Análisis | Ajuste implacable y dinamita o corrección con sintonía fina, la disyuntiva que plantean los presidenciables

Dinamitar el país con todos adentro con la promesa de un nuevo nacimiento desde las ruinas o aplicar correcciones más o menos profundas al sistema vigente. Shock o sintonía fina. Romper todo y ver qué pasa o preservar el crecimiento e intentar recomponer salarios. El dilema está presente en las propuestas de todos los presidenciables y la opción que se elija determinará el futuro del país.

Argentina se encamina a sus elecciones presidenciales en un contexto signado por la crisis económica más severa desde el colapso de fines de 2001 y, como nunca antes, los precandidatos a presidente ofrecen una gama muy amplia de propuestas para enfrentarla. Desde el liberalismo conservador extremo de Milei, hasta el keynesianismo socialista de Grabois, pasando por las opciones intermedias de Bullrich, Larreta (cada vez más cercanos al libertario) y Massa que representa una versión del peronismo más amigable con el establishment empresarial.

Una de las novedades que viene a aportar Javier Milei a la escena política es su sinceridad a la hora de proponer ajuste y reformas impopulares, algunas de las cuales, como la privatización del sistema previsional, ya fueron probadas con resultados muy malos para los jubilados y otras, como la dolarización, son vistas como aventuras impracticables por un número considerable de analistas de la economía.

El autodenominado libertario propone instrumentar un “fuerte recorte del gasto público”, privatizar las empresas del Estado, arancelar la educación y la salud, una reforma que flexibilice las relaciones laborales y -entre otras cuestiones- reemplace las indemnizaciones sin causa por un seguro de desempleo, una reforma previsional que traiga de vuelta a las AFJP, la eliminación de los planes sociales, un sistema monetario –que puede ser la dolarización o un esquema con varias monedas- que imposibilite cualquier forma de política monetaria y la lisa y llana eliminación del Banco Central.

La plataforma de Milei es consecuente con su prédica de “dinamitar todo” e instaurar un sistema completamente distinto en todos los aspectos en los que interviene la administración pública. La idea es achicar al Estado a su mínima expresión posible, porque se sobreentiende que solo está para dificultar el desarrollo del sector privado, que en definitiva es el objetivo más importante de acuerdo a esta visión.

De acuerdo a esta doctrina, para “liberar las fuerzas productivas” del sector privado resulta imperioso reducir significativamente la carga impositiva, para lo cual sería necesario reducir el gasto público. “Con motosierra” de acuerdo a los dichos de Milei.

A diferencia de los candidatos de Juntos por el Cambio, que coinciden en eso de recortar el gasto público pero nunca aclaran por dónde pasaría la tijera, los libertarios son explícitos: proponen que el Estado deje de brindar los servicios gratuitos de salud y educación, que deje de asistir a los más humildes y que deje que subsidiar al sistema previsional, entre otros ajustes.

Con ello conseguirían reducir los impuestos, porque el Estado no necesitaría dinero para brindar esos servicios, pero por otra parte, la gente debería arreglárselas sin atención gratuita en los hospitales, sin educación pública gratuita en ninguno de los niveles, con jubilaciones mucho más bajas y sin asistencia social.

En el plan de minimizar la presencia del Estado para despertar las fuerzas productivas, los libertarios también se proponen eliminar cualquier forma de regulación estatal en las relaciones laborales y en las negociaciones entre privados.

Desde esa óptica plantean una flexibilización laboral que elimine las paritarias y ponga a empleados y patrones a negociar libremente los salarios y desregular todos los mercados, lo que implicaría el fin de tarifas y precios regulados (como el de la yerba mate).

La eliminación de cualquier forma de “Estado benefactor” y su reemplazo por un sistema de puro y absoluto libre mercado es un proyecto que tiene ganadores y perdedores directos.

Quienes no sean usuarios de la educación ni de la salud pública, no cobren jubilaciones ni planes sociales, no dependan de paritarias para actualizar sus salarios, no tengan mayores problemas para costear un aumento de tarifas y paguen muchos impuestos, tienen muchas chances de salir beneficiados con la instrumentación de estas políticas. Siempre y cuando, estas no provoquen un estallido generalizado.

A la inversa, quienes sí se benefician habitualmente con paritarias, tarifas reguladas y servicios públicos gratuitos, serán directamente perjudicados.

Los dos precandidatos de Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, adhieren en términos generales a los principios básicos que defiende Milei, pero plantean un modelo algo más edulcorado y son bastante menos específicos a la hora de explicar las medidas concretas que aplicarían.

Coinciden con los libertarios en la receta del ajuste del gasto como elemento central de sus políticas económicas, pero no son igual de específicos a la hora de determinar por dónde pasaría ese ajuste, ni qué alcance tendría.

La instrumentación de cualquiera de esos programas apoyados en la tijera tendría un impacto recesivo en la economía, mientras que la inmediata eliminación del cepo cambiario y la unificación de las cotizaciones del dólar, algo en lo que también coinciden libertarios y cambiemitas, llevaría a un shock devaluatorio (como ya pasó al inicio de la presidencia de Mauricio Macri) con el consecuente impacto inflacionario, al menos en una primera etapa.

Frente a estas opciones rupturistas, otros candidatos proponen un camino progresivo de correcciones que preserven aspectos del sistema económico actual para evitar que el shock resulte excesivamente traumático.

La estrategia es la de tolerar una inflación relativamente alta y bajarla de forma progresiva en un camino en el cual los salarios vayan conservando su poder adquisitivo, el consumo se sostenga y también el crecimiento de la economía.

Esta es la visión que sostienen dirigentes como Sergio Massa, cuya candidatura es todavía una incógnita, o Daniel Scioli, quienes no reniegan de la necesidad de achicar el déficit fiscal aplicando recortes selectivos, pero no están dispuestos a apagar el crecimiento económico en pro de un shock de orden fiscal.

La clave para que un plan de ese estilo sea exitoso pasa por la eficacia en la sintonía fina del ajuste. En detectar dónde se puede ajustar logrando una baja del gasto sin generar un costo social significativo. En esa lógica se entiende por ejemplo la reducción de los subsidios a los consumos de energía de los sectores de la población que tienen la posibilidad de afrontar el pago de la tarifa plena.

 

En Misiones

Un plan que incluya “dinamitar todo” tal como plantea Milei o alguna variante más moderada de eso, como proponen Macri, Bullrich o Rodríguez Larreta, sería de aplicación razonable en un contexto en el que no haya nada para salvar. Porque si todo está mal, romper todo no sería una idea descabellada, pero ese no es ni remotamente el caso para Misiones.

No es que en la Tierra Colorada no se sientan muchos de los aspectos negativos de la crisis económica que atraviesa el país. La alta inflación, la incertidumbre permanente en torno al tipo de cambio y a la solvencia del país para enfrentar sus compromisos, también generan problemas en la provincia. Pero nada de eso impide que Misiones experimente un proceso de crecimiento que se traduce en más inversiones, un alza sostenida en el consumo, aumento de la demanda de empleo del sector privado, entre otros aspectos.

Cambiar de manera abrupta las condiciones de la economía nacional, embarcarse en una aventura como la que proponen Milei y sus émulos de Juntos por el Cambio, pondría en peligro ese proceso de crecimiento construido con mucho esfuerzo por todos los misioneros.

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