Sara Omar la bella mujer que inspiró el nombre de Villa Sarita, según su limpia historia familiar contada por su hijo que vive en Oberá

Sus ojos negros tomaron prisioneros al mensú que bebía su última copa antes de viajar a la esclavitud de los yerbales, pero también a los muchachos de barrio de aquel Posadas de los años ´30 aferrados con cualquier excusa al mostrador del viejo almacén de don José Omar.

La belleza misteriosa de Sara Omar se hizo leyenda hasta que terminó dando su nombre a Villa Sarita, uno de los barrios históricos de la capital misionera. Nacida el 16 de febrero de 1916 en Posadas, hizo su primaria en el Colegio Santa María, aprendió a tocar el piano y trabajó luego con su familia. Una mujer de vida familiar, que mantuvo su gusto por la música y su fe religiosa. 

“Mi mamá tenía muchos admiradores; era muy linda”, contó Miguel Ángel Mieres, el hijo menor de esta mujer que falleció en 1986. Es profesor de Historia, graduado en el Instituto Montoya. Vivía entonces en Oberá, como Miguel y sus tres hermanas, una de ellas ya fallecida. Sarita se casó con José Mieres, conductor de una cuadrilla de tareferos en la zona de Campo Viera. Los descendientes de su prole, son hasta ahora 9 nietos, 14 bisnietos y 1 tataranieto.

Don José (Josué Anuar) Omar, inmigrante libanés, padre de Sara Omar.

Del “Turco” Omar, Sarita heredó los rasgos árabes típicos en Líbano, Siria y otros países del Cercano Oriente, además de Turquía, una tierra que abandonó su padre para casarse aquí con Brígida Torres. La familia se agrandó más luego de la llegada de Sara en 1916 y habitó una nueva casa.

El libro de bautismos de la entonces Parroquia San José, en su acta Nº 197 del 27 de mayo de 1917. En el mismo libro figuran los bautismos de otros hijos de Brígida y José. En ese mismo año, el 8 de diciembre, nació Alfredo apodado “Tito”, y le siguieron Zulema el 15/I/1919; Laida el 15/V/1920, y aunque no se hallaron más anotaciones parroquiales fueron 5 los hijos del matrimonio, contó Miguel.

Sara Omar con su primera hija. Tuvo 5 hijos con su esposo Miguel Mieres, de los cuales viven tres.

Don Omar, hombre de piel aceitunada, rasgos severos, sombrero, saco, corbata y lustrosos zapatos negros, tuvo un almacén de ramos generales en la Bajada Vieja. De temperamento alegre, don José Omar supo manejar también la provisión de sexo pago que reclamaban no solo los mensúes, sino también los “señoritos” del centro y hasta hombres casados.

Ante las miradas juveniles, ansiosas y llenas de deseo, brillaba de vez en cuando Sarita, encargada del mostrador del negocio. Y con su atractivo, una eterna sonrisa en los labios y un trato amable, ese caserío vecino al centro posadeño, le dio su nombre a Villa Sarita.  

Imagen familiar con el hijo menor de Sara Omar, sus nietas y bisnietos.

Sara Omar fue peronista, delegada de Evita en Campo Viera, donde se había radicado con su padre y su familia. Se sumó a las huestes femeninas lideradas por Eva Duarte de Perón; y en Misiones, dio su apoyo al Partido Peronista Femenino, conducido entonces por las hermanas Fernícola: Elena, nacida el 22 de octubre de 1912 y Dalila, el 26 de julio de 1916. En 1951, Elena fue electa delegada por el entonces Territorio Nacional de Misiones a la Cámara de Diputados, con voz pero sin voto, junto al gremialista Octavio Agustín Ríos.

“En el negocio de mi abuelo, alquilaban habitaciones donde se alojaban mujeres venidas de Paraguay en busca de algún conchabo, entre ellos al servicio de los muchachos que venían a comprar ropa y otros elementos”, agregó Miguel Mieres citando los relatos de la tradición oral familiar y de su propia madre. La casa familiar se ubicaba sobre Roque Pérez.

Las hijas de Sara Omar con su hermano menor Miguel Ángel. Una vive en Posadas, la otra en Oberá, y la último a la derecha, falleció.

Quizás fue esa militancia política en el peronismo, envenenó cierta historia popular hecha con mala intención. La presentaban como a “una mujer corpulenta, dirigiendo un prostíbulo como madama”; quizás confundiéndola con un antro ubicado en otro lugar del barrio, lugar de bailantas. Lo regenteaba una mujer de gran contextura física también llamada Sara, dueña de un prostíbulo en cercanía de Ramón García y General Frías, calle de por medio con el campo deportivo que hoy es la cancha de Guaraní Antonio Franco.

En un documental hecho por gente del Club Sarmiento, hace unos 10 años, el vecino más antiguo de entonces, don Tomás Martínez, relató que la zona lindera a la Posadas céntrica, aún carecía de nombre. “Era una aldea, monte, charcos y barro, acá no pasaba auto, había caminitos”, señaló el vecino Martínez sobre los años iniciales del siglo pasado.

Sara y su esposo Miguel Mieres, con uno de sus nietos.

Los terrenos de esa cincuentena de chacras habían sido propiedad de un codicioso tucumano, el general Rudecindo Roca, primer gobernador del Territorio Nacional de Misiones. Quizás su mérito fue arrancarle Posadas a los correntinos, pero regalándoles la zona jesuítica de San Carlos y aledaños. 

 En la década del ´20 –recuerdan vecinos, en ese testimonio- el amplio barrio desde la actual Avenida Roca hacia el río, y desde Sargento Cabral a la Avenida Roque Pérez. Con las subdivisiones y sucesivas ventas el barrio progresó, adoptando el nombre de Villa Sarita en homenaje a la hija del “Turco” Omar que bautizó su negocio con ese nombre. Su contador por ese tiempo fue don Aparicio Almeida, primer gobernador del entonces Territorio de Misiones, nombrado por el presidente Juan Domingo Perón.

