Vayan pa’ allá bobos, dejen jugar en paz

Macri mufa, Messi nac&pop, réferis K, operetas berretas. La lógica de la grieta lo invade todo, no queda afuera ni siquiera La Scaloneta, ese último bastión de unidad que encontramos los argentinos para romper con tanta fractura. Sin importar los resultados del mundial, en Argentina el odio y la estupidez ganan por goleada todos los partidos.

“El árbitro es kirchnerista?”, tuiteó la científica anti-K Sandra Pitta en medio del partido Argentina – Holanda. Inmediatamente se armó una trifulca superpoblada de insultos y carente de cualquier indicio de lógica argumental. Lo que sorprende en esta oportunidad no es tanto el tenor del debate, sino las condiciones en las que se produjo.

No descansan ni siquiera en medio del partido más emocionante de los últimos 20 años. Mientras los 11 leones de Scaloni dejaban el cuero en la cancha para sostener el resultado favorable y millones de argentinos seguíamos las instancias del match como si la vida nos fuera en ello, Pitta encontró tiempo para hacer una publicación en sus redes con el objetivo insólito de redirigir hacia Cristina el descontento que se supo ganar el réferi en las almas nacionales.

Pero la científica no estaba sola, decenas de militantes de ambos bandos de la grieta se prendieron al “debate” en el acto, en el mismo momento en el que Argentina estaba jugando su continuidad en el mundial.

La utilización política de los logros y las decepciones deportivas no es nueva, pero nunca superamos por tanta distancia el extremo de lo absurdo.

Para un número enorme de argentinos la grieta aporta un marco conceptual universal. Un lente a través del cual interpretan todo lo que ven, también el fútbol.

Muchos intentaron explicar la derrota de Argentina en su debut mundialista apelando a argumentos tácticos, otros invocaron razones anímicas y no faltó quienes lo atribuyeron a una mala jugada de la diosa fortuna. Pero nada de eso tenía sentido para el bando K que no tardó en desarrollar su propia explicación para tan luctuoso evento: Argentina perdió porque Macri mufa.

Es decir que la presencia del expresidente en el estadio obró como un pararrayos para la mala suerte y eso fue lo que determinó la caída de la albiceleste contra el modesto seleccionado de Arabia Saudita.

Por más irrefutable que suene semejante lógica, enseguida surgió desde el mismo sector una segunda lectura más compleja pero no menos delirante: fue Macri, pero no por obra involuntaria de su supuesta naturaleza de yetatore sino a través de un maquiavélico manejo de influencias.

Según este nuevo desvarío conspiranóico, el endeudador serial habría aprovechado el alto cargo que ocupa en la FIFA para mover influencias en contra del seleccionado argentino. Sólo así se explican los goles anulados por el VAR. ¿El penal que inventaron para que La Sacaloneta se pusiera en ventaja? Habrá sido para disimular un poco, para que no fuera tan evidente la operación macrista orquestada con el único objetivo de negarle a la gente la alegría de celebrar un título mundial. No vaya a ser cosa que con tanta emoción futbolera se olviden de la crisis económica.

Después Argentina ganó tres partidos seguidos y superó por penales a Países Bajos, siempre con la presencia física en el estadio del supuesto imán para la yeta, pero nada de eso impidió que se siguiera hablando de la esotérica influencia negativa del fundador del PRO.

Después la pelea fue por adueñarse de Messi. El más reciente genio del fútbol mundial mostró en el último partido una nueva faceta: se enojó con sus rivales, discutió, insultó, chicaneó al odioso de Van Gaal.

El jugador que tanto se parece al mejor Maradona con la pelota bajo el dominio de su prodigiosa zurda ahora también, por un ratito, lo emuló fuera del campo de juego.

Y como Maradona tenía simpatía con Cristina y el ideario de la izquierda antimperialista tradicional, desde el kirchnerismo aplicaron la regla del orden transitivo para construir un Messi nacional y popular que se levantó contra la Europa rica y contra sus esbirros en Argentina, los vendepatrias de la corpo. Finalmente Messi se hizo K.

La visión clasista de un periodista de La Nación hizo el resto. Publicó un artículo de opinión en el que reservó para Messi la categoría de “hombre vulgar” porque utilizó lenguaje propio de las clases populares  y equiparó al seleccionado nacional con “un rebaño con varios maleducados” por los tibios disturbios que protagonizaron al final del partido contra Países Bajos.

Fue una opinión personal que contrastó con el resto de los artículos referidos al partido de Argentina publicados por ese matutino, todos ellos celebratorios y pletóricos en elogios para Messi y el resto de los jugadores y cuerpo técnico. Eso no impidió que desde ciertos sectores del kirchnerismo intentaran montar una pelea entre el mejor jugador del mundo y los medios hegemónicos, los mismos que alguna vez le hicieron la vida imposible al bueno de Bilardo.

Todo porque Messi se hizo K y eso no le gusta a la Nación y tampoco a Clarín, que no dijo nada pero también entró en la volteada.

A todo esto, al crack rosarino jamás se le escuchó nada parecido a una declaración política que sugiera simpatía por algún partido o ideología, pero eso no importa mucho en tiempos de postverdad.

Tanta bulla hizo que ese profundo sentimiento de unidad entre los argentinos que siempre generó la selección nacional, más cuando se juega un mundial, esta vez no sea tan general, no atraviese a la mayor parte de la sociedad como siempre lo hizo.

La lógica de la grieta lo pudre todo, es un marco conceptual que niega la posibilidad de una construcción conjunta en cualquier ámbito y sin esa posibilidad no hay país posible, aunque Messi nos traiga la copa.

 

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