La economía financiera atraviesa un verano radiante gracias a la disciplina ajustadora y los anabólicos del blanqueo, pero las mieles del éxito todavía no llegan al metro cuadrado que habita el argentino promedio. Desregulación y privatizaciones son puntos centrales de la agenda de corto plazo. La reducción de impuestos está fuera de discusión para los libertarios, que aplican una política fiscal mucho más parecida a la que diseñó el Gobierno de Misiones que a la que pregona la oposición provincial. En la cancha de la política nacional, todos juegan para el equipo de Milei y la oposición se desintegra.
El mayor ajuste fiscal de la historia, un exitoso blanqueo y las liquidaciones demoradas de exportaciones del agro, combinaron fuerzas para dar forma a un momento rutilante para la economía financiera.
Los dólares alternativos siguen planchados y almidonados por debajo de los 1.200 pesos en la City porteña; el Riesgo País se ubicó por debajo de los 1.000 puntos, algo que no ocurría desde antes de las PASO de 2019; el índice Merval de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires subió 5,6% en dólares y los bonos soberanos escalaron 6% en dólares.
Otra buena noticia que recibió el Gobierno llegó del plenario del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), que anunció que Argentina no cayó en la “lista gris” en materia de lucha contra el lavado de dinero y el terrorismo.
Después de un par de meses negativos en materia de acumulación de reservas, en lo que va de octubre el Central lleva comprados más de 1.200 millones de dólares y las reservas brutas crecieron a razón de 675 millones de dólares en la semana. En buena medida gracias al blanqueo de capitales, pero también por la liquidación de exportaciones que habían sido demoradas a la espera de una devaluación que nunca llegó y que no aparece en el horizonte.
Además de aportar un contexto propicio para hacer redituables negocios en muy corto tiempo, para quienes están en condiciones de hacerlos, el verano financiero mejora las condiciones de acceso al crédito para el país, cuestión no menor teniendo en cuenta que Argentina enfrenta un exigente calendario de vencimientos de deuda.
Para la economía real la situación es bastante menos halagüeña. La caída de la inflación trajo respiro y mejoró las condiciones del crédito, pero la prometida reactivación en forma de V no aparece en el panorama. Es cierto que la producción industrial dejó de caer y comienzan a crecer algunas actividades, pero las condiciones generales muestran algo más parecido al estancamiento que a una reactivación.
De acuerdo con datos del INDEC, los salarios volvieron a ganarle a la inflación en agosto, pero la comparación interanual muestra una caída de 10,7% en el poder adquisitivo. Los salarios se recuperan lentamente, pero todavía hay mucho terreno para llegar a los niveles del año pasado.
El consumo no acompaña la moderada suba de los salarios porque el incremento de las tarifas carcome el poder adquisitivo de la gente. Según el INDEC, el consumo en supermercados creció apenas 0,2% en agosto respecto a julio, en lo que representó la primera mejora en tres meses, sin embargo la comparación interanual muestra un descenso de más de 10 puntos.
El uso de tarjetas de crédito como medio pago en supermercados aumentó en 10 puntos porcentuales y llegó a más de 46% de las ventas totales, lo que indica que cada vez más gente recurre al crédito para afrontar sus gastos diarios.
Economistas y empresarios coinciden en un pronóstico que anticipa un moderado incremento en las ventas y la continuidad del camino hacia la baja de la inflación, al menos mientras el Gobierno consiga sostener el ancla cambiaria. Con el torniquete monetario apretado y los dólares del blanqueo, la paz debería durar cuanto menos hasta febrero o marzo del año próximo, pero de allí en adelante dependerá de la capacidad del Gobierno de resolver los vencimientos de la deuda.
Pero tal vez la mayor de las dudas gira en torno al cepo cambiario sin el cual resultaría muy difícil evitar una devaluación, al menos en las condiciones actuales, pero que al mismo tiempo limita severamente las posibilidades de recibir las inversiones necesarias para el crecimiento de la economía.
La disciplina fiscal según libertarios y renovadores
Más allá del apuro que manifiestan desde los sectores más poderosos del empresariado en levantar el cepo, lo cierto es que la estabilidad actual es cepo-dependiente. Entonces la agenda más inmediata de reformas se centra en dos ejes: privatizaciones y desregulación.
En la mira de las privatizaciones está Aerolíneas Argentinas. El asunto fue discutido en la reunión de Casa Rosada entre representantes de La Libertad Avanza, el PRO y el radicalismo. La Comisión de Transportes de Diputados comenzará a abordar la cuestión el próximo martes.
En materia de desregulación, el último hito fue la reestructuración de la AFIP, que pasó a llamarse ARCA y el titular del área, Federico Sturzenegger, anticipó que habrá novedades tendientes a la reducción del Estado y a la simplificación de trámites.
Lo que también adelantó el exbanquero central del Macri, es que no habrá reducciones impositivas. “No me pidan que baje impuestos porque van a rebotar”, les advirtió a los empresarios en Mar del Plata, durante el Coloquio de Idea.
Los dichos de Sturzenegger vienen a reivindicar modelos fiscales como el de Misiones, que bajo el principio de la responsabilidad fiscal apuntan no solo a la austeridad a hora de gastar, sino que también entienden la necesidad de sostener los ingresos tributarios que permitan el equilibrio fiscal.
