Carta de Monseñor Juan Rubén Martínez: Pan para compartir

Este domingo celebramos la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor, el «Corpus Christi». Después de la dura experiencia de la pandemia que nos impidió celebrar con el fervor del encuentro comunitario y la tradicional procesión, este año queremos darle una especial significación y relevancia a la Eucaristía como centro de la vida cristiana.

 En todas las comunidades de nuestra  Diócesis celebramos esta liturgia del Corpus, adorando el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, el Señor. 

En la zona de Posadas y Garupá, hemos suspendido todas las misas del sábado por la tarde, para  celebrar la misa juntos a las 16 horas en el Anfiteatro «Manuel Antonio Ramírez» de Posadas y  posteriormente el recorrido por las calles de nuestra ciudad, hasta llegar a la Catedral. En cada  parroquia de los distintos pueblos y ciudades de la Diócesis se significará de una manera especial este  acontecimiento. Es importante recordar cómo San Roque González y los misioneros de las  reducciones guaraníes celebraban el Corpus en nuestra tierra. Particularmente tenemos en la memoria  agradecida la fundación de la Reducción de Corpus hace 400 años. En 1622, los padres Pedro Romero  y Diego de Boroa fundaron este pueblo primeramente en la banda occidental del río Paraná. Los  indígenas tenían una gran devoción al Cuerpo y a la Sangre del Señor. Mientras se realizaba la  procesión, las comunidades indígenas traían sus instrumentos de trabajo, plantas, ramas y animales  para que fueran bendecidos con el Corpus Christi.  

El texto de este domingo (Lc 9,11b-17), nos relata la multiplicación de los panes, y nos permite  profundizar en este misterio central de la fe de los católicos, que es el sacramento de la Eucaristía. La  Misa, es donde recibimos el Pan de la Palabra y el Pan del Cuerpo y la Sangre del Señor. Por eso en la  lectura que leemos este fin de semana, el Apóstol San Pablo, nos dice: «Lo que yo recibí del Señor, y a  mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan,  dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria  mía”.» (1 Cor 11,23-26).  

La Eucaristía es el momento culminante del amor, de la donación Pascual de Jesucristo. Es aquello  que expresa la necesidad de vivir en la caridad y sobre todo practicarla. «Del don de amor de Cristo  proviene, por tanto, nuestra responsabilidad especial de cristianos en la construcción de una sociedad  solidaria, justa y fraterna. Especialmente en nuestro tiempo, en el que la globalización nos hace cada  vez más dependientes unos de otros, el cristianismo puede y debe hacer que esta unidad no se  construya sin Dios, es decir, sin el amor verdadero, ya que se dejaría espacio a la confusión, al  individualismo, a los atropellos de todos contra todos. El Evangelio desde siempre mira a la unidad  de la familia humana, una unidad que no se impone desde fuera, ni por intereses ideológicos o  económicos, sino a partir del sentido de responsabilidad de los unos hacia los otros, porque nos  reconocemos miembros de un mismo cuerpo, del cuerpo de Cristo, porque hemos aprendido y  aprendemos constantemente del Sacramento del altar que el gesto de compartir, el amor, es el camino  de la verdadera justicia». (cf. Benedicto XVI, Homilía 2011

La caridad es el fundamento del amor solidario tan necesario como aspecto de la espiritualidad de  todo cristiano, y que nos lleva a privilegiar a los más pobres en el corazón de los cristianos que van  madurando su fe. Necesariamente nos cuestiona el pedido que Jesús le hace a los Apóstoles, en el  texto del Evangelio de este domingo: «Denles ustedes de comer».  

En este Corpus celebramos el don de este alimento que da Vida. Y queremos rezar especialmente para  que, como argentinos, valoremos siempre este don inestimable de la Vida que Dios nos da. ¡Cristo  vive! y viene a darnos la Vida verdadera. Es necesario que defendamos toda vida, no sólo con  eslóganes simpáticos, sino, sobre todo, con una caridad operante. Esto implica nuestra  responsabilidad cristiana que, desde la caridad, nos impulsa a ocuparnos de aquellos que padecen  distintos tipos de exclusión, queriendo que replique en nuestro corazón el mandato del Señor: «que  amemos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos». Por eso, queremos tener  presente especialmente en esta celebración a los niños por nacer, a los más pobres y sufrientes, a los  que padecen el flagelo de las drogas y a todos los que experimentan formas de violencia y  marginación. Queremos poner en el corazón de Jesús también a los niños desnutridos, a los  adolescentes y jóvenes con adicciones que son víctimas de estructuras de corrupción.  

En la celebración del Corpus, en la Eucaristía celebrada, comprendemos con hondura que el Amor  donado, es aquello que nos plenifica, humaniza, y presenta la verdadera felicidad.  

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo! 

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

LEE TAMBIÉN

Bajo el lema “Yo soy Pan de Vida”, miles de familias posadeñas compartieron la celebración el Corpus Christi en el Anfiteatro Manuel Antonio Ramírez

Además...

ULTIMAS NOTICIAS

Columnas