Reflexión del Pastor David Decena: «¿Cómo es una fe sencilla?»

En su reflexión semanal, el Pastor David Decena manifestó que el deseo de Dios para sus hijos es que le creamos sin limitaciones. Pero como todos sabemos, los seres humanos somos un tanto complicados a la hora de creer. Nuestro problema es que cedemos con facilidad en nuestros pensamientos a la lógica. Y las preguntas con la que nos vemos tentados a enredarnos siempre comienzan con: ¿Por qué?

Génesis 22:1 al 18 (NVI) Esta escena de la vida de Abraham nos toca de cerca porque todos nos vemos enfrentados a pruebas. Pero este proceso no era cualquier proceso para el padre de la fe. El hijo al que Dios le pidió sacrificar había sido una promesa que tardó 25 años en hacerse realidad y ¿ahora tenía que sacrificarlo? ¡Qué locura! Cualquiera de nosotros hubiera huído de Dios ante un panorama semejante.

Pero Abraham, en todos sus años de pruebas y procesos, había forjado una fe sencilla. Porque los procesos son la herramienta utilizada por Dios para perfeccionar nuestra fe. Todo está perfectamente orquestado por Dios para que seamos luz, para que podamos desarrollar nuestros propósitos. Pero para que hagamos lo que Él nos manda debemos estar dispuestos. Debemos confiar, creer, aunque no entendamos por qué estamos pasando por esos procesos.

Necesitamos tener una fe más sencilla, una fe que se cuestione menos, que tenga menos por qués. Siempre le preguntamos a Dios por qué y a veces no tenemos respuesta, muchas veces estas preguntas de por qué, significa que no estamos maduros espiritualmente.

Por eso el apóstol Pedro dijo: “El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele” (1 Pedro 1:7 NVI).

El apóstol Pedro estaba comparando el proceso de la fe, con el proceso del oro. Si queremos crecer en la fe, hay que tener procesos y pruebas.

Si Abraham forjó una fe sencilla que le permitió encarar la gigantesca nueva prueba que Dios puso en su camino, algo debió haber aprendido. Por eso, aprendamos nosotros de Él cuatro lecciones sobre cómo es una fe sencilla, tomadas de este momento de la vida de Abraham.

1. Estar a disposición de Dios

“Pasado cierto tiempo, Dios puso a prueba a Abraham y le dijo: —¡Abraham! —Aquí estoy —respondió” Génesis 22:1 (NVI).

La disposición que le mostramos a Dios es fundamental para que Él se manifieste. Esto es una fe sencilla. No pone, excusas. Cuando no tenemos disposición, le estamos comunicando a Dios que en nosotros no hay pista de aterrizaje para su voluntad. La disponibilidad para Dios es una actitud. Cuando Dios te encuentra disponible, te enfrenta a propósitos que quizá no entenderás, pero te van a conducir al mejor lugar.

Abraham había aprendido en el tiempo que el Dios que le prometió descendencia y cumplió, no le pediría algo para hacerle pasar un mal rato. Si algo caracteriza a Dios es su capacidad de ver más allá de lo que logramos apreciar. Así que, siempre que Él nos llama, debería poder encontrar en nuestra boca un “aquí estoy”.

Cuando priorizamos nuestra agenda antes que sus proyectos, le estamos comunicando a Dios que no estamos disponibles. Nuestra actitud debería ser dejar cualquier cosa que estemos haciendo por ir detrás de la voluntad del Padre. Esta vida es la que Jesús nos enseñó a transitar con su propia vida. Porque el que está a disposición, no solo demuestra que tiene una fe sencilla, sino que siempre podrá ser depositario del favor de Dios. Y cuando logramos decirle que sí a Dios, le demostramos que nuestra fe logró madurar.

 

2. Practicar una obediencia radical

“Abraham se levantó de madrugada y ensilló su asno. También cortó leña para el holocausto y, junto con dos de sus criados y su hijo Isaac, se encaminó hacia el lugar que Dios le había indicado” Génesis 22:3 (NVI).

Abraham ante semejante pedido, no dudó en responder con obediencia radical. Abraham no cuestionó a Dios.