Sara Omar hizo la primaria en el Instituto Santa María de Posadas. También aprendió piano y hablaba además en árabe y guaraní.

También este comerciante fue vendiendo los terrenos en su poder y terminó comprando una chacra en Campo Viera, donde se instaló con su familia. “Don José se enamoró de una de las mujeres paraguayas que se instalaron para trabajar en Posadas. Y ella es Brígida Torres, la madre de mi mamá, Nenito, Zulema, Elvira y Tito. La primera hija fue mi mamá”, agregó su nieto profesor de Historia.

Las andanzas de don Omar surgieron de una investigación que hicieron los alumnos de Historia a fines de los ´70. A su nieto Miguel, le tocó relevar la zona de “El Chaquito” y la Fábrica Heller, en la cabecera del Puente Posadas-Encarnación. “En ese trabajo que hicieron mis compañeros aparece algo sobre el Turco Omar y los permisos de ocupación, que debe estar en algún archivo histórico en Posadas”.

“Don Omar empezó a lotear sus terrenos, comprados o con permiso de ocupación, y cuando le preguntaron el nombre, dijo ponele Villa Sarita, en homenaje a su primera hija”, agregó Miguel. Recuerda que luego sus abuelos se mudaron a la zona cercana a la esquina de Roque Pérez y Buenos Aires, donde funcionó el almacén de ramos generales “La Estrella” de los Azar.

 La explicación del nieto sobre la mudanza de José Omar a Campo Viera, es que “abandonó a Brígida, rescató a sus hijos, y se enamoró de otra de las mujeres venidas del Paraguay, de la zona de Caazapá, Robustiana Rodas”. Con ella tuvo “dos hijos: Elvira, le decíamos Turca, y tío Papi, Omar, que vive aún en Oberá”.

“En una palabra, esta mujer lo dejó loco, abandonó a Brígida y con sus hijos fue a vivir a Campo Viera, donde plantó yerba, en el kilómetro 21 y 22. Eran unas 70 u 80 hectáreas. Y mi papá, que tenía con mi tío una cuadrilla de peones rurales. Lo contrató a mi viejo y ahí conoció a mi mamá”, rescató de sus recuerdos familiares.

El campo se hundió luego en una pelea familiar entre los cinco hijos de Brígida y los otros dos que tuvo con Robustiana. “Se aplicó una ley de mayorazgo, con derecho de los varones sobre la mujer, y el mayor de estos (que conocimos como “Nenito”) se quedó con la chacra y luego abandonó todo para radicarse en Concordia.

A Miguel, en plena charla, le van saliendo los sobrenombres, pero no sus nombres en la cédula de identidad. “Mi tía Turca (Elvira) se casó con uno que vino de Paraguay, “Toto” Ramírez Duarte (preso durante la dictadura militar y también perseguido por el régimen de Alfredo Stroessner). Fue intendente de Campo Viera en 1991 y falleció en un accidente automovilístico”.

El hijo menor de Sara Omar recordó que su madre falleció el 2 de mayo de 1986 (su padre el 24 de noviembre de 1992) y se encuentra sepultada en el Cementerio de Oberá. En su tumba hay una placa que recuerda a esta mujer como la inspiradora del nombre que tiene un barrio tradicional de Posadas. 

Miguel Angel relató que sus padres vivieron un tiempo más en Campo Viera, trabajando en la chacra de don Omar, y luego se mudaron a Oberá donde hoy vive el nieto profesor. “Además, mi abuelo le había comprado una chacrita en la Colonia, por la ruta 6, propiedad de los yerbateros Martín y Cía. Pusieron además un almacén, siguiendo la tradición familiar, pero vendieron todo y se instalaron en Oberá, primero en Villa Falk y después en la calle Salta, donde nací yo en 1958”, contó. Vivieron finalmente luego en Villa Gunther, actual zona universitaria.

El primer hijo de Sara se llamó Martín, fallecido en la niñez, y luego le siguieron Irma Eloísa, Zulema y Ramona Olivia, esta fallecida en 2008. El menor es Miguel, Irma vive en Posadas y Zulema reside también en Oberá. El profesor lucha con optimismo contra una distrofia miotónica de Steinert, “hereditaria de mi abuelo, un problema genético también existente en el árbol genealógico de Arabia”. La historia de los Omar continúa con las dos hijas de Miguel Ángel Mieres Omar, que se llaman Sara Susana Vanesa, contadora, nacida el 1º de mayo; un día antes del fallecimiento de su abuela; y Belén Alejandra, estudiante de la Licenciatura en Psicopedagogía.

A Sara la recuerda como una mujer educada, “cariñosa, yo soy su hijo mimado. Intérprete de piano, mi papá Miguel la acompañaba con su guitarra; donde había piano ella tocaba La Cumparsita, tango, milonga, valses. Era la música que le gustaba a ella”.

También menciona que fue una persona “muy sufrida, por la separación de sus padres”, luchando con los almacenes que tuvieron en Campo Viera y Oberá, hasta que una de las catástrofes económicas del país fundió su negocio. Desde allí, Miguel Mieres padre trabajó en un taxi y atendieron una sucursal en Alvear de la CALO, una cooperativa agrícola de Oberá en cuyas sucursales vendía artículos de ramos generales, desde ferretería hasta ropa, al por mayor y por menor.

La tradición comercial acompañó casi toda su vida a Sara Omar, que aprendió junto a su padre José, además del idioma árabe. Pero no lo transmitió a sus hijos, aunque dominaba el guaraní heredado de su madre paraguaya. 

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