Las emisiones de dióxido de carbono crecieron un 60% por los incendios en la Amazonía brasileña

Los bosques de la Amazonía brasileña se conviertieron en un escenario de devastadores incendios entre junio y agosto de 2024, lo que resultó en la emisión de 31,5 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) equivalente. Así lo señala un reciente informe del Instituto de Investigaciones Ambientales de la Amazonía (Ipam). Esta cifra representa un preocupante aumento del 60% en comparación con el mismo período del año pasado, lo que evidencia una profundización de la crisis ambiental en la región.

La extensión de la selva amazónica afectada por estos incendios es de 2,4 millones de hectáreas, una superficie que incluye bosques, campos y pastizales. Según el informe del Ipam, el fuego arrasó con 700.000 hectáreas de bosques en solo tres meses, produciendo 12,7 millones de toneladas de CO2 equivalente, más del doble de lo registrado en el mismo lapso de 2023.

Ane Alencar, directora de Ciencia del Ipam, explicó la gravedad de la situación, afirmando que «un bosque degradado por el fuego se vuelve más susceptible a otros incendios, perpetuando el ciclo de degradación y de emisiones». Esta degradación es un ciclo continuo que mantiene a la región vulnerable a futuras catástrofes ambientales, agravando las emisiones y la pérdida de biodiversidad.

El volumen de emisiones generado por estos incendios es comparable a las emisiones anuales de países como Noruega. Sin embargo, lo más alarmante es que, aun cuando los incendios se extinguen, las emisiones de gases contaminantes persisten debido a la descomposición de la vegetación afectada. Este fenómeno, conocido como «emisión tardía», podría liberar entre 2 a 4 millones de toneladas adicionales de CO2 equivalente en los próximos cinco a diez años, según estimaciones de la ONG ambientalista.

Sequía extrema y cambio climático: los grandes responsables

 

El incremento de incendios en la Amazonía está estrechamente relacionado con el secamiento prolongado y la intensificación de la sequía en Brasil, considerada la peor desde 1950. El Observatorio del Clima advirtió que la sequía afecta a más de la mitad del territorio brasileño, una situación impulsada por el calentamiento global y la degradación de la vegetación. Estos factores no solo aumentan la vulnerabilidad del ecosistema amazónico al fuego, sino que también dificultan los esfuerzos por mitigar los incendios una vez que comienzan.

El Centro Nacional de Vigilancia y Alerta de Catástrofes Naturales (Cemaden) atribuye la sequía a una combinación de factores, entre ellos la alteración climática y los cambios en el uso del suelo, lo que ha reducido la capacidad de la vegetación para conservar humedad. Esta pérdida de humedad en los bosques incrementó las condiciones de sequía en el país, facilitando la propagación descontrolada de los incendios.

Desde 2013, el Sistema de Estimativas de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero (SEEG), en el cual participa el Ipam, registó un preocupante aumento en las emisiones de gases contaminantes en Brasil. Con los datos más recientes, se observa una tendencia clara hacia la degradación ambiental, la cual impacta de manera directa en el cambio climático y en la calidad de vida de los habitantes de la región.

Los efectos de los incendios en la Amazonía no solo se limitan a Brasil. Las nubes de humo y cenizas cruzaron fronteras, afectando la calidad del aire en países vecinos como Argentina, Paraguay y Uruguay. El martes pasado, Misiones y varias provincias argentinas se vieron cubiertas de humo debido a los incendios que afectan principalmente el oriente y el norte de Bolivia, país que también enfrenta una oleada de incendios forestales.

En Paraguay, la situación llevó a las autoridades a declarar una «alerta epidemiológica» debido a la mala calidad del aire. En respuesta a la crisis, las instituciones educativas suspendieron  las clases presenciales. Este fenómeno no solo pone en riesgo la salud respiratoria de millones de personas, sino que también aumenta la presión sobre los sistemas de salud en toda la región.

La Amazonía, que desempeña un papel crucial en la regulación del clima global y en la conservación de la biodiversidad, está siendo devastada por incendios que se ven alimentados por la combinación de la actividad humana, la alteración del clima y la falta de políticas efectivas de conservación. La comunidad internacional enfrenta el desafío urgente de tomar medidas concretas para proteger este invaluable ecosistema antes de que los daños sean irreversibles.

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