María Magdalena vio, algo excepcional: ser la primera en ver y predicar a Jesús Resucitado

¡Queridos hermanos y hermanas! ¡Cristo ha Resucitado! Mira atrás y reconoce un momento de tu vida en el que pasaste por las tinieblas con mucho dolor y sufrimiento; pero pasaste y llegaste a la Vida; mejor dicho, a una nueva Vida.

Ese pasó de la muerte a Vida por el que pasaste: es la gran obra que Dios hace por ti. A Dios lo reconocemos por sus obras; la más bella de todas, la más fuerte y vibrante es el hacer pasar de la muerte a la Vida. Es la experiencia de lo vivido por Nuestro Señor Jesucristo. En su Pasión, Muerte y Resurrección.

María Magdalena se acercaba al sepulcro para verlo, es decir, para visitarlo al igual que nosotros visitamos los sepulcros (las tumbas), tras la muerte reciente de un familiar. Es la forma que tenemos de hacer síntesis de nuestra vida con esa persona que ha muerto. Nos acercamos al sepulcro para, en cierta manera, revivir a la persona por medio del recuerdo, puesto que queremos seguir escribiendo nuestra vida con esa persona; a pesar de los pesares, fuimos felices junto a esas personas.

A eso se acercaba aquella mujer en el Evangelio de Juan 20,1—9: a ver el sepulcro para hacer síntesis de su vida y relación con Jesús. Lo jactancioso, a todos los niveles, e injusto que habían sido los últimos días de Jesús no le había permitido, ni a María Magdalena ni a ninguna de las mujeres ni a ninguno de los colegas y amigos, a tan siquiera de tener un momento para hacer memoria de sus vidas personales con Él. Por lo tanto, ir a ver el sepulcro, tras la precipitación de todos los acontecimientos y aún con el aturdimiento de lo fanático de todo lo que habían vivido en Jerusalén en una semana, era una manera de despedirse tras la tempestad, de recapitular y coleccionar los buenos momentos vividos con esa persona y lo mucho que se aprendió de ella. A eso iba aquella mujer: ¡a ver el sepulcro! Tal y como lo hemos hecho tú y yo con nuestros seres queridos.

Lo que María Magdalena ni tan siquiera se imaginaba, por mucho que se lo hubiera escuchado al propio Jesús en vida (los famosos anuncios de la pasión y la resurrección), era que la recapitulación iba a ser de aquella manera: una resurrección. Aquello esta fuera de toda comprensión mental para ella, como para nosotros, pero dentro de las posibles acciones reales de Dios según las Escrituras y según nos cuentan nuestros padres: sólo Dios es capaz de dar la vida y resucitar a los muertos.

Aquella mujer se vio, entonces envuelta en algo excepcional: ser la primera en ver y predicar a Jesús Resucitado. Ella fue la primera en comprender que Dios había actuado con la más bella de todas sus obras: dando y recreando la Vida a Jesús. Aquella mujer, a partir de aquel momento, comprendió e hizo síntesis de su vida, adquirió la Luz que le trajo Paz. Hacemos memoria de la gran gesta de María Magdalena: ver, creer y predicar a los compañeros que Dios había hecho una de las suyas: dar Vida cuando todo parecía terminado.

 

Sin darse cuenta, como nosotros hoy, ella, que iba a ver al sepulcro, también resucitó con una nueva Vida: la Vida de la Resurrección. Creer en las Palabras de Jesús, “Yo soy la resurrección y la Vida; el que cree en mí, aunque muera vivirá” Jn.11,25—26. Feliz Pascua de Resurrección.

 

Pbro. Amaro Carlos René

Párroco

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