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¿Por qué se le dice “Día de las Infancias” o “Día de la Niñez” en lugar del clásico “Día del Niño”?

Varios lectores de Misiones Online insistieron en los comentarios en redes sociales que los términos “Día de las Infancias” y “Día de la Niñeces” no son válidos, y que, en cambio, “Día del Niño” es la única denominación posible. Las tres formas son correctas, pero las dos primeras hacen caso a un esfuerzo conjunto por recuperar la historia, ¿pero por qué?

En los albores del siglo XX, la ayuda social del sector más necesitado de la población argentina era casi inexistente. Con horarios laborales inhumanamente largos, condiciones de trabajo más que precarias, y un movimiento obrero reprimido de manera sangrienta por los mismos empresarios, Argentina logró consolidarse como “el granero del mundo” al mismo tiempo que la vasta mayoría de sus habitantes no podía siquiera pagarse tres comidas al día. Toda la riqueza que se generó durante ese tiempo fue para arriba y no bajó.

Parte de este espectáculo de desigualdad era la “filantropía”, y uno de sus mayores exponentes era la famosa Sociedad de Beneficencia, un grupo de esposas de magnates que tenían como objetivo dejar en los privados el poder de distribuir una mísera cuota de ayuda económica para las clases menos pudientes a cambio de una casi irrestricta falta de dignidad y una promesa de fidelidad que hacía posible que la Sociedad llevase a cabo todo tipo de eventos y colectas en los que usaba a los pobres como juguetes o fenómenos.

Una parte grande de su población objetivo eran los niños, niñas, y adolescentes despojados del sistema por obra de los propios empresarios, reducidos a la servidumbre por miedo a tener que vivir en la calle y ser igualmente discriminados. En el trasfondo de todo esto, además, se hallaba un esfuerzo sistémico por invisibilizar los deseos, aspiraciones, y proyectos de vida de las infancias, de sus padres, y de todos los trabajadores.

A mediados de siglo se observó un cambio rotundo en el estilo de vida de los trabajadores, con una rápida obtención de derechos y una mejora en su calidad de vida nunca antes vista en la historia argentina. En el medio de esos cambios se encontraban asimismo los hijos de los trabajadores, las infancias de los ’40 y ’50, que pudieron, por primera vez en su vida, acceder a bienes como bicicletas, un sistema de salud, vacaciones, y educación totalmente gratuitas, financiada por el apoyo económico y solidario de todo un país.

El modelo de la Sociedad de Beneficencia dejó de existir, pasando a los confines de la historia, y en su lugar se erigió el modelo de la justicia social.

Sin embargo, muchas cosas quedaron todavía por hacerse. En los siguientes cambios que se sucedieron durante el siglo XX, en cuyas últimas décadas, casi como a modo de castigo por los incontables avances, nació y se desarrolló uno de los procesos cívico-militares más sangrientos de la historia latinoamericana,  se logró visibilizar lo antes invisibilizado y recuperar la noción de que la infancia no son sólo una, un único modelo repetido ad nauseam. Del mismo modo, se dijo, la niñez tampoco es solo una. No es un modelo o una plantilla, la misma en todos lados, sino un conjunto de experiencias, modos de ver, modos de razonar, y modos de sentir. Son, en realidad, niñeces e infancias, en plural. A veces también se le dice “Día de la Niñez” como una forma de reconocer que la niñez, en la práctica, es variada, y que dentro de sí contiene varias formas posibles. La niñez es niñeces.

Un niño mapuche tendrá en su niñez aspectos tan diferentes en comparación con uno nacido en Buenos Aires como una magnolia tiene aspectos diferentes en comparación a una margarita. Pero aún así, y a pesar de todo, las dos son flores.

Los niños tienen niñeces e infancias únicas en su diferencia y unidas en su igualdad. Se trata de un esfuerzo por rescatar el espíritu nacional y latinoamericano y definirlo como una conjunción de experiencias superficialmente disímiles aunque profundamente relacionadas.

Es una recuperación nacional, una restauración de los hechos que llevaron a que el sector mayoritario de la población argentina haya sido relegado a un segundo plano, en constante contradicción, tanto subconsciente como no, con el sector más diminuto pero más poderoso. Un reconocimiento de las masacres que dibujaron al nacimiento de nuestro país, como la llamada Conquista del Desierto, que plantaron los cimientos para la continua desigualdad de las personas y para todos sus infortunios y malestares.

Como el intento de recuperación histórica enfrascado en los términos “niñeces” e “infancias” hay muchos otros ejemplos. Pero todos, a grandes rasgos, responden a lo mismo: a una revisión histórica, en el buen sentido, dedicada a restablecer la verdad objetiva por sobre las falsificaciones psicópatas, clavadas en el subconsciente popular a fuerza de una educación sesgada y de una construcción de subjetividades a escala industrial.

Hoy, los derechos de los trabajadores argentinos y los de los niños, niñas, y adolescentes todavía siguen siendo muchas veces relegados, invisibilizados, e ignorados. Ante esto, esfuerzos por revisar la historia favorablemente, haciendo caso a la verdad objetiva, sirven como una de las tantas insistencias ante la adversidad; como una aclaración de que hay otra forma de hacer las cosas. No son todo el camino, pero son un comienzo. Día de las Infancias

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