Columna | Tu hermano resucitará y tu fe se acrecentará

Somos invitados a dejarnos sacar en limpio y trasformar por el espíritu de Jesús que anima nuestros huesos secos, nuestra vida que sucumbe a los fracasos; que nos saca del egoísmo y apetencias individualistas, que nos da confianza para superar el trance de la muerte física sorda y muda: el que creen en Jesucristo, aunque físicamente muera, entra en la plenitud de vida sin dolor ni muerte.

Es oportunidad para reflexionar como creyentes cristianos: “El que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. Gracias al Espíritu, Jesús está dentro de nosotros como palabra de Dios que no pregunta: “¿Crees esto?”. Renovemos nuestra fe. Próxima a iniciar la Semana Santa. Es tiempo de prepararnos para celebrar la Pascua. Y prepárenos para nuestra pascua (muerte). Al paraíso.

Es muy significativo el relato de San Juan 11,1—45 sobre la resurrección de Lázaro. Jesús experimenta la sombra de la muerte física que sufrimos los mortales. Pero no da mucha importancia a la muerte física; no se apresura para ir a Judea donde está el pueblo de Lázaro; incluso aguarda cuatro días cuando según la legislación judía, la muerte física ya está confirmada. Sin embargo, es importante un detalle. Cuando llega al sepulcro de su amigo, Jesús “sollozó muy conmovido” y los presentes comentaban: “¡cómo le amada!”. En los sentimientos de Jesús se está revelando los sentimientos de Dios que nos ama; en este amor gratuito y siempre actual, se fundamenta nuestra esperanza en la resurrección.

 

Marta piensa como muchos judíos de su tiempo ¿por qué no interviene Dios con un milagro para librarnos de la muerte física? “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Simbólicamente María, la otra hermana de Lázaro, tiene una mirada contemplativa sobre la muerte física, y no sale a pedir milagros, “se queda sola en casa, acepta en silencio la muerte y confía en el amor de Dios que Jesús respira y manifiesta en su conducta.

 

En efecto responde con una luz nueva para esa confianza: “El que cree en mí no morirá para siempre”. La fe cristiana es la entrega confiada y libre de toda la persona a esa Presencia de Jesucristo como Palabra de Dios, amor y vida que continuamente se está dando “en la carne”. Esta fe, como el amor, es más fuerte que la muerte física. Por eso el que cree de verdad, aunque físicamente como mortal acaba su tiempo en la tierra, la muerte no tiene dominio sobre él. Su destino es la plenitud de vida. El paraíso celestial.

 

Y bien significativo. Lázaro sale del sepulcro: “los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario”. Son los signos de la muerte que permanece; Lázaro vuelve a la vida, pero no está liberado de a muerte; se trata de una revivificación. En cambio, según el mismo evangelista, cuando Pedro entra en el sepulcro donde habían colocado el cadáver de Jesús, “ve las vendas en el suelo y plegado en un lugar aparte el sudario que cubrió su rostro”. El Resucitado ha entrado en una plenitud de vida sin muerte; ya no muere más.

Que tengamos la experiencia de la vida, puesta en las Palabras de Jesús. “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí no morirá jamás.

Párroco de la Parroquia Espíritu Santo Km 9 Eldorado.

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