Análisis | La importancia de la autonomía política

El Gobierno de la Provincia impone la agenda de los misioneros pese a la creciente presión de las fuerzas nacionales por instalar los debates nacionales que no aportan soluciones concretas para Misiones.                          

Sin propuestas, la oposición busca sacar rédito en cada conflicto social generado por la difícil coyuntura marcada por la crisis económica y la disputa permanente por espacios de poder.

La Argentina de “la grieta” está más vigente que nunca. En un contexto en donde el país se encuentra atravesado por una crisis económica de alta complejidad, la situación se agrava por problemas generados en torno a la representatividad política. La gente se ha vuelto intolerante con la clase política producto de la disociación reinante entre los dirigentes con la realidad, dirigentes que no están demostrando capacidad para identificar cuáles son las verdaderas necesidades de la gente y actuar en consecuencia.

La necesidad de ganar visibilidad política en el presente a cualquier precio y de manera rápida hace que un sector de la clase dirigente omita el diálogo político. Los nuevos tiempos están marcados por prácticas que degradan el intercambio público, coherente, constructivo y respetuoso.

La sociedad está pasando por una etapa de agobio, y gran parte de los actores políticos se encuentran atrapados en una burbuja en que no les permite ver la realidad más allá de las disputas por espacios de poder.

En la nueva dinámica que impone “La Grieta”, que desde Buenos Aires amenaza con propagarse aún hasta la Argentina periférica y olvidada, no existen argumentos sino la idea de triunfar frente a los otros para humillar, ridiculizar y producirles desprestigio y vergüenza pública. Estas prácticas se dan en los bordes del espectro político que pueden silenciar el medio. Opera como una fuerza centrífuga que arrasa con el centro, el término medio, la moderación. La Grieta funciona así, no existe nada más allá de la lógica amigo/enemigo. Este fenómeno afecta los cimientos de la vida democrática porque no busca el consenso, sino el ridículo. Tampoco busca ideas o razones, sino risas y adhesiones,  y no importa cuál sea el precio que se deba pagar.

El efecto de este nuevo escenario es devastador porque mantiene a las personas en cada extremo juntas, pero no las mueve hacia el consenso. Los discursos de odio buscan establecer barreras morales de lo aceptable, de lo legítimo, pero no para marcar la diferencia de manera positiva, sino para aplastar la identidad contraria y reducirla a la nada. El discurso político se vuelve en una expresión puramente autoritaria. Lo que duele a un sector llega a ser celebración para el otro, no importa si el hecho implica un perjuicio o afecta negativamente a la ciudadanía.

En democracia, las conversaciones civiles, el debate racional, se consideran una piedra angular. Como contrapartida, la incivilidad perjudica la participación de los ciudadanos en discusiones razonadas y aumenta la polarización política extrema.

En este complejo contexto la única verdad que importa es “mi” verdad. No se puede dejar de tener en cuenta que en el entramado social existen muchos públicos, cada uno con sus propios intereses, información, necesidades, preocupaciones y prioridades. En efecto, existen diferentes verdades. Es por ello que no se puede establecer cuál es la ubicación exacta de la verdad. En virtud de ello, la polarización en torno a los temas es “afectiva”. La socióloga e investigadora Natalia Aruguete la define como “la distancia afectiva que declara los votantes de los distintos partidos al observar un mensaje político”. Como consecuencia, aquello que los enoja, los entusiasma o los entristece incide fuertemente en sus reacciones frente a los mensajes y da forma a nuestra interpretación de la realidad social.

Lo “anti” funciona mejor, es más efectivo. La otredad ya no interpela. El límite entre la libertad de expresión versus la libertad de agresión se vuelve borroso y confuso. Por ende, siempre algún derecho se ve afectado. En la política sin filtro, los discursos son más simples, con menos argumentos e ideas, incluso vacías de contenido.

 

Los intereses de los misioneros por encima de todo

Una de las primeras definiciones que aprenden quienes inician su camino por el maravilloso mundo del Derecho es aquella atribuida Gnaeus Domitius Annius Ulpianus “la justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo”. Ahora bien, es imposible que quien alguien carente de voluntad pueda dar a cada uno lo que le pertenece, es decir, obrar con justicia. Sin voluntad es inconcebible la idea de justicia. En ese sentido, en los hechos de preceden a cada acción llevada adelante, el Gobierno Provincial que enarbola con orgullo las banderas de un federalismo plasmado en el espíritu  del “Proyecto Misionerista” vemos la constante y perpetua voluntad de dar cada uno lo suyo, es decir, de hacer justicia, justicia social pensando en el pueblo sin importar la ubicación geográfica. El mayor capital que tiene el Gobierno de la Renovación es la gestión incansable que no distingue días ni horarios. El misionero siempre está en el centro de la política. A ella se debe cada una de las acciones de reivindicación de derechos, de lucha por lo que les pertenece y muchas veces la mirada esquiva del país central busca ignorar. Sin importar el color político que lleva las riendas de la política argentina, la Renovación ha garantizado siempre que la voz de los misioneros sea escuchada en la Nación. Ahí radica la importancia de la autonomía política, la importancia de no estar atado un partido nacional que imponga la agenda a más de mil kilómetros, alejados de la realidad y desconociendo las verdaderas necesidades de los misioneros.

El Gobierno Provincial luce un proceso de regeneración continua, y en esa dinámica es normal ver cambios constantes con el objetivo de mejorar día a día, optimizando los recursos y lugares. Caras nuevas y jóvenes, se amalgaman con la experiencia de quienes ya han transitado un trecho dentro de la función pública generando una sinergia que lleva a la obtención de resultados exitosos.

