerba mate en la provincia”.
Refiriéndose a los grandes industriales, el gobernador subrayó que “este grupo acapara el grueso de la renta del sector en perjuicio de los miles de esforzados pequeños y medianos productores, que son el gran motor de nuestra provincia y a quienes defenderemos con firmeza como siempre lo hemos hecho”.
Y enfatizó su compromiso con la defensa de un precio justo que beneficie a todos los eslabones de la cadena productiva. A pesar de las dificultades impuestas por el libre mercado que, según el gobernador, las grandes empresas yerbateras han utilizado para aprovechar a su favor, Misiones continuará trabajando incansablemente para lograr un equilibrio en el sector.
“El equilibrio en el sector yerbatero es una meta que vamos a seguir persiguiendo con todo nuestro esfuerzo y energía”, enfatizó y agregó que “la yerba mate no solo es una producción primaria, es la historia misma de Misiones. Nuestro compromiso es honrarla”.
Las declaraciones del gobernador se enmarcan en un año en el que Misiones está desarrollando medidas novedosas para respaldar a los yerbateros. Una de las estrategias centrales pasa por la digitalización y tarjeta con chip para 13 mil productores. “Eso va a permitir la trazabilidad de los kilos y los pagos, y la otra es abrir un polo de molienda y exportación en el Norte misionero, activando el Molino de Andresito que va a operar favoreciendo a pequeños productores y lograr mejores precios colocando el producto en el exterior”, indicaron desde el Gobierno.