Libertad para elegir: tras 17 años, el éxito de la ESI es indiscutible

Muchos argentinos afirman que la ESI no contribuyó a ningún cambio en la prevención del embarazo adolescente. No solo esto no es cierto, sino que la educación sexual es un elemento clave en un esfuerzo en conjunto que, con el apoyo de otras políticas públicas, logró tener un éxito envidiable. Pero todavía queda mucho por hacer.

Consideremos un ejemplo: Julieta es una adolescente de 15 años. Cursa tercer año en un colegio secundario público de Posadas, y, como todo adolescente, tiene sueños. Sus padres, ambos de cerca de 40 años, se mudaron a la capital cuando la abuela materna de Julieta se enfermó gravemente. 

Las idas y venidas provocadas por el suceso hicieron que, una vez la abuela falleció, ambos decidiesen asentarse en la ciudad, junto con su hija, aprovechando que algunos familiares le habían ofrecido un empleo. Aún así, después de diez años, los tres, que viven en una vivienda a las afueras, continúan recibiendo ingresos que no le permiten cubrir totalmente la canasta básica. Son una familia pobre.

Una de las distracciones en la vida de Julieta es la escuela. Ahí va desde que comenzó la secundaria, hace ya dos años. Es donde tiene su grupo de amigos, un techo sobre sí, tal vez hasta una metafórica segunda casa, haga viento o haga sol. A pesar de que algunos de ellos no son de su agrado, y que sus notas muchas veces no le sonríen, tiene también profesores.

Los profesores son como una gripe constante, un callo en el dedo o una picadura de avispa. Duelen, pero afianzan el sistema inmune. En el caso de Julieta, algunas veces hasta le provocan un sentimiento parecido al cariño y al agradecimiento, pero ella no lo sabe. No piensa mucho en sus sentimientos, o puede que no quiera reconocerlo. 

Pero los reconoce en su compañero, Sebastián, “el Seba”, cada vez que él entra al aula. No sabría decir si eso es cariño o amistad, pero algo es. Una vez se quedaron charlando después de clase, por casualidad, y a partir de allí ambos se volvieron inseparables. Al principio, Julieta quería extender la vuelta a su casa lo más posible, y entonces se ponía a charlar con Dios y medio mundo. Amaba a sus padres, pero no amaba tanto su casa. Al final, sin embargo, terminó encontrándose con una situación de lo más amena al hablar, largo y tendido, con su nuevo compañero especial. En un momento inesperado, más adelante, se descubrió ponderando si acaso lo amaba a él también.

Esa ponderación una vez hizo que sus pensamientos la conquistaran completamente. Se podría decir que el Seba también se dejó llevar. Ambos lo hicieron, y ambos se encontraron con que las cosas resultaron ser, a la larga, más difíciles de lo que parecían en un comienzo. Era obvio. No tenían experiencia y tampoco nadie se lo había explicado. De buenas a primeras, se encontraron enfrentados a una realidad muy alejada de lo que habían soñado antes, bajo el intenso calor de los recreos.

De pronto, todo pareció caerse a pedazos en un abrir y cerrar de ojos. ¿Qué dirán los demás ahora? ¿Qué le dirán sus padres a Julieta? ¿Cómo adaptaría ella su vida y sus proyectos a todo eso, tan nuevo, tan terrorífico, tan inesperado? Los cambios de la pubertad y el sexo eran cosas que surcaban por el aire en la vida de Julieta como pomposas nubes en forma de signos de pregunta, tan presentes como esquivados por su condición de tabú, por la escasa información confiable, por los rumores contradictorios, y por la ausencia de especialistas accesibles.

Julieta no existe, es ficción, y su historia también. Pero existen varias adolescentes como ella, muchas que incluso cayeron en la trampa no por desconocimiento, sino por una horrorosa obligación. Otras, y otros, por un sentimiento de culpa, por no tener a nadie con quien habla, por no saber distinguir, en sus pocos años de vida, entre lo que estaba bien y era normal de lo que no.

La importancia de la Educación Sexual Integral

Ayer se cumplieron 17 años desde que se aprobó la Ley de Educación Sexual Integral. Festejando el aniversario, Misiones Online publicó una entrevista que recibió muchos comentarios en las redes sociales. La mayoría estaban en contra. “¿Cuál fue el resultado?”, preguntó irónicamente un usuario en Instagram. “Payasos”, agregó. “No sirve”, dijo otro. “17 años y no bajó la tasa de embarazos adolescentes”, afirmó otro más.