 

Poder, nada más importa

El hecho más trascendental de la semana en la agenda de Juntos por el Cambio fue la visita de la Presidente del PRO, Patricia Bullrich a la ciudad de las cataratas, un hecho que para el común de los misioneros pasó desapercibido. El paso de la ex ministra macrista dejó al descubierto que, por más que lo intenten ocultar y demostrar lo contrario, existe una feroz interna entre la dirigencia misionera de Juntos por el Cambio. Pese a los esfuerzos de algunos referentes que pretendían exponerla como la candidata natural a la Presidencia, otras la consideran solo una más dentro de una decena de postulantes que se quieren posicionar de caras al 2023. Cada uno de ellos tiene un referente distinto en Misiones y ese escenario genera problemas de división y de intentos por frenar el crecimiento de los demás. De esta forma aflora una división marcada por intereses diferentes en donde la disputa por el poder, el manejo de recursos y fondos, y los cargos están a la orden del día. Como consecuencia, las disputas por el poder se lleva toda la atención, pasando a un segundo plano las necesidades y problemas de la gente.

Similar escenario de expresiones internas disonantes se replica a nivel provincial, en donde son varios que se ilusionan con la idea de llegar a La Rosadita.

Este complejo entramado que presenta Juntos por el Cambio tanto a nivel nacional como provincial obedece al grave problema de una falta de liderazgo. La pésima gestión como Presidente de Mauricio Macri le genera serias dificultades para plantarse como el candidato natural del espacio ya que su figura ha quedado debilitada y ha desaparecido del centro de la política tras perder en 2019 refugiándose en el cargo creado por la Fundación FIFA, que lo proclamó como su Presidente. En ese contexto, todos se animan a disputarle la plaza de candidato a Presidente de la Nación en 2023.

En Misiones, Martín Arjol envalentonado por los resultados que derivaron del voto bronca contra el kirchnerismo en las Elecciones Legislativas Nacionales del 2021 y que fueron capitalizados por Juntos por el Cambio a lo largo y a lo ancho del país, pretendía ser el candidato natural, pero no ha logrado mostrar capacidad para poder aglutinar a las diferentes líneas internas de la coalición opositora ni tampoco ha podido validar un liderazgo férreo que lo ubique como un faro de referencia. En cuanto a la opinión pública, uno de los aspectos que remarcan con mayor énfasis es que en 10 años como concejal de Posadas y en el tiempo que lleva como Diputado Nacional no ha logrado nada concreto ni de relevancia ni para los posadeños ni para los misioneros.

 

Al pie de la letra

Cuando nos referimos a la expresión popular “al pie de la letra”, hacemos alusión a aquello que es “literalmente” o “sin variación, sin añadir ni quitar nada”. La dependencia de a una  fuerza nacional y consecuentemente su influencia, lleva a que la ejecución de cada acción se ajuste a las órdenes que fueron impartidas debiendo cumplirlas a rajatabla.

Los dirigentes locales tanto de Juntos por el Cambio como del Frente de Todos, por más que quieran escapar a la dinámica de impuesta por “La Grieta” no lo pueden hacer. La gran dificultad que les plantea el escenario local es que el pueblo misionero es pacífico por naturaleza, lo que torna muy difícil la instalación de la polarización que reina en Buenos Aires.

Ante ésta situación, de un tiempo a esta parte se viene vislumbrando un peligroso accionar por parte de las fuerzas nacionales que atenta contra la paz social en Misiones. Esto es, ante cada hecho que pueda ser generador de conflicto o disputa en algún sector determinado de la sociedad, buscan sacar algún tipo de rédito político tratando de empatizar forzosamente con el sector en cuestión. Ha pasado con el conflicto docente, en donde fue de público conocimiento la presencia de algunos dirigentes opositores tanto en el acampe como en los cortes de ruta, y recientemente con la manifestación de un sector de empleados municipales que protagonizaron un durísimo enfrentamiento con agentes de la Policía de Misiones. La metodología ha sido idéntica, mostrarse cercano al sector y receptivo de sus reclamos. La actitud forzada, en este caso de referentes de Juntos por el Cambio, es totalmente opuesta a la postura que demostraron durante los años que gobernaron el país con Mauricio Macri. El sector educativo fue severamente perjudicado durante la presidencia del macrismo: desinversión, pérdida del poder adquisitivo, precarización laboral. Con respecto al accionar de las fuerzas de seguridad es aún más inentendible el giro en la concepción: defensores de la “Doctrina Chocobar” impulsada         por quien por aquel entonces era Ministra de Seguridad y hoy es una de las máximas referentes nacionales del espacio, Patricia Bullrich, sostenían que “se debe cuidar a           quienes nos cuidan”, intentando otorgar amplias facultades para el accionar de las fuerzas de seguridad sin importar si ello podría derivar en una licencia para reprimir sin    mucha justificación.

En la disputa por espacios de poder y en la desesperada búsqueda de un mayor posicionamiento ante diferentes sectores de la sociedad es importante entender que no todo vale, máxime cuando las acciones llevadas adelante ponen en peligro la paz social.

 

 

@nicomarchioriok

 Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Posgrado de Especialización en Comunicación de Gobierno y Electoral. Becario de la Fundación Konrad Adenauer y del Centro de Análisis y Entrenamiento Político – CAEP (Colombia).-

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