“Yo creo que no hay que perseguir al chico con el libro, el chico tiene que venir a buscarlo”, afirmó la escritora misionera Silvina Barberini

Silvia Barberini es una bibliotecaria por profesión, pero una escritora por elección. Radicada en Eldorado desde 1993, forma parte de un grupo literario y cuenta con obras publicadas tanto en medios virtuales como físicos, en la forma de libros fabricados artesanalmente.

Silvia Barberini – Radio Libertad

“En el mundo literario nos conocemos conociendo”, afirmó la escritora al hablar del Grupo Payé, el colectivo literario al que pertenece. Según lo que contó, el grupo tiene miembros a lo largo y ancho de la provincia, incluyendo las localidades de Eldorado y Oberá. “Venimos trabajando en lo literario, se van formando los grupos, y se hacen amigos”, sostuvo.

La actividad del grupo se vio beneficiada, de alguna forma, por la llegada de la virtualidad durante la pandemia. “Nos permitió generar talleres semanales, con cada uno desde su lugar”, contó Barberini. A pesar de ello, los encuentros presenciales siguen siendo parte de una agenda fija: los miembros del grupo acuerdan reunirse al menos una vez cada mes.

“O vienen ellos para acá, o voy yo para allá. Eso es lo mágico, lo más lindo: juntarse y producir juntos”, reflexionó. Los diferentes integrantes de Payé están bastante “definidos literariamente”, por lo que intentan apoyarse entre sí pero sin interferir demasiado en el proceso creativo ajeno. La actividad es beneficiosa en el campo artístico, pero también persona. “Es difícil despertar al lector hoy en día, pero yo tampoco lo busco. Yo escribo, yo soy la lectora”, mantuvo Barberini.

La escritora es miembro del grupo desde 2004. “Vas conociendo gente, vas haciendo un recorrido, y vas encontrando tu propia escritura”, manifestó. La afinidad estética es lo que los llevó a juntarse en un primer lugar. “Este grupo tiene una determinada afinidad estética que no se condice con las de otros grupos”, afirmó. Además, formó parte de otros grupos anteriores que se “formaron y deformaron”.

Pero esa formación y deformación no es sino parte del proceso. “Todo tiene un tiempo”, dijo Barberini. Entre los grupos a los que perteneció se incluyen “La Liga Poética”, “Invisibles”, “Los Dementes”, y “Reviro Textual”. “Los escritores somos solitarios, pero hay un momento en los grupos en el que se da la magia de la poesía”, reflexionó.

Ese “momento de magia” llama a juntarse con otros escritores, con los que tienen esa afinidad estética. “Juntarse para hablar de los que nos compete e interesa. Ese momento es necesario una vez cada tanto, porque hoy el lector es un elemento muy difícil en el juego de la literatura”, explicó la escritora, que sostiene que, aunque la gente lee mucho, lee “en picoteos”.

“No se sientan al libro, a la poesía, salvo a la gente que le interese, obviamente”, aseveró. Según Barberini, hay que abandonar la idea de que la “literatura es para todo el mundo”, y que todos tienen que ser lectores. “Yo creo, como bibliotecaria, que no hay que perseguir al chico con el libro. El chico tiene que venir a buscarlo”, sostuvo.

Si es que el chico se interesa por un libro, la escritora eldoradense afirmó estar dispuesta a “tratar de darle lo mejor”. “Pero no podés estar persiguiendo gente para que lea. La gente está más estructurada hoy para lo inmediato. Todos estamos así”, dijo. Sin embargo, esto no impide que el mundo literario siga existiendo. “El mundo literario, sacándole trascendencia a la palabra, sigue existiendo. El que le gusta la poesía va a tener su Facebook lleno de poesía”, sostuvo.

 

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La famosa creencia de que un escritor comienza a ser tal cuando publica un libro de forma tradicional fue de a poco quedándose obsoleta, con la llegada de diferentes herramientas que amplían el acceso a la publicación de escritos para que sean de fácil acceso al mundo. Aunque un avance indudable, esta evolución también creó una especie de sobresaturación de contenidos en la que es difícil distinguirse como artista.

En el caso de Silvia Barberini, que maneja un blog llamado “I-rrecuperables”, esto es algo bueno, pero limitado en el caso de personas como ella. “Yo no tengo la conducta de estar subiendo permanentemente. La semana pasada vi que tenía un montón de material sin publicar, y entonces lo imprimí y metí en una caja”, afirmó.

“Pero siempre está el joven que dice ‘no, déjate de joder; comprate un dominio y poné todo en la web’. Hacelo vos entonces, que sabés”, continuó la bibliotecaria. Para ella, es “mentira que no querés compartir”, pues un escritor siempre quiere hacerlo. Debido a que todavía existe la “cultura del libro”, sin embargo, esta cuestión está obstaculizada tácitamente por un calendario de publicación profesional, en el que todo es menos frecuente y más lento.

Barberini dice que hay que pensar todo eso como una “comunidad lectora” que no se achica sin importar adónde vaya. “No es más el gran público masivo que te va a leer. Te va a leer el que le interesa. Punto”, sostuvo. A su profesión la ejerce en un entorno educativo rural, donde los estudiantes pueden retirar los libros que quieran para llevarlos a sus casas y leerlos. “Tengo la suerte de tener una escuela donde se le presta mucha atención a la biblioteca”, sostuvo.

“No nos ataquemos siempre con el adolescente”, dijo la bibliotecaria al volver a reflexionar sobre el por qué la gente no lee tanto como antes. En sus años de bibliotecaria escolar, observó que el problema también podía encontrar su origen en los adultos profesores, que envían “dos o tres páginas” de lectura para un trabajo práctico sin pensar en la lectura mucho más.

“A mis hijas nunca les pedí que lean, pero siempre me ocupé de que me vean leyendo, y ahora son adultas que leen”, explicó, adelantando de paso un deseo que tiene su grupo de inculcarse en el mundo de la música, tan popular hoy en día como medio poético. “Con el grupo estamos perfilando nuestra identidad y tenemos ganas de hacer poesía que tenga que ver con la sonoridad, y salir a hacer el show por ahí”, aseguró.

El proyecto, una suerte de “gira por los barrios y los pueblos”, todavía está siendo desarrollado por Payé, aunque de una forma bastante involucrada. “En la Feria del Libro de Oberá nos convocaron, fuimos a leer textos, y cuando terminamos nos dimos cuenta de que estaban sonando los parlantes. Dijimos ‘vamos a hacer algo así’”, recordó.

“Vamos a leer cada uno dos o tres versos propios cada uno, intercalados en el micrófono, y que suene en voz alta, como un gran mboyeré de poesía. Y gustó. A partir de ahí empezamos a pensar que tenemos que desestructurarnos, dejar de ver a la poesía como una cosa seria. Vamos a empezar a armar un poco de bochinche; vamos a ver qué sale”, concluyó Barberini.

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