Podrán ser libertarios y los más férreos defensores de la iniciativa privada, pero tanto en los dichos como en los hechos, practican y defienden una política fiscal que les permita acceder los recursos necesarios para el equilibrio fiscal.
En eso coinciden con el Gobierno provincial y marcan una diferencia respecto a la opinión de los dirigentes de la oposición misionera del PRO, del radicalismo y del puertismo que pregonan la baja de impuestos como receta mágica para el crecimiento de la economía.
De hecho, el principal logro de este gobierno nacional consiste en haber revertido el déficit fiscal, algo que Misiones consiguió hace dos décadas y lo sostuvo desde entonces, con la diferencia de que acá no hubo ajuste para la gente ni se dejó de financiar a la salud o a la educación y no se recurrió al endeudamiento.
Oposición a favor de Milei
Los últimos sondeos de opinión muestran una caída de la imagen pública de Javier Milei. Un relevamiento de la consultora Zuban Córdoba señala que 55% de los argentinos tiene una imagen negativa del presidente y desaprueba su gobierno, mientras que el consultor Nehuén Fariña ubicó esa cifra más cerca del 60% que del 55%.
Los analistas coinciden en que la imagen presidencial, que se mantuvo alta durante los meses más duros del ajuste, comenzó a caer con mayor velocidad con los vetos a las leyes jubilatoria y de presupuesto para las universidades.
Las perspectivas de mejora a futuro también se van diluyendo en el imaginario de la gente, lo que está relacionado a las demoras percibidas en la recuperación del poder adquisitivo del salario.
En el plano de la economía, Milei le propuso a su votante un contrato que exigía un esfuerzo inicial a cambio de una mejoría duradera. Cada vez son más lo que entienden que el sacrificio se está extendiendo más de lo esperado (el argentino nunca tuvo vocación de mártir) y la bonanza está demorando demasiado.
La buena noticia para el Presidente es que ninguna figura de la oposición capitaliza la caída de su imagen, al punto que las tres figuras que mejor miden en las encuestas están dentro del gobierno.
Tan rezagada está la oposición que hoy la principal amenaza para Milei es su vice, la díscola Victoria Villarruel.
Todos los espacios de la oposición se desgranan o se fracturan y algunos, como el PRO, se enfrentan a una amenaza seria de disolución, como le ocurrió a la UCeDé en los 90.
El peronismo declama unidad mientras ejercita el internismo. El principal partido opositor es escenario de dos tensiones simultáneas. La primera apunta a resolver una cuestión que históricamente es fundamental para ese movimiento: establecer quien es el líder y hacerlo de un modo que quede en claro para todos. La segunda consiste en decidir cual será la postura frente al Gobierno de Milei, allí entran en pugna los gobernadores que prefieren una postura más negociadora y los dirigentes sin responsabilidad de gestión que tienen mayores libertades para practicar una oposición mucho más frontal.
La interna que enfrenta a Cristina con Kicillof se inscribe en la primera de las tensiones. La exmandataria probablemente no apunte a una candidatura que la lleve de nuevo a la máxima magistratura, pero sí pretende conservar un lugar de poder y el único que le queda a mano es la presidencia del PJ.
El gobernador bonaerense sí quiere ser el candidato peronista en las presidenciales de 2027, pero sabe que llegar bajo el ala de Cristina, como lo hizo Alberto en 2023, es un boleto directo a la derrota.
La segunda tensión, el posicionamiento frente al gobierno nacional, está detrás de la interna Cristina/Quintela por la conducción del PJ. El gobernador riojano representa a sus pares peronistas que están cansados de que la expresidenta los acuse de traición cada vez que se sientan a negociar algo con Milei. De allí que el único respaldo explícito a la candidatura de Quintela, haya venido del lado del mandatario tucumano Osvaldo Jaldo, el más cercano a Gobierno de Milei entre los peronistas.
Hasta ahora Kicillof se mantuvo al margen de esa interna, lo que le valió el mote de Poncio Pilatos en boca de Cristina, pero dirigentes que responden al gobernador bonaerense prestaron avales para la candidatura del riojano.
El exministro de economía enfrenta su propio dilema: necesita despegarse de CFK para sumar votos por fuera del núcleo duro K, pero enfrentarse directamente a quien fuera su mentora le valdría una crisis de gobernabilidad en su provincia, ya que muchos intendentes y funcionarios en todas las líneas de su gestión responden a la exmandataria.
Los radicales se rompen y se doblan, todo al mismo tiempo. Los que se doblan para el lado que más calienta el sol fundaron la línea de los radicales con peluca, que pasaron de ser dialoguistas a enfervorizados defensores del gobierno libertario.
A Milei le bastó una invitación a la Casa Rosada, ilustrada con una foto, para detonar una fractura que a esa altura era inocultable. Del lado de los portadores de pelucas, quedó el presidente del bloque de Diputados, Rodrigo de Loredo, lo que obligó a los radicales opositores encabezados por Manes y Lousteau a montar rancho aparte bajo la pretensiosa denominación “Democracia para siempre”.
Con el peronismo y el radicalismo quebrados en varios pedazos y el PRO luchando por no diluirse en la marea libertaria, el presidente Milei tiene la mesa servida para concretar en 2025 una elección de consolidación, siempre que la economía se lo permita y al dólar no se le ocurra despertar de su siesta.