¿Cómo es una fe sencilla? Es una fe que nos empuja a una obediencia radical. Cuando nuestra fe aún no maduró, cuestionamos todo, y tenemos una actitud reacia hacia lo que no comprendemos. Necesitamos tener confianza en que Dios sabe mejor que nosotros los caminos por los que nos hace transitar. Él no tiene malos planes. Por lo tanto, aunque no entendamos, obedezcamos.

Primero debemos obedecer y luego comprenderemos. No nos cansemos en decirle que sí a Dios. Si Él nos pidió ayunar determinada cantidad de días, y no entendemos por qué, obedezcamos. Si Dios nos está pidiendo cortar una relación interpersonal, y no entendemos por qué, obedezcamos. Si tenemos problemas para diezmar, porque no lo entendemos, obedezcámos. Siempre la obediencia nos traerá un sin número de bendiciones.

 

3. No reservar lo que más se valora

“Y Dios le ordenó: —Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo como holocausto en el monte que yo te indicaré” Génesis 22:2 (NVI).

Dios sabe por qué nos pide lo que nos pide. Cuando somos perfeccionados en la fe, estamos dispuestos a entregar lo que Dios nos pide. ¿Qué ocupa el primer lugar en nuestro corazón? Necesitamos recordar que Dios desea ser el Rey de nuestras vidas, y eso significa ocupar el lugar central en nosotros.

Pero, para Abraham no fue un motivo de rebeldía que Dios le pidiera lo que él más amaba. Por el contrario, fue y estuvo a punto de ofrecer a su hijo en sacrificio hasta que el ángel del Señor lo frenó. Una fe sencilla siempre nos permitirá entregar lo que más valoramos, si Dios nos está pidiendo eso. Porque el corazón del hombre es engañoso (Jeremías 17:9). Y, como Jesús mismo lo dijo: “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:21 NVI). Que significa, que aquello que más valoramos, tendrá el foco de nuestro corazón.

Hagamos que Jesús se siente en el trono de nuestro corazón, y dejemos todo lo demás de lado. Él es nuestro más preciado tesoro y la fuente de nuestra vida.

 

4. Confíar ciegamente que Dios proveerá

“Isaac le dijo a Abraham: — ¡Padre! —Dime, hijo mío. —Aquí tenemos el fuego y la leña —continuó Isaac—; pero ¿dónde está el cordero para el holocausto? —El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios —le respondió Abraham” Génesis 22:7 y 8 (NVI).

La fe sencilla de Abraham le permitió confiar ciegamente en que Dios proveería. Si nuestra fe no fue perfeccionada, esto es imposible. Solemos dudar, cuestionar, tener temor de lo que pasará. Pero la fe sencilla nos permite confiar y descansar, sabiendo que Dios siempre provee aquello que necesitamos.

Esta misma confianza Abraham la había aprendido por ver la llegada imposible de Isaac a su vida. Recordemos las palabras del apóstol Pablo (Romanos 4:18 al 21 NVI).

¿Qué nos prometió Dios? ¿Qué prueba estás atravesando? Si podemos creer ciegamente, Dios va a proveer y nos dará la salida y nos llevará a encontrar la manera de ser victoriosos. Recordemos que si Dios nos permite atravesar una prueba, no somos como otros seres humanos pasando un problema. Somos hijos de Dios que están en un proceso, que no le es desconocido al Padre. Por lo tanto, confiemos ciegamente. El mismo que nos permitió estar en ese problema, nos va a proveer la salida. Él siempre cuida de nosotros, y sabe lo que nos conviene.

Necesitamos afirmar nuestra fe si estamos atravesando un momento difícil. Aunque no sepamos cómo, Dios lo hará. Dios tiene el poder para cumplir.

Que cada circunstancias que atravesamos Dios nos encuentre siempre creyendo y confiando en Él. Si somos hijos de Dios, todo lo que nos pasa tiene un por qué. Permitamos que nuestra fe sea perfeccionada. Hay recompensa para todo aquel que cree.

Que Dios te bendiga, te guarde de todo mal y tengas una semana de completa victoria!

Pastor David Decena

Centro Familiar Cristiano Eldorado

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas