El 25 de agosto de 1933, mientras el mundo comenzaba a despertar ante el régimen nazi, se firmó un acuerdo que hasta hoy sigue siendo objeto de controversia y debate: el Acuerdo Haavará.
Este pacto entre la Alemania nazi, la Federación Sionista Alemana y un banco sionista, facilitó la emigración de judíos alemanes a Palestina. Lo que podría haberse presentado como una solución humanitaria, en realidad encubrió una alianza entre los intereses sionistas y el régimen más antisemita de la historia.
El historiador Jorge Ramos Tolosa, en un reciente hilo en la plataforma X (anteriormente conocida como Twitter), reveló la relación entre ciertos líderes sionistas y el régimen nazi. Adolf Eichmann, una de las figuras más infames del Holocausto, se «convirtió» al sionismo antes de convertirse en uno de los arquitectos del genocidio perpetrado por la Alemania Nazi. Según la reconocida filósofa Hannah Arendt, Eichmann visitó la Palestina británica en 1937 bajo la tutela de líderes sionistas, un hecho que refleja las conexiones que el movimiento sionista estaba dispuestos a forjar para lograr su mayor objetivo: la colonización de Palestina y la instalación de un etnoestado.
El movimiento sionista, desde sus inicios, no dudó en comprometerse con regímenes y figuras moralmente reprochables si eso significaba avanzar en su agenda. Un ejemplo impactante es el grupo paramilitar sionista Lehi, también conocido como la Banda Stern, que durante la Segunda Guerra Mundial le propuso una alianza al Tercer Reich. A cambio de apoyo para establecer un Estado judío en Palestina, este grupo extremista ofreció colaborar con Hitler, un acto que evidencia hasta qué punto el sionismo estaba dispuesto a llegar, incluso al costo de traicionar a su propio pueblo.
Después de la guerra, estas alianzas no desaparecieron. Walter Rauff, un criminal de guerra nazi responsable de la invención de las cámaras de gas móviles, fue ayudado por el Mossad, el servicio secreto israelí, quien lo ayudó a escapar a Sudamérica. Protegido por la dictadura de Pinochet en Chile, Rauff nunca enfrentó la justicia por sus crímenes atroces. Otto Skorzeny, otro oficial nazi, conocido como «el hombre más peligroso de Europa», también trabajó para el Mossad, organizando rutas de escape para otros nazis en una colaboración que desafía cualquier justificación moral.
Es crucial entender que oponerse al sionismo no es lo mismo que ser antisemita. De hecho, muchos judíos, tanto en el pasado como en el presente, se opusieron firmemente al sionismo, criticando sus tácticas y su impacto destructivo. El sionismo es una ideología política que instrumentalizó el sufrimiento del pueblo judío para justificar la colonización y opresión de otros pueblos, en particular la del pueblo palestino.
Ramos Tolosa recomendó obras como «Zionism in the Age of the Dictators» de Lenni Brenner y «Eichmann en Jerusalén» de Hannah Arendt para obtener una perspectiva crítica que desafía la narrativa convencional.
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