Escribir a mano, un ejercicio en proceso de extinción que tiene beneficios vitales para la memoria, la concentración y las ideas

Escribir a mano no sólo retrasa el deterioro cognitivo, potencia nuestra memoria y la asociación de ideas, mejora el aprendizaje y baja los niveles de estrés. Escribir también supone rebelarse frente al “imperio de las prisas”, que nos impiden pensar nuestras circunstancias.

El profesor de Psicología, Carlos Javier González Serrano, generó un alto interés a través de sus reflexiones en redes sociales en el que explica en un hilo en twitter sobre los beneficios de escribir a mano, un ejercicio en proceso de extinción que pareciera ser una «acción sin importancia», sin embargo contribuye «a la memoria, la concentración o la asociación de ideas».

 

En un reportaje al docente que fue publicado por el medio Cadena Ser a partir de la repercusión de su posteo, señalan que tan solo superado por el chino mandarín, el castellano cuenta con 591 millones de hablantes. Y según el último informe del Instituto Cervantes, este idioma ha crecido en un 70% desde el año 1991. Su origen se remonta al siglo X d.C. cuando un clérigo tomó un códice en latín para realizar anotaciones al castellano oral y facilitar así la comprensión de su gramática.

 

Pero las nuevas tecnologías amenazan el buen uso del castellano sobre el papel, escribir a mano y sin recurrir a un teclado físico o digital. Así lo lamenta González Serrano, quien es profesor de Filosofía y Psicología en Madrid.

 

En su tuit, que cuenta con más de 14.000 ‘me gusta’, explica que este ejercicio, el de escribir a mano, potencia las capacidades motrices así como intelectuales o psicológicas.

 

 

«Estamos enganchados con la tecnología»

Para el profesor, el tuit «se ha hecho viral porque todos entendemos que demandamos escribir más, paradójicamente nos damos cuenta de que queremos pero nos cuesta más», explica.

 

Considera que el cambio está en la adicción a las nuevas tecnologías: «Estamos enganchados a los aparatos electrónicos», señala. Y, también, muchos obligados a dar respuestas en tiempos más acelerados.

 

Considera importante que se entienda que, «el hecho de que haya generaciones de jóvenes nativos digitales no quiere decir que nazcan con la habilidad de valorar los efectos de la tecnología en sus vidas. El uso indiscriminado y acrítico de la tecnología aboca a la manipulación y a la indolencia, y reduce la paciencia cognitiva”, advierte el profesional.

 

Entre las soluciones para no perder una acción que mejora la memoria, la concentración o la asociación de ideas, considera que «nos debemos preguntar cómo innovar».

 

Es decir, cómo desarrollar las tecnologías sin fallar en el proceso de aprendizaje, ya que estas herramientas deben ser aliados en lugar de enemigos del conocimiento.

 

Cuestionando sobre si vivimos en una sociedad en la que somos incapaces de escribir, el docente comenta que «estamos frente a una sociedad de analfabetismo funcional».

 

Como ejemplo, reflexionó sobre el resultado de introducir la tecnología como dogma en el sistema educativo. “Los jóvenes sabrán leer, escribir y pensar pero no querrán hacerlo. La mayor innovación educativa es hacer pervivir y fomentar el valor del conocimiento”, opina González

 

Aunque los prejuicios suelen apuntar a los más jóvenes, a quienes imparte clase, va un paso más allá. «No solo me refiero a los jóvenes, este analfabetismo funcional también está en adultos», explica.

 

Con ese término quiere decir que «las nuevas generaciones saben leer y escribir, pero cada vez tienen menos ganas de hacerlo». Considera que este hecho radica en la autocomplacencia que repercute en «un acortamiento entre la acción y la gratificación».

 

Cuando se espera un comentario positivo a cambio, los profesores dejan de ejercer su oficio en el aula. «Somos como socio-animadores», comenta.

 

En cuanto a este último aspecto explica que cada vez es más frecuente que los alumnos pregunten «para qué sirven las cosas». Es entonces donde el docente debe proteger el conocimiento. «Tenemos que poner en valor el conocimiento, todo influye, también la cultura».

 

Por último recalca que siempre pide «a manos todas las tareas aunque mis alumnos tarden más». Quiere evitar que pierdan esas capacidades móviles o la organización de ideas.

 

“Cada vez se escribe menos a mano. Puede parecer una acción sin importancia, pero escribir fortalece la memoria y la asociación de ideas, ejercita la atención y la concentración, mejora nuestro lenguaje y, en un mundo tan rápido, puede ser terapéutico y ralentizar nuestros ritmos”, reflexiona el especialista en psicología.

 

Entre las recomendaciones que compartió el docente para escribir todos los días unos minutos a mano (a cualquier edad) puede ser un buen ejercicio:

-transcribir tu libro preferido,

– describir el entorno,

-anotar la actividad del día,

-ahondar en los propios sentimientos,

-redactar cartas reales o ficticias

-elaborar un cuaderno con nuestras citas favoritas.

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