En San Vicente, en la provincia de Misiones, Crisol de Razas y Proyecto Panambí se unen para ofrecer una experiencia única que combina hospitalidad y preservación de la impresionante naturaleza misionera.
Dante Ardengui, dueño de Crisol de Razas y Proyecto Panambí, describe estos lugares como «un viaje único para quienes buscan desconectar y sumergirse en la belleza natural de la región».
Hace una década, tras explorar Misiones, descubrió en San Vicente este lugar especial que se convirtió en el epicentro de su proyecto. Crisol de Razas tiene dos partes: una con cabañas y un hermoso parque para la hospitalidad, y otra convertida en una reserva natural.
El nombre «Crisol de Razas» celebra la diversidad misionera, donde «se entrelazan descendientes de alemanes, ucranianos, brasileños y mucha gente aborigen, fundiéndose en la identidad misionera». La calidez y amabilidad de los lugareños son el sello distintivo de Crisol de Razas, donde Patricia Friedrich, responsable del lugar, hace que los visitantes se sientan «muy bien atendidos».
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Por otro lado, el Proyecto Panambí va más allá de ser una reserva natural; se centra en preservar la flora y fauna, replantar especies nativas y promover la conexión entre las personas y la naturaleza. En sus terrenos alberga cuatro impresionantes cascadas, una variedad de aves y animales de conservación como cuatíes y monos.
Invitan a los visitantes a sentirse «parte del paisaje» y enfatizan la importancia de la educación ambiental, alentando a apadrinar árboles nativos y participar en la preservación del entorno.
Crisol de Razas y Proyecto Panambí: una opción para disfrutar de la magia de la Tierra Colorada
Ambos destinos se encuentran en la Ruta Provincial N°212, conocida localmente como Picada Zulma. Esta ubicación estratégica, apartada del bullicio urbano, permite a los visitantes sumergirse en la esencia del monte misionero. El acceso es fácil, pero se manejan restricciones en las visitas para preservar la naturaleza, ofreciendo así una experiencia de relajación y contemplación.
Según Dante Ardengui, estos lugares «representan una pequeña isla preservada en medio del avance humano sobre el monte».