Para comprender mejor el argumento a favor de la Educación Sexual Integral, o ESI, es necesario entender a la ley y a su aplicación como un factor entre tantos otros, es decir, como una pieza en un rompecabezas de planes, programas, y proyectos pensados con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los niños, niñas, y adolescentes del país. ¿Funcionó? Sí, y lo hizo de maravillas. No sólo la tasa de embarazos adolescentes bajó, sino que lo hizo estrepitosamente. 

También hay que comprender su rol en el desarrollo nacional a largo plazo. Las políticas que provocan los cambios más grandes suelen ser las que están planeadas para durar el mayor lapso de tiempo. Es imposible cambiar profundamente algo de la noche a la mañana, a menos que haya habido un esfuerzo consciente durante mucho tiempo para preparar las condiciones que hagan posible ese gran cambio. 

La ESI es uno de estos pasos, y tuvo éxito, mucho éxito. Si alguien está disconforme con sus resultados, pensar que se la debe abolir es pensar al revés: en vez de eso, en todo caso, tendría que mejorarse y ampliarse en el tiempo, con tal de sostener sus frutos y aumentarlos. Si uno compra una casa y se da cuenta que la canilla del baño no es la que quería, no la pone en venta de nuevo ni tampoco la destruye: cambia la canilla.

Un éxito demostrado en números

¿De qué manera se traslada el éxito de la ESI a la realidad? Podríamos apuntar a una serie de estadísticas para pensarlo mejor y trasladarlo a un plano más cercano. En 2023, por ejemplo, se cumplieron siete años de descenso continuo de la tasa de embarazos adolescentes. En 2005, un año antes de aprobarse la Ley de ESI, la tasa de fecundidad adolescente era el 31,9 según datos del Ministerio de Salud. Esto significa que casi 32 adolescentes de cada mil, dentro del rango que va desde los 10 a los 19 años, dieron a luz. En 2021, la tasa fue del 13,7, lo que representa un descenso de más de la mitad en un lapso de 16 años, o un promedio de baja del 3% por año computado.

Para comprender estos datos es necesario pensar a la ESI de la forma antes mencionada: como una pieza en un rompecabezas. Junto con la implementación de la ESI, las implementaciones de otras iniciativas como el Plan ENIA (Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional), el acceso libre y gratuito de anticonceptivos, e incluso el aborto como una opción legal y fácilmente accesible desde cualquier hospital forman todos una suerte de “círculo virtuoso” en la salud y las posibilidades que tienen los niños, niñas, y adolescentes de seguir adelante con su proyecto de vida de una forma que le sirva a ellos, no condicionada por factores externos que podrían alejarlos (y lo hacen) de sus metas individuales. Y el Estado es, por supuesto, una parte esencial del proceso como una suerte de “gran organizador”.

Respeto irrestricto por el proyecto de vida ajeno

En este ciclo electoral está de moda decir que la libertad consiste en el “respeto irrestricto por el proyecto de vida ajeno”. Esto, en su forma más utópica y abstracta, es un concepto que puede relacionarse directamente con el de Justicia Social. En la práctica, es algo muy diferente, ¿pero podríamos relacionarlo con la ESI?

Más allá de lo que tengan que decir aquellos que consideran que la validez de algo debe definirse sólamente por su habilidad de generar ganancias o crecimiento, o, lo que es lo mismo, que el proyecto de vida de alguien sólo puede valer si es que ese valor puede trasladarse a una unidad creada por el propio ser humano, limitada, y acumulada de forma desigual durante gran parte de la historia, este “respeto irrestricto” debe necesariamente hacer caso a su definición más abstracta para reformarse y pensarse como una justificación de la intervención estatal en planos como el del embarazo adolescente. 

¿Cómo puede una persona crear un proyecto de vida sin las herramientas necesarias para descifrarlo de una manera que se ajuste a la realidad y que lo haga materialmente posible? Hace unos años, una publicidad lanzada por una empresa automotriz creó controversia al referirse a la meritocracia como un concepto existente y palpable. 

Obviamente, esto generó críticas. Y no generó críticas porque la gente esté en desacuerdo con este concepto utópico y abstracto de meritocracia, en el que todos son (o pueden ser) tan exitosos como lo dicta su propio esfuerzo, sino más bien porque este concepto, en realidad, no existe bajo las condiciones sociales actuales. Alguien que nace en el seno de una familia pudiente tendrá muchas más posibilidades de tener éxito que alguien que nace en el seno de una pobre, que apenas puede llegar a fin de mes. Alguien que tiene como padre al dueño de una empresa tendrá más chances de ser empresario que alguien que vende chipa en las paradas de colectivos. 

