Coronavirus | La segunda ola afecta a personas más jóvenes y se interpreta como un resultado de la vacunación a los mayores

La Argentina está de nuevo al tope del peor de los ránkings del coronavirus, mientras transcurre la segunda ola: el de muertos por millón. El último jueves ocupaba el segundo puesto en el listado de fallecidos por millón que se suman por semana. Con Paraguay, Uruguay, Brasil y Colombia merodeando la punta del mismo ránking, se comprueba que, al igual que en el invierno pasado, la pandemia arrasa en América del Sur.

 

La diferencia es que los muertos de hoy en la Argentina tienden a ser un poco más jóvenes que los del año pasado.La edad de nuestros pacientes se redujo en unos diez años”, calcula Pablo Rodríguez, coordinador de Terapia Intensiva del Cemic. Aunque parezca paradójico, ese corrimiento etario es una buena noticia. ¿Por qué? Porque significa que las vacunas, que se aplicaron primero a los adultos mayores y recién ahora llegan a la población más joven, están funcionando.

 

segunda ola
Durante la segunda ola de coronavirus en Argentina, disminuyó la cantidad de contagiados mayores de 60 años.

Un análisis de LN Data sobre cómo fue variando el porcentaje de muertos que sumaba cada rango etario a lo largo de la pandemia confirma esa estadística.

 

¿Por qué se reduce el porcentaje de muertes en adultos mayores y se acrecienta el de segmentos más jóvenes? Una primera explicación podría ser que las nuevas variantes del virus son más letales con la población de menor edad. Pero eso no ocurre, señalan los especialistas. La letalidad -el porcentaje de contagiados que muere- se mantiene estable desde el inicio de la pandemia. Aproximadamente, el 2% de los contagiados muere y eso no varía demasiado con la edad.

 

 

Las nuevas cepas no se ensañan con los más jóvenes. El virus no se volvió más letal, ni más transmisible, a medida que baja la edad”, explica Angela Gentile, Jefa del Departamento de Epidemiología del Hospital Gutiérrez. Lo que sí cambia son los contagios. Si miramos la variación porcentual de cantidad de casos y fallecimientos en las semanas de la primera ola y de la segunda, se observa que hay un crecimiento mayor de contagios en los rangos más jóvenes (por ejemplo: 40-49, 50-59) y por ende, en los fallecimientos. Esto no sucede en los rangos mayores, en donde se ve un descenso en la cantidad de casos y por ende, de fallecidos. Entonces, al haber más cantidad de contagiados en el sector de menor edad, hay más cantidad de muertes, ya que estas son proporcionales.

 

La explicación de Gentile para el corrimiento del rango etario en contagios y muertes, como la de la mayoría de sus colegas, son las vacunas. El proceso de vacunación con al menos una dosis, que ya abarca a la mitad de los mayores de 60 años, sumado a que, por lo general, éstos son más respetuosos de los protocolos de aislamiento, son la causa de la caída porcentual de su tasa de muerte. Esta hipótesis se comprueba en el análisis que hizo LN Data de la relación entre porcentaje de vacunados y variación en la tasa de mortalidad por rango etario.

 

 

La efectividad de las vacunas, que en la Argentina se comprueba al hacer el análisis de muertes cruzado por el porcentaje de vacunación de cada rango etario, también se puede ver en la comparación entre ciudades. “La pandemia se dividió en dos”, tituló el New York Times hace un mes, cuando analizó la variación en cantidad de contagios según el avance del proceso de vacunación en cada ciudad. Tel Aviv es el ejemplo virtuoso. Israel es el segundo país con mayor cantidad de dosis aplicadas en relación a la población y allí la pandemia empieza a ser un asunto del pasado.

 

 

Esta semana el Gobierno anunció que ya no es obligatorio el uso del barbijo en espacios cerrados. Nueva York, Londres y el resto de las ciudades con campañas de vacunación avanzadas están en procesos similares. Más allá de ser una buena noticia porque significa que la extensión de las vacunas servirá para terminar con la pandemia, el perfil más joven de los internados está generando nuevos problemas en las terapias intensivas de la Argentina: estadías más prolongadas de los enfermos y, por ende, mayor riesgo de saturación del sistema. “Recién ahora están saliendo algunos de los pacientes que se internaron en abril”, explica Rodríguez.

 

 

Martín Stryjewski, Jefe de Internación del Cemic, coincide. “Algunos de nuestros pacientes ahora pueden estar hasta cinco semanas en terapia intensiva”, dice. Esto, agrega, no pasaba en la primera ola, cuando la mayoría de los enfermos era gente mayor que no soportaba el tratamiento invasivo con respirador y, por lo tanto, fallecía antes. Estas largas estadías tensan la capacidad de respuesta del sistema de salud. El martes pasado la sede de la calle Pombo del Cemic tenía las 13 camas de terapia intensiva ocupadas, pero algunos de los pacientes no eran enfermos de coronavirus.

 

 

Estamos un poco mejor que hace un mes, cuando era un caos. Pero seguimos con una ocupación que siempre está por encima del 85%”, señala Stryjewski. La ocupación prolongada de las terapias es una buena noticia, pero trae consecuencias. “Cuando salen de internaciones tan prolongadas los pacientes tienen muchos problemas, les pasó un tsunami por encima”, explica Stryjewski. Estas afecciones representan un progreso. Antes, cuando los pacientes eran más viejos y, por lo tanto, más débiles, la mitad de los que ingresaban a terapia intensiva fallecían.

 

Stryjewski considera que la vacunación es el factor más importante para explicar la modificación en el rango etario de las muertes, pero hay otros elementos que influyen, como los tratamientos nuevos que se fueron implementando con el avance de la pandemia. “Tenemos terapias que fuimos incorporando a medida que aprendimos del virus. En la primera ola, por ejemplo, no usábamos los corticoides que sí estamos aplicando ahora”, dice.

 

Hay, sin embargo, una luz de alerta que encienden los especialistas. Las nuevas cepas, coinciden, son más transmisibles y el esquema de postergación de la segunda dosis de vacunación, que se está aplicando en la Argentina para ampliar el porcentaje de la población con algún tipo de protección, pierde efectividad. “Ojo que la protección contra las nuevas variantes con una sola dosis es baja. Esto siempre fue un esquema de dos dosis”, advierte Stryjewski.

 

 

 

(La Nación)

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