Carta del Monseñor Juan Rubén Martinez «La alegría de evangelizar»

El tiempo de Cuaresma que hemos comenzado es propicio para realizar un buen examen de conciencia y revisar nuestra vocación bautismal desde el compromiso que tenemos todos los cristianos de sabernos responsables de la acción evangelizadora y misionera de la Iglesia.

Para realizarlo, es necesario integrar la dimensión social de la fe y la responsabilidad evangelizadora de todo bautizado. Para esto tomaremos algunos textos de la exhortación apostólica «Evangelii gaudium» del Papa Francisco: «El bien siempre tiende a comunicarse.

Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla.

Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces algunas expresiones de san Pablo: “El amor de Cristo nos apremia” (2 Co 5,14); “¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!” (1 Co 9,16).

La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás.

Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión.

Por consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo». (EG 9-10).

En esta carta cuaresmal que nos invita a la conversión pascual y a revisar cómo vivimos nuestra fe, debemos señalar que, si bien la experiencia del don del amor de Dios y su misericordia son claves para iniciar un buen examen de conciencia, también tendremos que recordar que no podremos evangelizar sino revisamos nuestras relaciones con los otros, con nuestros hermanos y hermanas, tanto en lo familiar como en los diversos ámbitos en los que estamos.

El Señor pide que seamos uno para que el mundo crea: «Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste». (Jn 17,21).

En Evangelii gaudium el Papa Francisco nos da algunos elementos para que podamos evaluarnos tanto en lo personal como en ámbitos sociales y eclesiales, que podemos considerar esenciales en nuestro compromiso cristiano y evangelizador.

El Papa Francisco nos dice: «Reconozco que necesitamos crear espacios motivadores y sanadores para los agentes pastorales, lugares donde regenerar la propia fe en Jesús crucificado y resucitado, donde compartir las propias preguntas más profundas y las preocupaciones cotidianas, donde discernir en profundidad con criterios evangélicos sobre la propia existencia y experiencia, con la finalidad de orientar al bien y a la belleza las propias elecciones individuales y sociales.

Al mismo tiempo, quiero llamar la atención sobre algunas tentaciones que particularmente hoy afectan a los agentes pastorales». (cfr. EG 77).

En los próximos domingos tomaremos algunos de estos aspectos tratando de rezarlos y aplicarlos a nosotros mismos para que, reconociendo nuestras luces y sombras, podamos vivir mejor nuestra Pascua.

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas.

Carta del Monseñor Juan Rubén Martínez

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas