Carta de Monseñor Martínez | Escuchar con los oídos del corazón

En este domingo de la Ascensión del Señor, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de las  Comunicaciones Sociales. En el texto de este domingo (Lc 24, 46-53), el Señor les dice a los Apóstoles:  «el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en  su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados».

En  realidad, este mandato se sitúa en el centro de la tarea de todos los bautizados que es la evangelización y que siempre implicará, por lo tanto, comunicar el Evangelio. Por tal motivo en esta  jornada, la Iglesia quiere celebrar con todos los comunicadores sociales, periodistas, lectores,  trabajadores en general, ligados a esta tarea, orando, reflexionando y pidiendo por ellos para que  puedan ser fieles a su vocación y misión.

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Cada año recibimos el mensaje del Santo Padre para esta jornada. El lema de este año es: «Escuchar  con los oídos del corazón». En dicha reflexión el Papa Francisco nos dice: «En las páginas bíblicas  aprendemos que la escucha no sólo posee el significado de una percepción acústica, sino que está  esencialmente ligada a la relación dialógica entre Dios y la humanidad. “Shema’ Israel – Escucha,  Israel” (Dt 6,4), el íncipit del primer mandamiento de la Torah se propone continuamente en la Biblia,  hasta tal punto que san Pablo afirma que “la fe proviene de la escucha” (Rm 10,17). Efectivamente, la  iniciativa es de Dios que nos habla, y nosotros respondemos escuchándolo; pero también esta  escucha, en el fondo, proviene de su gracia, como sucede al recién nacido que responde a la mirada y  a la voz de la mamá y del papá. De los cinco sentidos, parece que el privilegiado por Dios es  precisamente el oído, quizá porque es menos invasivo, más discreto que la vista, y por tanto deja al  ser humano más libre. 

La escucha corresponde al estilo humilde de Dios. Es aquella acción que permite a Dios revelarse  como Aquel que, hablando, crea al hombre a su imagen, y, escuchando, lo reconoce como su  interlocutor. Dios ama al hombre: por eso le dirige la Palabra, por eso “inclina el oído” para  escucharlo. 

El hombre, por el contrario, tiende a huir de la relación, a volver la espalda y “cerrar los oídos” para  no tener que escuchar». 

«La primera escucha que hay que redescubrir cuando se busca una comunicación verdadera es la  escucha de sí mismo, de las propias exigencias más verdaderas, aquellas que están inscritas en lo  íntimo de toda persona. Y no podemos sino escuchar lo que nos hace únicos en la creación: el deseo  de estar en relación con los otros y con el Otro. No estamos hechos para vivir como átomos, sino  juntos. 

Existe un uso del oído que no es verdadera escucha, sino lo contrario: el escuchar a escondidas. De  hecho, una tentación siempre presente y que hoy, en el tiempo de las redes sociales, parece haberse  agudizado, es la de escuchar a escondidas y espiar, instrumentalizando a los demás para nuestro  interés. Por el contrario, lo que hace la comunicación buena y plenamente humana es precisamente la  escucha de quien tenemos delante, cara a cara, la escucha del otro a quien nos acercamos con apertura  leal, confiada y honesta. 

Lamentablemente, la falta de escucha, que experimentamos muchas veces en la vida cotidiana, es  evidente también en la vida pública, en la que, a menudo, en lugar de oír al otro, lo que nos gusta es  escucharnos a nosotros mismos. Esto es síntoma de que, más que la verdad y el bien, se busca el  consenso; más que a la escucha, se está atento a la audiencia. La buena comunicación, en cambio, no  trata de impresionar al público con un comentario ingenioso dirigido a ridiculizar al interlocutor, sino  que presta atención a las razones del otro y trata de hacer que se comprenda la complejidad de la  realidad. Es triste cuando, también en la Iglesia, se forman bandos ideológicos, la escucha desaparece  y su lugar lo ocupan contraposiciones estériles. 

En realidad, en muchos de nuestros diálogos no nos comunicamos en absoluto. Estamos simplemente  esperando que el otro termine de hablar para imponer nuestro punto de vista».  

«También en la Iglesia hay mucha necesidad de escuchar y de escucharnos. Es el don más precioso y  generativo que podemos ofrecernos los unos a los otros. Nosotros los cristianos olvidamos que el  servicio de la escucha nos ha sido confiado por Aquel que es el oyente por excelencia, a cuya obra  estamos llamados a participar. […] Debemos escuchar con los oídos de Dios para poder hablar con la  palabra de Dios» [Conscientes de participar en una comunión que nos precede y nos incluye,  podemos redescubrir una Iglesia sinfónica, en la que cada uno puede cantar con su propia voz  acogiendo las de los demás como un don, para manifestar la armonía del conjunto que el Espíritu  Santo compone». (Mensaje del Santo Padre Francisco para la 56° Jornada mundial de las Comunicaciones  Sociales)

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo! 

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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