La ESI, un paso hacia la verdadera meritocracia

A pesar de que estos factores pueden no parecer estar directamente relacionados con la ESI y similares iniciativas, en realidad son muy cercanos. De la misma forma que la población necesita comenzar su vida en un contexto similar y con oportunidades similares para que exista una verdadera meritocracia, los niños, niñas, y adolescentes hijos de trabajadores necesitan también acceso a la información necesaria para saber qué decisiones pueden descarrilar sus proyectos de vida sin su consentimiento. Prevenir este descarrilamiento no consentido es parte necesaria de este “respeto irrestricto”, y no hay muchas maneras de negarlo que no entren en piruetas discursivas. 

La ESI no es un incentivo a la actividad sexual ni tampoco es un llamado a la actitud puritana. La ESI es un medio para un fin; es decir “podés hacer esto, pero tené en cuenta que esto otro puede pasar”. A partir de allí, está en uno si hacerlo o no, y en caso de que lo haga, saber cómo hacerlo de una forma en la que se maximice el disfrute y se minimice cualquier resultado no considerado, cualquier descarrilamiento en el proyecto de vida, cualquier desconsideración por parte de la población en general. 

La pornografía y las libertades ajenas

Al fin y al cabo, la ESI es un proyecto solidario que tiene como fin garantizar el respeto irrestricto del proyecto de vida ajeno desde una noción asentada en la Justicia Social: tus libertades terminan donde empiezan las del otro, y por lo tanto nadie puede aprovecharse de la ignorancia ajena ni tampoco sacar provecho de su labor. La meritocracia puede existir, por supuesto, pero para que lo haga es necesario hacer caso a las condiciones materiales que hacen al mundo y que dibujan las desigualdades sistémicas que ahora existen y aterran a la humanidad. 

La ESI es una parte de este camino hacia la verdadera meritocracia, pues garantiza el acceso a información fiable que permita tomar decisiones también fiables, de la misma forma que lo hace cualquier CEO o cualquier Presidente, incluso cualquier presidente de barrio o director de escuela. ¿Por qué tendría que ser diferente para cualquier otra persona?

¿Por qué razón esta información debería ser obviada o estar relegada a internet, en donde muchas veces es tergiversada por sitios web de pornografía que, de nuevo, se mueven en un mercado y tienen el objetivo único de ampliar ganancias? Muchas veces se oyen casos terroríficos de explotación sexual con el fin de distribuir contenido pornográfico por internet y así generar ganancias; muchas veces se oyen, también, casos de adolescentes influenciados por la pornografía que, o desarrollan adicciones, o tienen una expectativa muy irreal de lo que es la actividad sexual, lo que a su vez puede llegar, en un extremo, a generar una baja autoestima, y en el otro, a crear comportamientos antisociales que violan el proyecto de vida ajeno de maneras muy oscuras.

La libertad de elegir

Sin un análisis certero del mundo y del origen de la pobreza y la desigualdad, es imposible crear un mundo verdaderamente libre. No tiene sentido danzar alrededor de lo real, porque tarde o temprano lo real va a pasar factura. La ESI es un comienzo de este análisis, y un comienzo bastante fuerte, pero por más fuerte que sea solamente es una pieza, y hay que completar el rompecabezas y ajustarlo a la realidad material, para que personas como Julieta puedan estar informados, y para que su presencia mutua sea, otra vez, suficiente. 

Si la ESI no es un paso hacia la libertad, entonces lo que muchos llaman “libertad” no es tal. Libertad es saber elegir y tener la información necesaria para hacerlo de acuerdo al juicio personal. Libertad es ser independiente pero también poder pedir ayuda en casos de necesidad. 

La verdadera libertad es, en esencia, la verdadera solidaridad. De otra forma, la libertad se vuelve una competencia para ver quién puede conquistar más territorio, ¿y adónde queda el respeto irrestricto en esa situación? Queda perdido en un cementerio de discursos baratos. La ESI, y todo lo que logró cambiar, no es un discurso barato. Es una realidad intachable, y sus logros también. Que los próximos 17 años sirvan para ampliar su alcance y éxito aún más.

(Publicado originalmente en Misiones Cultural)

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